Germán
F. Rodríguez Cabrera
" De la procesión de
los Marinos. Singularidad de la Fiesta Realejera "
En la presente edición traté de hacer un ejercicio
por destacar algunos aspectos de la Fiesta, elementos que la singularizan.
Con
un discurso no leído, apoyado en algunas imágenes para ilustrar mis palabras,
pues como historiador del arte, es parte de mi objeto de estudio, de mi campo
de trabajo. Me acerqué a la Fiesta, a la imagen y al paso del tiempo por la
misma.
Tras
recordar a varios de los que me han precedido en el atril de la Plaza de San
Agustín como fueron don Antonio González, Juan Cruz Ruiz o Sebastián Matías Delgado,
y a otros realejeros como son: Antonio Abdo Pérez, Agustín Espinosa Boassier,
Carmen Nieves Luis y Pedro González, hijo predilecto de Los Silos, asumo un
discurso en la puesta en valor de la Procesión de la Octava, la de Los Marinos
del Puerto de la Cruz.
La
Octava, surge en el S. XVIII, por un origen desconocido, impreciso, dando por
fecha válida la de 1750. En un momento
en el que el culto a El Carmen, nada tiene que ver con el mundo y las gentes
del Mar. 15 años después ya poseemos las primeras referencias a la misma, de
manos de los propios libros de la Cofradía titular y de autores contemporáneos
como Lope Antonio de la Guerra. La
misma, la Octava y la devoción a la Virgen se centra, en la actual imagen del
Carmen, llegada hacia 1729. Novedosa
escultura, que transciende las fronteras locales, siendo aclamada como patrona
del Valle de La Orotava.
La
imagen de la Virgen del Carmen ha superado muchas de las vicitudes de los
tiempos. Tras ser rescatada de el incendio
de 1806, que acabó con gran parte del convento de San Juan Bautista, y
trasladada a la Iglesia del convento de San Andrés de monjas agustinas, las
Virgen se convierte en una heroína al sobrevivir a la desgracia y a los
diversos procesos desamortizadores. Con
ella, como parte indivisa de su culto, la procesión de la Octava y el vínculo
de los marineros del Puerto con la imagen.
El
S. XIX se consolida con el cambio de una estética de fiesta barroca por una burguesa,
por la intervención de Cándido Chaves y otros vecinos en la renovación de las
fiestas y sus enceres. Así se va consolidando en el cambio de siglo un nuevo
concepto de celebración. En todo ello la fiesta permanece atada al lugar de San
Agustín, a sus calles y a los marinos, que año tras años, milagros personales
tras milagros personales, permanecen vinculados a Ella.
Así
pues, la Fiesta se reinventa, se replantea, se moderniza, se vincula con las
familias del lugar, de Los Realejos.
En
mi intervención he defendido abiertamente la declaración como Bien de Interés
Cultural con carácter inmaterial de la Procesión de los Marinos, pues posee
elementos y antigüedad tales que así lo permiten.
Mis
últimas palabras estuvieron dedicadas a mi familia, a mis padres y a la
celebración de la Octava en la casa que habito. Del vínculo heredado con la
Imagen, con la pertenencia a su Venerable Hermandad y Cofradía y con los
procesos vitales familiares, han atado en la Vida y en La Muerte a la familia
con la Virgen del Carmen.
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