Javier Lima Estévez
En la obra Los árboles históricos y tradicionales de
Canarias, el periodista Leoncio Rodríguez (1881-1955), dedicaría un pequeño
apartado a las características de la palmera canaria. Entre otras
consideraciones, establecería que “no se concibe un paisaje canario donde no
luzca la silueta grácil, ondulante y bella de la palmera. Sin su penacho
alegre, nuestras campiñas parecen vestirse de luto. En cambio, cuando su verde
abanico se recorta en el cielo azul, hasta los lugares más sombríos, de
ambiente más melancólico, se tornan plácidos y sonrientes”.
Para ampliar algunos aspectos sobre palmeras históricas en
nuestro territorio, acudimos al periódico Heraldo de Orotava. En su edición del
4 de marzo de 1923, disponible en el portal Jable de la ULPGC, ofrece interesantes
datos respecto a un bello ejemplar de palmera (Phoenix canariensis), que la
tradición remontaba a la época de la conquista tinerfeña, al igual que el Drago
que tantos viajeros describieron en el jardín de la ilustre casa de Franchy, “y
que derribó el famoso temporal de 1867”.
Según el artículo, “eran los dos
ejemplares arbóreos más notables de la flora indígena, que tanto admiraban
cuantos acudían a aquel hermoso lugar atraídos por la fama de los mismos”. El
marco de un terrible temporal terminaría por partir la palmera, “que había
desafiado recios vendaval, y hasta el rayo se le acercó a su flamante cimera”,
encontrando en aquel temporal su trágico fin. El peso de los años también se
reflejaba de forma lógica en su comba, aunque la imagen de su copa, “erguida y
retadora siempre, semejaba la altiva cabeza de un anciano que la adversidad
jamás pudo abatir”.
Como recuerdo de aquel magnífico ejemplar, quedaría en
aquellos momentos el tronco del gigante, “mudo, triste y solitario, parece que
recita un poema donde una raza muerta dejó su espíritu, sus grandes virtudes,
el amor intenso, profundo, a la tierra de sus cariñas y grandes devociones”.
Leoncio Rodríguez, en la obra anteriormente citada,
llegaría también a manifestar las características de un hermoso ejemplar “que
cayó abatido por un huracán en el año 1918. Tenía una altura de veintinueve
metros y había resistido hasta entonces los más furiosos temporales sin perder
su bello y gallardo perfil”.
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