Agustín armas Hernández
Las ciudades y pueblos que, en estos tiempos que corren, se
ralenticen o rezaguen perecen. Modernizarse y ponerse al día es esencial. Coger
el tren del progreso es lo llamado. Más de treinta años han transcurrido desde
que se pusiera la primera piedra del dique de contención del que sería, en el
futuro, «Parque Marítimo Portuense». Para construir dicho parque, el Puerto de
la Cruz tendría que sacrificar el segundo tramo del otrora exuberante y
productivo bajío que media entre el muelle pesquero y el Castillo de San
Felipe. Ocuparía en su totalidad la ribera marina lindante con el barrio de
pescadores conocido como «La Ranilla». Preludio por el cual muchos buenos y
veteranos pescadores tendrían que abandonar sus casas y, con dolor de su alma,
instalarse en otros lugares de la Ciudad, e incluso fuera de ella. Alejados,
como es obvio, de su medio habitual de subsistencia. La otra parte de aquel
interesante bajío de origen volcánico; que con el anterior formaba la casi
totalidad del litoral portuense, ya lo habían ocupado, tiempo atrás, las
instalaciones del lago y piscinas de Martiánez. En este lugar emblemático del
Puerto de la Cruz, dejó sus huellas de gran artista el prestigioso y ahora
desaparecido César Manrique (D.E.P.). Osése, en el tramo que comprende desde
San Telmo hasta el «Charco de la soga», lindante con la playa de Martiánez. De
arena negra, como todos sabemos, es dicha playa cuyo nombre y fama son
conocidísimos. El muelle pesquero, con el penitente, dividía y dividen, puesto
que la costa no ha desaparecido, en dos partes claramente definidas los
mencionados bajíos. Ambos tenían sus nombres que los distinguían. Al de
Martiánez se le conocía como «bajío de arriba» y al de la Ranilla como «la
brava». ¿Quién no los recuerda? Ciertamente, muchas personas. No solamente
lugareños, sino también foráneos; gentes que venían de los pueblos colindantes
e incluso allende del mar.
Todos ellos se desplazaban al Puerto de la Cruz, no
únicamente a disfrutar de su benigno clima, sino también a degustar,
precisamente, los ricos mariscos y pescados de aquella ribera marina; ahora
desaparecida y que tanto echamos de menos. ¿No reclamará el océano Atlántico
algún día lo que le usurparon de sus dominios?... Esperemos que no. Intentos
los han habido. Mas la sangre no ha llegado al río. Recordemos algunos de los
productos marinos que tan abundantemente se daban en aquellos prodigiosos
bajíos: cangrejos, lapas, pulpos, almejas, morenas, viejas, cabrillas, etc. El
mar de entonces, limpio y transparente, junto al olor a yodo y a sal que se
desprendían de aquel bravo y productivo litoral, además del excelente clima,
hacían del Puerto de la Cruz el lugar más atrayente y atractivo para los
amantes del mar y sus productos. El fluir de personas a la costa portuense de
los pueblos de su entorno fue continuo y progresivo. Sobre todo, a partir de
los años 50 con la riada de turistas extranjeros que nos invadían atraídos por
la fama de pueblo tranquilo y de belleza sin par.
El llamado «sexo fuerte», no solamente del Puerto de la
Cruz, sino también de toda la Isla, se acercaba a la playa de Martiánez no
solamente a comer pescado y marisco fresco, sino además para contemplar el
curioso contraste y perfecta armonía que se daba entre la arena negra de la
playa y las rubias y esbeltas escandinavas tendidas al sol del medio día o de
la tarde. Ahora bien, el Puerto de la Cruz que fue granero de media Isla, por
no decir de toda, que dio de comer a mucha gente en aquellos años difíciles...
Me pregunto: ¿por qué, ahora que nadamos en abundancia, se le tiene tan
abandonado? Se hacen construcciones importantísimas con vistas al turismo en
varios puntos de la Isla y se terminan rápidamente, mas en el Puerto de la Cruz
las pocas que existen van muy lentas o seeternizan.
¿No va siendo hora de que
se acelere la terminación de su Parque Marítimo? ¿Por qué razón siendo
el Puerto de la Cruz de tanta importancia turística, su puerto deportivo,
pesquero y comercial tiene que ser, de los programados, el último en
construirse? ¿Merece el Puerto de la Cruz este pago?... No y mil veces no.
Tratemos al Puerto como se merece, ¡saquémoslo adelante! Hacerlo es de bien
nacidos y de agradecidos.
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