Agustín Armas Hernández
Nadie pone en duda que en la actualidad Puerto de la Cruz
es una gran ciudad. No solamente que lo es, sino que, además, es una de las más
importantes de cuantas se asientan sobre estos peñascos volcánicos otrora
afortunadas Islas Canarias. Admirada y también envidiada por su belleza y
benigno clima. Ha sido y seguirá siendo, a pesar de algunos, la más importante
y veterana en cuanto al turismo se refiere. Su encanto y solera son
indiscutibles e indestructibles.
Ha pasado, en pocos años, de pueblo pequeño, pintoresco y
recoleto (de siempre culto) a gran Ciudad Turística de Canarias. Perla valiosa,
orgullo de tinerfeños y canarios, en general. En la actualidad, posee variedad
de instalaciones que hacen cómoda y agradable la estancia de lugareños y de
cuantas personas la visitan. ¿Entonces qué le falta a Puerto de la Cruz como
gran Ciudad Turística? Sí que le faltan algunas cosas importantes para su total
plenitud como metrópoli turística y para plena satisfacción de sus ciudadanos;
por lo menos cuatro que completarían su total atractivo. Helos a continuación:
el anhelado muelle deportivo-comercial, un teatro, un campo de golf y la
desaparecida sociedad cultural y recreativa.
De estas cuatro instituciones, una en proyecto, la más que
urge, sin quitársela a las restantes, es la última mencionada, o sea, la
sociedad.
Desde que se cerrara, por desahucio, en 1957 la recordada
Sociedad Iriarte, los ciudadanos de Puerto de la Cruz hemos quedado huérfanos,
desorientados. No tenemos dónde reunirnos en amena tertulia, ¡queremos nuestra
Sociedad!, pues deseamos expresarnos en ciencias y arte, en política, religión,
poesía, pintura, medicina, etc. Y, también, como es lógico, sobre los avatares
de nuestro lar patrio. El más humilde de los pueblos tiene sociedad o lugar donde
reunirse al final de la jornada diaria. Más Puerto de la Cruz no la tiene. Es
por ello que hacemos un llamamiento a nuestros dirigentes políticos, tanto de
Puerto de la Cruz como del Gobierno de Canarias, para que hagan lo que esté en
sus manos y en breve plazo de tiempo volvamos a tener nuestra Sociedad Iriarte.
Deprime, cuando paseamos por las calles del Puerto y leemos: Club Inglés, Casa
Sueca, Alemana, hindú, etc. Y nosotros nos preguntamos: ¿cuándo y dónde nos
reuniremos los portuenses? Prosigamos. El Cabildo de Tenerife ha adquirido la
histórica Casa de la Real Aduana de Puerto de la Cruz. Esta importante Casona
que data del siglo XVII (concretamente de 1620) fue sede del Almojarifazgo y
Real Aduana de Tenerife. Está construida dentro de la antigua batería de Santa
Bárbara, situada en el lugar más bello y emblemático de la Ciudad Turística,
lindando con el mar. Rezuma salitre y brea. De antaño relacionada con el mar y
el comercio y, de siempre, unión umbilical de la Plaza del Charco. Por estos
hechos, y último motivo, se hace el lugar idóneo para instalar un centro de
cultura y recreo. ¿Sería compatible lo que se piense instalar en la Casa de la
Aduana con la ubicación de la Sociedad Iriarte? Ahí queda la pregunta. Mi amigo
Antonio Tejera Reyes expresó muy bien en su artículo «La casa de la aduana»,
aparecido en este mismo rotativo EL DIA, lo interesante de esta casona y la
alegría que daría a los ciudadanos portuenses si allí se instalara nuestra
añorada y ansiada Sociedad Iriarte. ¡Que así sea!.
Aclaración: este escrito fue publicado por el periódico El
DÍA el Sábado 1 de Agosto de 1998.
Como vemos, han pasado algunos años desde entonces. El
Puerto de la Cruz, como es natural sigue en el mismo sitio no se ha movido,
pero de lo que solicitamos en aquel tiempo, nada de nada. Exceptuando que, la
Casa de la Real Aduana se ha convertido en un lugar para la cultura de la
Ciudad Turística de Canarias. Se ha instalado allí el Museo de Arte
Contemporáneo Eduardo Westerdahl, (MACEW). Centro que lleva muy acertadamente
su director D. Celestino Hernández Sánchez, Historiador de Arte. Un aplauso
para los que consiguieron que este edificio emblemático portuense, se
convirtiera en lugar de encuentros y de cultura. Variedad de eventos se celebran en esta vetusta
e interesante casona lindante con el muelle pesquero. Y que, desde su
construcción la refresca el cercano mar bravío del norte de Tenerife.
Algo es algo, se ha dado el primer paso. ¡A por el resto!
¿Lo lograremos algún día? ¡Claro que sí!
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