La política siempre ha tenido ese lado feo que
prácticamente obliga a los gobernantes a favorecer a los suyos. Eso que algunos
han llamado “clientelismo”, pero que hoy en día se ha convertido más bien en la
colocación de los seguidores en puestos en los que puedan desarrollar la
función de “comisarios políticos”. Los que han sido serios y rigurosos en la
gestión, en muchas ocasiones, han acabado en la oposición, pues se hace difícil
enfrentarse a estos cómplices del adversario que, no solamente trabajan desde
dentro para ralentizar la administración del que consideran contrincante, sino
también para minar la imagen pública de éste. Luego, cuando consiguen su
objetivo, esperan su premio, porque aquí Roma sí que paga a traidores.
Esta forma de hacer las cosas no es exclusiva de la izquierda,
pero, si alguien realmente lo sabe hacer muy bien, es precisamente ésta y,
sobre todo, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), pues los nuevos
comunistas todavía no han sabido disimular este descaro con una sonrisa. El
PSOE, sin embargo, la clava y te sonríe al mismo tiempo, ya que no en vano lo
tienen trabajado desde hace mucho tiempo. El ejemplo paradigmático lo vemos en
el presidente en funciones Pedro Sánchez quien, como es sabido, utiliza sus cargo
provisional para colonizar la Administración Pública con afines, de forma
escandalosa pero sin rubor, llegando incluso al extravagante caso de nepotismo
en masa que incluye, sin ningún tipo de pudor, a su propia esposa Begoña Gómez,
quien, curiosamente, nada más ocupar su pareja el puesto de presidente del
Gobierno de la nación, fue nombrada directora del Centro para África del
Instituto de Empresa, a razón de casi 6.000 € al mes y eso que, según parece,
se ausenta bastante de su puesto de trabajo por no decir que casi no aparece
por él. Es como si de una ascensión a los cielos se tratase. De esa forma,
aquellos que hablaban constantemente de mérito y capacidad, se olvidaron de
decir que el mérito era ser del partido y la capacidad la de ser afín al líder,
dejando los escrúpulos para otros, pues con la retórica vacía ya se llena los
informativos, las redes sociales y los mítines, puesto que el objetivo es
alcanzar el gobierno, para una vez en él, el mérito y la capacidad sea tener el
carnet del PSOE.
A todo esto, no es ajeno el municipio de Puerto de la
Cruz, ni queda lejos en las alturas, ni hace falta remontarse a designaciones a
dedo en el Parque San Francisco. También desde los más cercanos puestos (en el
lugar y en el tiempo) se asciende, a veces no únicamente en el puesto de
trabajo, sino también físicamente, escalando de la planta baja a la primera
planta. Aquellas manifestaciones de felicidad en las que se afirmaba “que el
trabajo de los compañeros ha obtenido su fruto”, y que “por fin el Puerto de la
Cruz es socialista” tenían que tener su merecida recompensa. Pero claro, han
llegado los “malos” de la oposición para obstaculizar la gratificación, y no se
les ha ocurrido otra cosa que, por ejemplo, pedir explicaciones para saber los
criterios utilizados para ubicar a una trabajadora del Organismo Autónomo Local
(OAL), a la sazón miembro de la ejecutiva municipal socialista, en un puesto
distinto con funciones, cuanto menos, sorprendentes, y que podrían derivar en
una posible cesión ilegal de trabajadores. Ahora la mejor defensa será un
ataque. Será darle la vuelta a la tortilla y decir que se critica el trabajo de
la empleada, y, de esa forma, orillar lo importante, que no es otra cosa que el
singular cambalache de destino laboral. Es como si ahora se les ocurriese
nombrar a una trabajadora de la limpieza supervisora por el mero hecho que su
hijo fuera candidato en la lista electoral del que ahora manda.
Y es
que, si nos pusiéramos a imaginar, podríamos fantasear con la idea que los
Beatles eran clarividentes y que, cuando visitaron el Lago Martiánez (más bien
las piscinas de San Telmo, en ese entonces sin las bacterias de estos días), se
inspiraron para pensar que todos vivimos en un submarino amarillo (“Yellow
submarine”, en inglés), desde el que se torpedease todo el trabajo que la
derecha quisiera hacer, utilizando íntegramente lo que estaba a mano, ya sea
denuncias en la Inspección de Trabajo y de la Seguridad Social, ya sea demandas de todo tipo y, hasta ruedas
de prensa. Es que claro, viniendo de otra formación política, el galardón había
que ganárselo. Por eso, no sólo basta con que uno de los miembros del Comité de
Empresa de Parque Marítimo, SAU (Pamarsa) haya ido al salón de plenos a
abuchear - grosero e impropio gesto de quien se considera representante de los
trabajadores - al rival, sino que había que pasar de la defensa más beligerante
jamás conocida al sindicalismo amarillo, también conocido como vertical, que es
aquél que responde a los intereses de la empresa antes que a los de los trabajadores
que, por cierto, son quiénes los han situado en esos puestos, no para que
disfruten de su crédito sindical en los festivos o los días de más trabajo,
sino para que, de verdad, defiendan y asesoren a sus afiliados, al margen de
las ideas políticas de cada uno. El mérito y la capacidad para ascender no
basta con ser el interlocutor de la responsable política, aunque sea en ambas
direcciones, defendiendo cuando toca, y delatando cuando corresponda, ya que se
considera insuficiente la misión antes realizada de minar la imagen del
adversario político. Si se tiene el delirio de creer que será agraciado con el
puesto de encargado, mejorando su salario, porque esforzase físicamente menos
no parece posible, y, a su vez, como empleado municipal (no vaya ser que la
empresa sea verdad que se liquide) hay que ganarse el puesto, a la vista que,
como ya se nos anunciaba en la fábula francesa, todo adulador vive a expensas
de quien le escucha.
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