Bienvenidos al Diario del Valle

SEARCH

lunes, 5 de agosto de 2019

¿SERÁ QUE MI PUERTO DE LA CRUZ NO TIENE LA MAR SUFICIENTE PARA AHOGAR MIS PENAS?


Lorenzo de Ara

¿Nadar es como montar en bicicleta? Hace ya cinco años que no me baño en el muelle del Puerto de la Cruz.

Si no me baño en el muelle de mi padre Periquín no lo hago en ningún otro sitio de la isla. No nado, pues, estoy seco de arriba abajo. El roce de la mala gente me acompaña por dondequiera que voy. No hay salitre en mi piel. Es como tener el alma condenada a vagar por Atacama.

Pero la culpa es solo mía.

Piso poco, cada vez menos mi Puerto de la Cruz. Ignoro cuál es el motivo, o los motivos que mantienen al hijo del pescador alejado de las calles de las que sigue enamorado: Mequinez, san Felipe. Lugares que lo son todo para mí: muelle, plaza del Charco, barriada. ¿Por qué?

No hago vida social en La Orotava. En este bello y acogedor pueblo pasan los días.

Cuando salgo a hacer deporte, la carretera de La Luz es el lugar preferido. De vez en cuando me adentro por La Orotava histórica (algún día Patrimonio de la Humanidad).

Saludo al cabrero, a los tres o cuatro caballeros que no dan un paso atrás, a esa señora que camina ligera en dirección contraria a la mía, pero que sonríe amable y luego se aleja. Me acerco a varios gatos callejeros, los acaricio y les susurro: “no se acerquen demasiado a la carretera, ¿me oyen?”. Así, un día tras otro.

Es cierto que aquí está mi familia, mis libros, mi música, mi cine. Pero creo que no es suficiente para responder a la pegunta de por qué no bajo todos los días a mi pueblo. ¿Por qué ya no quiero ver a mi gente? ¿De verdad no quiero? No lo sé.

Hay personas en ese Puerto de la Cruz a las que adoro con sobrada luminosidad. Mi hermana, mi sobrino.

Llevo sin entrar a la casa de Periquín desde que falleció. ¡Nunca más! Por dolor, porque sé, ¡claro que lo sé!, que poner un pie en ella me obligaría a exclamar lo que en verdad deseo desde hace mucho tiempo.

Pasará el verano y una vez más la mar estará lejos. Porque aunque pise el muelle, no bajaré a la playita. No iré a la punta con el objetivo claro de tirarme y nadar.

Oh, nadar.


En la niñez nadaba para perder el miedo a los más fuertes que yo.

En la “Joven Marina” mi padre daba la autorización para que me lanzara cuando se le hacía insoportable mirar la cara de aburrimiento que ponía su hijo.

Quería de corazón que me dedicara a la mar. Así decía él.

Adelita una madrugada le dijo: “Hoy no va, está cansadito”. La escuché con tanta claridad.

A lo mejor es que dejé de escuchar la voz de mi madre primero, ¡tan joven Lorenzo! Luego, hace cuatro años, el viejo patrón se embarcó hacia la otra vida el 10 de marzo, fecha en la que nació mi madre. ¡Ahora ya juntos!

En esa salita de la casa vieja, (san Felipe número 6) quedó para siempre algo que no he vuelto a recuperar con plenitud.

Perdí a mi madre y Dios sabe que sigo enfadado.

¿Será que mi Puerto de la Cruz no tiene la mar suficiente para ahogar mis penas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario