Salvador García Llanos
El Grupo de Ciudades Patrimonio, en el que se encuentra San
Cristóbal de La Laguna, desarrolla una campaña de concienciación y
sensibilización orientada a fomentar el respeto y acabar con el vandalismo. Hay
unas vallas publicitarias muy llamativas en las que puede leerse el mensaje
común: “Cuando dañas el patrimonio, nos dañas todos”. Se trata de poner en
valor el conjunto patrimonial y de estimular la necesidad de conservarlo como
parte de la historia y de la cultura. Las pintadas o los actos vandálicos en
los monumentos, la contaminación por ruidos y, sobre todo, el abandono o la
falta de protección son problemas comunes de estas ciudades; pero también de
aquellas que, no siendo Patrimonio de la Humanidad, se ven afectadas por esos
males de nuestro tiempo hasta el punto de deteriorar señas de identidad y
elementos esenciales de la personalidad urbanística.
Es el caso del Puerto de la Cruz del que nos hemos ocupado
varias veces en este espacio y en otros foros donde se nos ha requerido. En
este mismo mandato, el pleno del Ayuntamiento acordó por unanimidad, a
iniciativa del Grupo Municipal Socialista, la creación de un consejo municipal
para la defensa y promoción del patrimonio histórico. Se trataba de crear un
órgano asesor que “coordine y priorice actuaciones y al mismo tiempo articule
actividades para el fomento, promoción y difusión del patrimonio histórico del
Puerto de la Cruz y su aprovechamiento para ciudadanos y turistas”. No se
conoce muy bien la operatividad de ese consejo: ya dijimos en su momento que
ojalá no quedase en mera expresión de voluntad pues estas cosas requieren de
constancia, de seguimiento y de pragmatismo, aunque sea lento. Porque, sobre
todo, hay que extender la sensibilidad y eso, en la sociedad de nuestros días,
pese a todos los adelantos, no es nada fácil. Al pueblo portuense siempre le
costó involucrarse en tareas como las que aquí se plantean.
Y no faltan escenarios en los que actuar. Pero hay que
actuar. Primero, con un plan. Luego, estableciendo prioridades. A continuación,
con dotaciones presupuestarias que signifiquen la posibilidad real de
conservar, restaurar o mejorar. Y también, fomentando la implicación de la
iniciativa privada. ¿O es que nos resignamos a que las viejas casonas y los
antiguos edificios identificativos de una época permanezcan cerrados, se
deterioren y se vengan abajo por no existir un mínimo de conciencia colectiva?
De ahí, el acierto del lema de esa campaña extrapolado al
municipio portuense: dañar es también abandonar, renunciar, permanecer
indolentes. Y ese daño, claro que nos afecta a todos. No puede ocurrir que el
silencio y la resignación sean la respuesta. La concienciación es un soporte
primordial para fomentar el respeto y acabar con el vandalismo. Ya escribimos
que en este contexto hay mucho de civismo, de sensibilidad y hasta de
pedagogía. Es cuando menos paradójico que cuando desde algunos sectores se
apele ahora a ir juntos en una misma dirección, no se tengan en cuenta causas
como ésta, no solo noble sino apta para demostrar que puede haber convergencia
de criterios y de objetivos, beneficiosos para todos y ejecutados “en la misma
dirección”.
El caso es hacer algo, evitar más daños patrimoniales,
especialmente por abandono u omisión.
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