Salvador García Llanos
Cuando en junio de 2013 Pedro Bellido Camacho se estrenaba
con una exposición individual de veinte cuadros en el Instituto de Estudios
Hispánicos de Canarias, dijimos que, por fin, su vena artística circulaba a
plenitud. “El punto de partida de un nuevo artista”, señalaba el crítico
Celestino Hernández.
Tres años después, en mayo de 2016, el profesor Nicolás
Rodríguez Munzenmaier, en la segunda exposición de Bellido, definía: “Es su
paisaje y es suficiente”. Entonces, escribimos que el artista, “siempre apoyado
por la esposa profesora y familiares que conocen de su vena pictórica, sabe que
empieza a madurar, por lo que puede incursionar y proponerse nuevos horizontes
que servirán, seguro, para descubrirse del todo”.
Y ahora, cuando se confirma aquella fluidez, cuando el
camino emprendido revela las cualidades en su momento ponderadas, nos
corresponde redescubrir la versatilidad de sus acrílicos, título de esta nueva
exposición, elaborada con el esmero de siempre, apta para contrastar una
sensible intuición para el color, acaso consecuente con aquella máxima de su
maestro, el profesor Miguel Pérez Aguilera: “Plasma los colores y seguro que te
salen las figuras”.
Nos van a permitir que expliquemos algunas ideas sobre la
pintura acrílica, que está elaborada con pigmentos aglutinados con resinas
sintéticas solubles en agua. De secado rápido. Cualquier pintura en la que el
pigmento esté integrado en una resina sintética suele ser identificada como
acrílica, bien es verdad que los artistas emplean el término independientemente
de si la resina es verdaderamente acrílica o, por ejemplo, acetato de
polivinilo. Como dijimos hace un momento, se caracteriza por proporcionar un
secado rápido que no amarillea con el paso del tiempo. Es muy adaptable, nos
ofrece las posibilidades de la acuarela si la diluimos con abundante agua, y
los empastes del óleo si la utilizamos sin agua. Se puede trabajar sobre
cualquier soporte absorbente, imprimado o sin imprimar. Permite empastes de
mayor resistencia que el óleo, el cual tiende a cuartearse. La consistencia de
la pintura acrílica es suave y mantecosa. El proceso de secado se puede
retardar añadiendo glicerina o un producto específico.
Los expertos apuntan que es una pintura fuerte y flexible a
la vez. Además de las tradicionales técnicas de pintura transparente, opaca y
mixta, la acrílica se puede raspar, presionar, aplicarla en tubo para hacer
ribetes, pulverizarla, arrojarla sobre el soporte, mezclarla con masilla para
efectos de textura, e incluso trenzarla.
Pedro Bellido interpreta estas características para
reafirmar su sensibilidad al paisaje, ya sea un no tan imaginario planeta ya
una manifestación religiosa. La sobriedad cromática de la que hace gala en
cualquiera de los formatos que presenta distingue su plasmación. Obsérvese, por
ejemplo, ese Teide en el que combina los factores apuntados. Los cráteres de
Timanfaya son de aguda vigorosidad. La placidez de los atardeceres envuelve las
sensaciones apropiadas para quedarse. El autor que inició “El camino”, título
de su bautismo pictórico, acredita el afán de autoexigencia perfeccionista que
nos atrevimos a augurar.
Bellido, así, se mueve cómodo entre las atmósferas
naturalistas y las mezclas figurativas para recrearse en algunas abstracciones
y otras composiciones depuradas en acabado mate y uniforme. Reafirma, con
texturas miscibles, la versatilidad de sus impresiones para impregnar de
vitalismo sus obras y sus entornos.
Por eso, el artista sale en busca de su propio paisaje sin
necesidad de reconciliar. Lo crea desde ópticas atrayentes e iridiscentes que
terminan envueltas en un sutil y ordenado caleidoscopio polícromo.
Estos acrílicos revelan la versatilidad creativa de Pedro
Bellido, ora pegado a la paisajística de su tierra natal ora a la naturaleza
canaria que abrazó hace ya unos cuantos años ora a la realidad más cercana que
ha visto evolucionar y crecer hasta sellarla con una estética creada para ser
retenida. Es su visión personal, el cromatismo a su modo, la reflexión extraída
de la concepción artística en la que, siguiendo a su preceptor, priman los
colores con los que plasman los caminos que se dibujan entre el pasado de los
recuerdos y el futuro de los sueños.
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