Víctor Yanes
Me detengo ante Luz Arrocha. Un libro rotundo cae sobre mí
y abre felizmente mis párpados, para que los ojos claros de la curiosidad
lectora, descubran posibles espacios comunes de sensibilidad poética.
El libro, la joya, el evidente hallazgo, lleva por nombre
“De Espinas, Cenizas y Licores”. Título que invita a pensar en una elemental
contraposición de tres aplastantes realidades como son el sufrimiento, la
muerte y la lujuria. Pero este apunte, con el cual me aventuro a meterme en
problemas, no es más que una vaguedad de lector que opina sobre la obra leída.
Siempre que descubro a un nuevo autor o autora, siento,
previo a su lectura, un anhelo infantil o golpe de inocencia, un tanto
inverosímil, como quien espera la venida sorprendente de LO NUEVO, en un
tiempo, el nuestro de ahora, en el que la imaginación más enriquecida es muchas
veces, la finalización alegre de haber bebido de amplias y provechosas fuentes
históricas.
“De Espinas, Cenizas y Licores” es el primer poemario de
Luz Arrocha. Irrumpe con un lenguaje atrevido, procedente de una clara y
radical introspección, separando las piedras pesadas del tiempo, practicando un
costoso trabajo de policía bueno o fiscal amistoso del yo. El poemario de Luz
Arrocha es inclasificable. Los trabajos verdaderamente inclasificables son,
para mi gusto, los más interesantes. Los que no se amoldan a una directriz
crítica porque, de entrada, no se sabe muy bien lo que son.
“De Espinas, Cenizas y Licores” circula entre escenarios
insólitos fuera de la manida racionalidad, bordeando temerariamente un
surrealismo elemental, sin que pueda sospecharse, detrás de cada palabra, la
existencia de artificios deshonestos de una principiante presuntuosa. En el
citado poemario, leemos y sentimos pasión por un compromiso de corte
existencial, que es un compromiso atento por la vida. Poemario estremecido por
inesperados contrastes entre unos versos diáfanos, en los que la claridad del
concepto es una realidad nítidamente visible y otros, en los cuales, el
lenguaje se destripa sobre un terreno rocoso de poesía críptica.
“De Espinas, Cenizas y Licores” se construyó en el silencio
de su autora, un silencio densamente habitado, que abre los ojos internos como
dos faros que necesitan, imperiosamente, alumbrar las dudas y un amplio espacio
vital, orientando al lector hacia el placer gustoso de los balanceos que ni
sabemos en qué orilla nos van a depositar. La indeterminación como posibilidad
única de entregarnos a las virtudes de la intuición, igual que un gran poder
que nos ayuda a vivir en condiciones emocionales aceptablemente buenas.
En “De Espinas, Cenizas y Licores” también hay mujeres con
sexo y en el sexo, rebeldías defensivas comparables al deseo urgente de
conservar el derecho a la soledad y una sensualidad carnal y un puñado de
sueños que insisten. Recomendable primera obra de Luz Arrocha, trabajo
singularmente sólido, madera de la buena preparada para arder en la hoguera de
la creatividad de un original poemario que merece la oportunidad de una amplia
y atenta lectura.
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