Pedro Ángel González Delgado
Para mí lo ancho, para ti lo agudo. El refranero español es sabio. Siempre
podemos acudir a él para encontrar una frase que defina las situaciones por las
que vivimos, y en él se encuentra también ahora como definir la situación en la
que Marco - sin ese - González ha convertido las sesiones que se desarrollan en
el Salón Noble del Ayuntamiento de Puerto de la Cruz. Así, por el mero hecho
que una concejal de la oposición lo interrumpiese en sus manifestaciones en las
que quería colocarse en el papel de víctima y le espetase un “eso no es
cierto”, la amenazó con expulsarla de la sesión.
Inaudito, pero cierto. Aquél que durante cuatro años se
dedicó, falsamente, a manifestar una y otra vez, que el alcalde Lope Afonso
había convertido el Ayuntamiento en su “cortijo particular” y que tenía una
actitud “caciquil y una deriva autoritaria”, viene ahora a rasgarse las
vestiduras y a amagar con un expulsar a un miembro del Pleno por llevarle la
contraria. Aquél que llamaba a la política municipal de los demás “cuenta
cuentos” y los acusaba de “tics autoritarios e irrespetuosos”, impone su
rodillo para que una moción de la oposición contraria a sus desafortunadas
declaraciones públicas sobre las mal llamadas tasas turísticas quede sobre la
mesa. No ha pasado un pleno ordinario y ya se ha quitado la careta de la
sonrisa. Ya se ha olvidado cuando a quien ha sido y es un caballero de la
política, ya que así es como Lope Afonso se comporta, le exigía, que eso
quedaba bien en las notas de prensa, que “el alcalde debe ser exquisito en el
tratamiento tanto personal como político a todos y cada uno de los concejales”.
Pues, para ser exquisito hay que tener paciencia, mucha paciencia, y no parece
que atizar a una representante de la ciudadanía a las primeras de cambio que la
va a eliminar de la sesión plenaria resulte significativo de temple, olvidando
que la paciencia no es la capacidad de esperar, sino como nos comportamos
mientras esperamos y, de momento, su estilo mientras aguarda deja mucho que
desear.
Increíble, pero cierto. Ahora resulta que aquél que acusaba
a su adversario político de “dañar la imagen del municipio”, y lo tildaba
constantemente de “alcalde ocupa” y “alcalde invisible”, se ofende porque se
manifieste en un pleno que “ate en corto a un concejal”, que se dedica, no a
trabajar, sino a saludar a sus amistades a través de las redes sociales del
Ayuntamiento. Toca ahora aplicar la ley del embudo y colocarse en la posición
de víctima y, si hace falta, pues soltar hasta una lágrima para dar pena, que
eso siempre queda bien y orillar aquella frase que como un mantra repetían no
hace poco, acusando sin misericordia a sus rivales de “dar la peor imagen de
los últimos tiempos”. Y es que, de imagen sí que sabe este nuevo gobierno. Por
cierto, dónde estarán los socialistas portuenses que exigían un tratamiento
exquisito. Aquellos que acusaban a todos los que no integrasen su formación
política de “dañar la imagen del municipio”, y pedían dimisiones y ceses, y hoy
en día se molestan porque se les inste a comportarse de forma institucional con
las herramientas públicas. Desenmascarado a las primeras de cambio, la
estrategia es tratar de hacer creer que se está prácticamente martirizado.
Inverosímil, pero cierto. Una tras otra las falacias de los
que ahora rigen los destinos de la ciudad turística van cayendo, como en el
olvido aquellas frases lapidarias con las que acusaban a los demás de “no
conocer los límites en sus mentiras y falsas promesas”. De ese modo, las
constantes recriminaciones a los sueldos y las exigencias “que se diga a la
verdad a los portuenses” y que estaban “bien pagados” quedaron en el olvido, y
ahora trata como idiotas a los que no lo son, los vecinos, y con una reducción
de 1,06 € al mes de salario al mes, viene a ofrecerse como el sacrificado de la
política. El problema, como es sabido, no está en el jornal, está en el engaño.
Y así, con pieles demasiado finas, toca hacerse el
ofendido, que el pueblo siempre tiende a proteger al débil. De esa forma, con
una estrategia de comunicación manipuladora, aquéllos que consiguieron sus
anhelos simulando un interés por las necesidades y deseos de los demás,
incluyendo en su táctica la alabanza sin medida a los nuestros que “son los
buenos”, y el ataque descarnado a los otros que “son los malos”, les toca ahora
el papel de víctima, que desarrollan a la perfección, todo sea dicho, ya que
saben que es una herramienta muy eficaz para distraer la atención de lo
verdaderamente importante, esto es, si se gestiona bien o no. De tal forma,
mientras por un lado la realidad es la intimidación, ni siquiera encubierta, a
la ahora oposición, la táctica es exponerlos al público como culpables.
Culpando a los demás, no solamente los condicionan, sino que también ocultan
sus verdaderas intenciones. Es una argucia vieja pero, hay que reconocer, que
hábil. Ahora bien, olvidan una cosa, con el tiempo todo se descubre, las
mentiras más ocultas, las razones más ciertas y las personas más falsas.
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