Javier Lima Estévez. Historiador
Mientras vivamos, toda
la generación actual está escribiendo su testamento en el ambiente que le
rodea, y todo lo que haga para aumentar o disminuir la riqueza de la región donde
viva será lo que reciba la próxima generación, será el patrimonio, rico o
pobre, según haya laborado la generación actual.
Con estas palabras, el geólogo portuense Telesforo Bravo Expósito (1913-2002) llegaría
a reflexionar respecto a la necesidad de actuar de forma consciente sobre el
medio. En estos días de tristeza marcados por la cantidad de incendios
presentes en Canarias y que, con especial intensidad han afectado a la isla de Gran
Canaria, recordamos la lectura de una conferencia pronunciada por Telesforo en
el Círculo Mercantil bajo el título “Aspectos geológicos y biológicos del
futuro próximo de Tenerife” y cuyo resultado sería editado junto a otras dos
ponencias en 1952 por Goya Ediciones. No dudaría en recordar la presencia de
incendios que se han sucedido en episodios definidos por eventualidades y
descuidos a lo largo de nuestra historia. Sobre ello destaca la fortaleza del
pino canario, cuya gruesa capa de corcho llega a alcanzar los 15 cm de espesor,
aunque anota que solo resiste la acción del fuego cuando alcanza una edad
superior a los 30 años. A través de las comprobaciones ya realizadas en
terrenos del cuaternario se llegaría a determinar la presencia de grandes
depósitos de carbón vegetal procedentes de incendios. En la reducción de los
bosques también llegaría a influir, tal y como señala Bravo Expósito, las
lluvias de cenizas así como la práctica en el pasado del uso de la tea como
material de construcción. A pesar de afirmar que la resistencia del pino al
fuego es un elemento importante a tener presente lamenta, por otra parte, la
circunstancia de que la laurisilva no posea tal propiedad. A la desoladora y
triste imagen compuesta por troncos quemados tras un incendio se asociaría,
además, el calor y las brasas que permanecen sobre el terreno. Todo ello
llevaría a una destrucción de la
vegetación herbácea, los líquenes y musgos, así como la capa de residuos
vegetales y gran parte del humus, produciendo una verdadera esterilización de
la flora bacteriana del suelo.
Aspectos
asociados a los efectos posteriores del fuego sobre el suelo forman parte de su
exposición a lo que añade que, por desgracia, la inclinación de nuestras
tierras repercute en aumentar las consecuencias negativas en caso de incendio.
Son,
en definitiva, apuntes que nos aproximan ante la reflexión de un ser
comprometido con su medio y que, con sus numerosas investigaciones y
enseñanzas, dejó un legado para comprender, respetar y valorar el medio en el
que vivimos.
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