Lorenzo de Ara
“Todas las extravagancias caen ante su fuerza”. No sé quién
es el autor o autora de la frase, pero me viene como anillo al dedo para seguir
escribiendo sobre los avatares del Puerto de la Cruz y, a la vez, sobre la
memez política que, todavía hoy, para desgracia de sus vecinos, se experimenta
en ella.
La extravagancia en un líder político es muchas veces
consustancial a su forma de ser. Incluso a su forma de entender la vida. Ni que
decir tiene que un servidor siempre ha mostrado el mayor de los respetos hacia
el camino ideológico y personal que emprende libremente un coetáneo.
En la política, la extravagancia es una herramienta (casi
nunca un arma) tentadora pero a mi entender, ineficaz y pesada. Extravagancia
es pontificar a todas horas. Pregonar a los cuatro vientos la llegada del
apocalipsis, aun a sabiendas de que la mentira se huele y se ve, y es fea
porque se muestra desnuda y envejecida de tanto usarla.
La extravagancia en los jóvenes que militan y participan en
un proyecto político es mucho más dolorosa.
Pero, claro, alguien podrá preguntarse qué quiere decir
Lorenzo con extravagancia. La RAE sentencia:
1. adj. Que se hace o dice fuera del orden o común modo de
obrar.
2. adj. Raro, extraño, desacostumbrado, excesivamente
peculiar u original.
3. adj. Que habla, viste o actúa de forma excesivamente
peculiar u original. U. t. c. s.
4. adj. desus. Dicho de una correspondencia: Que, por tener
su destino en otra población, es recibida en tránsito por una administración de
correos.
5. m. desus. Escribano que no era de número ni tenía
asiento fijo en ningún pueblo, juzgado o tribunal.
6. f. Cada una de las constituciones pontificias que se
hallan recogidas y puestas al fin del cuerpo del derecho canónico, después de
los cinco libros de las Decretales y Clementinas.
Al hijo de Adela y Periquín le interesa que se tenga muy
presente, en uno de los momentos más concluyentes para el Puerto de la Cruz,
que el lector, siempre sapientísimo, señale el defecto y posterior efecto que
un líder político local podría (de hecho ya lo está haciendo) causar a los
intereses de la ciudad.
A ver si de una vez por todas el líder en cuestión hace un
ejercicio bien sencillo. Consiste, por ejemplo, en meditar sobre lo que dice el
filósofo español, Fernando Savater: “Nuestros tenaces vicios espirituales.” O
lo que escribe Pedro G. Cuartango, director de El Mundo: “Todo esto no es una
teoría abstracta ni un discurso para un debate académico sino que es la triste
conclusión que podemos extraer de un entorno dominado por la demagogia y el populismo,
que nos conducen a mirarnos al ombligo y a responsabilizar a los otros de los
males de los que somos responsables.”
Poco a poco voy experimentado un cansancio infinito al
escuchar por obligación la repetida cantinela del que, sabiéndose perdedor, ridículamente
va dando lecciones de victoria y de superioridad moral. Repito, un cansancio
que puede llegar a confundirse con el asco.
P.D. Juan Carlos Marrero, concejal de Urbanismo en el
Ayuntamiento del Puerto de la Cruz está desarrollando un trabajo notable en el
área, a la que llegó para sorpresa de muchos, y en la que, también para
sorpresa de un servidor, se encuentra muy a gusto y con ganas sobradas de
aprender todos los días. Es un hecho que existe la maduración vital de las
personas. De Juan Carlos me distancié muchísimo en el pasado. Pero no me duele
en absoluto reconocer que el edil de este mandato, tras sufrir con crudeza el
batacazo electoral de CC en las pasadas elecciones locales, es un hombre y un
político en el que el alcalde puede y debe depositar la máxima confianza.
Aunque Marrero repita hasta la saciedad que su ciclo en la política concluirá
en 2019, soy de los que afirman que se ha ganado con creces recapacitar sobre
ese precipitado adiós que tanto anuncia. Yo no regalo piropos. Yo constato
hechos. Marrero está haciendo un gran trabajo.
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