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sábado, 1 de abril de 2017

SE CUMPLEN CINCO AÑOS DEL MUSEO DOMINGO RIVERO

Rosario Valcárcel Quintana

No sé si en algún lugar del mundo un poeta ha tenido un nieto como el periodista José Rivero. Un hombre de corazón grande y generoso quien comprendió que debía cultivar la memoria humana y literaria de su abuelo, Domingo Rivero, que su obra debía ser publicada, leída y conocida. Porque él no podía permitir que se apagara la voz del poeta, que cayera en el olvido o la desmemoria.

Y para ello rehabilitó un piso en la calle Torres junto al precioso barrio arquitectónico de Triana. Una calle que sigue siendo la misma que cuando el escritor deambulaba por ella. Un piso que está construido sobre la casa que habitó el poeta hasta su fallecimiento en 1929. Un escenario para recitales liricos, teatro, cine y exposiciones de pintores, fotógrafos, escultores, unos en plena madurez artística, y otros que se inician con dignidad.

José Rivero se encontraba dispuesto a todo, quería crear una atmósfera para la reflexión, el debate y la utopía; para examinar la cultura. Un espacio para la investigación y conservación en el que la poesía de Domingo Rivero no permanezca paralizada. Un Museo auténtico, capaz de unificar arte y vida, un punto de encuentro para un público amplio, para todos.

Durante algunos años, Luis y yo nos tropezábamos con Pepe Rivero, como le llamamos, nos confió el proyecto del Museo que, tanto él como su esposa, María Luisa Estévez, trabajaban con firmeza día a día, centímetro a centímetro. Hablábamos de lo que hacíamos o pensábamos hacer cada uno de nosotros. Mientras, él se negaba a los problemas que aparecían, a la tristeza de su frágil salud. La procesión iba por dentro. Otras veces lo veía como avanzaba pensativo como si las ideas se hubiesen apoderado de él o quizás reflexionaba en aquella frase de Borges: “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”.

Y lo consiguieron. Hoy el Museo Domingo Rivero cumple cinco años y da cabida al legado integrado por la biblioteca del escritor y de su esposa María de las Nieves del Castillo Olivares y Fierro, a los recuerdos y objetos personales, al olor de libros nuevos y viejos en una pequeña exposición donde la poesía del poeta dialoga con las obras que se presentan en el abarrotado salón del Museo. Un periodo corto pero fructífero.

Se cumplen cinco años del Museo Domingo Rivero, una edad apreciable en el esfuerzo y el propósito de la diversidad y la acogida. En el que gracias a la labor que realiza José Rivero junto con Elisa Quintana han llevado a cabo un Taller de escritura creativa que lleva el nombre del poeta, así como una exposición de caricaturas sobre el poeta. La exposición por el Centenario de Shakespeare y Cervantes en colaboración con el Grupo Filatélico en la que se mostraron libros de la biblioteca personal del poeta, el sello de Domingo Rivero; la traducción al inglés de una selección de poemas realizada por María de Mar Santana, y la presentación de "De una poética de la escisión", por Antonio Puente. Así como la presentación de "Tú, a tu cuerpo", de Victoria Oramas. Una obra basada en el maravilloso soneto: “Yo, a mi cuerpo”.
¿Por qué no te he de amar, cuerpo en que vivo?/ ¿Por qué con humildad no he de quererte, /si en ti fui niño y joven, y en ti arribo, / viejo, a las tristes playas de la muerte?

Un poema que afirma Eugenio Padorno que está considerado como una de las cimas líricas de la Poesía Canaria. Y comienza Victoria Oramas a navegar por los mundos interiores del poeta, en el oleaje de la fatalidad que le inundó la muerte de su hijo, Juan, precisamente cuando se disponía a trabajar en la posibilidad de publicar una selección de poemas que nunca llevo a cabo. La muerte roe mi cuerpo con dentelladas finas, las cicatrices son frescas... Pero he vivido, he vivido... y amo este cuerpo viejo…

Se cumplen cinco años del Museo Domingo Rivero, un proyecto encomiable de Pepe Rivero junto con Elisa Quintana. Una labor que al periodista, ajeno a los elogios y aplausos personales, lo ha llenado de satisfacción y lo ha unido a su abuelo por el que sentía una profunda admiración y con el que siempre se ha encontrado plenamente identificado en lo político, personal y en lo poético.

Un Museo que la memoria de Domingo Rivero merecía.

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