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viernes, 2 de agosto de 2019

PIEL FINA, FINÍSIMA


Pedro Ángel González Delgado

Para mí lo ancho, para ti lo agudo.  El refranero español es sabio. Siempre podemos acudir a él para encontrar una frase que defina las situaciones por las que vivimos, y en él se encuentra también ahora como definir la situación en la que Marco - sin ese - González ha convertido las sesiones que se desarrollan en el Salón Noble del Ayuntamiento de Puerto de la Cruz. Así, por el mero hecho que una concejal de la oposición lo interrumpiese en sus manifestaciones en las que quería colocarse en el papel de víctima y le espetase un “eso no es cierto”, la amenazó con expulsarla de la sesión.

Inaudito, pero cierto. Aquél que durante cuatro años se dedicó, falsamente, a manifestar una y otra vez, que el alcalde Lope Afonso había convertido el Ayuntamiento en su “cortijo particular” y que tenía una actitud “caciquil y una deriva autoritaria”, viene ahora a rasgarse las vestiduras y a amagar con un expulsar a un miembro del Pleno por llevarle la contraria. Aquél que llamaba a la política municipal de los demás “cuenta cuentos” y los acusaba de “tics autoritarios e irrespetuosos”, impone su rodillo para que una moción de la oposición contraria a sus desafortunadas declaraciones públicas sobre las mal llamadas tasas turísticas quede sobre la mesa. No ha pasado un pleno ordinario y ya se ha quitado la careta de la sonrisa. Ya se ha olvidado cuando a quien ha sido y es un caballero de la política, ya que así es como Lope Afonso se comporta, le exigía, que eso quedaba bien en las notas de prensa, que “el alcalde debe ser exquisito en el tratamiento tanto personal como político a todos y cada uno de los concejales”. Pues, para ser exquisito hay que tener paciencia, mucha paciencia, y no parece que atizar a una representante de la ciudadanía a las primeras de cambio que la va a eliminar de la sesión plenaria resulte significativo de temple, olvidando que la paciencia no es la capacidad de esperar, sino como nos comportamos mientras esperamos y, de momento, su estilo mientras aguarda deja mucho que desear.

Increíble, pero cierto. Ahora resulta que aquél que acusaba a su adversario político de “dañar la imagen del municipio”, y lo tildaba constantemente de “alcalde ocupa” y “alcalde invisible”, se ofende porque se manifieste en un pleno que “ate en corto a un concejal”, que se dedica, no a trabajar, sino a saludar a sus amistades a través de las redes sociales del Ayuntamiento. Toca ahora aplicar la ley del embudo y colocarse en la posición de víctima y, si hace falta, pues soltar hasta una lágrima para dar pena, que eso siempre queda bien y orillar aquella frase que como un mantra repetían no hace poco, acusando sin misericordia a sus rivales de “dar la peor imagen de los últimos tiempos”. Y es que, de imagen sí que sabe este nuevo gobierno. Por cierto, dónde estarán los socialistas portuenses que exigían un tratamiento exquisito. Aquellos que acusaban a todos los que no integrasen su formación política de “dañar la imagen del municipio”, y pedían dimisiones y ceses, y hoy en día se molestan porque se les inste a comportarse de forma institucional con las herramientas públicas. Desenmascarado a las primeras de cambio, la estrategia es tratar de hacer creer que se está prácticamente martirizado.


Inverosímil, pero cierto. Una tras otra las falacias de los que ahora rigen los destinos de la ciudad turística van cayendo, como en el olvido aquellas frases lapidarias con las que acusaban a los demás de “no conocer los límites en sus mentiras y falsas promesas”. De ese modo, las constantes recriminaciones a los sueldos y las exigencias “que se diga a la verdad a los portuenses” y que estaban “bien pagados” quedaron en el olvido, y ahora trata como idiotas a los que no lo son, los vecinos, y con una reducción de 1,06 € al mes de salario al mes, viene a ofrecerse como el sacrificado de la política. El problema, como es sabido, no está en el jornal, está en el engaño.

Y así, con pieles demasiado finas, toca hacerse el ofendido, que el pueblo siempre tiende a proteger al débil. De esa forma, con una estrategia de comunicación manipuladora, aquéllos que consiguieron sus anhelos simulando un interés por las necesidades y deseos de los demás, incluyendo en su táctica la alabanza sin medida a los nuestros que “son los buenos”, y el ataque descarnado a los otros que “son los malos”, les toca ahora el papel de víctima, que desarrollan a la perfección, todo sea dicho, ya que saben que es una herramienta muy eficaz para distraer la atención de lo verdaderamente importante, esto es, si se gestiona bien o no. De tal forma, mientras por un lado la realidad es la intimidación, ni siquiera encubierta, a la ahora oposición, la táctica es exponerlos al público como culpables. Culpando a los demás, no solamente los condicionan, sino que también ocultan sus verdaderas intenciones. Es una argucia vieja pero, hay que reconocer, que hábil. Ahora bien, olvidan una cosa, con el tiempo todo se descubre, las mentiras más ocultas, las razones más ciertas y las personas más falsas. 

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