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sábado, 11 de marzo de 2017

EL TEMPORAL Y LA PALMERA

Javier Lima Estévez

En la obra Los árboles históricos y tradicionales de Canarias, el periodista Leoncio Rodríguez (1881-1955), dedicaría un pequeño apartado a las características de la palmera canaria. Entre otras consideraciones, establecería que “no se concibe un paisaje canario donde no luzca la silueta grácil, ondulante y bella de la palmera. Sin su penacho alegre, nuestras campiñas parecen vestirse de luto. En cambio, cuando su verde abanico se recorta en el cielo azul, hasta los lugares más sombríos, de ambiente más melancólico, se tornan plácidos y sonrientes”.

Para ampliar algunos aspectos sobre palmeras históricas en nuestro territorio, acudimos al periódico Heraldo de Orotava. En su edición del 4 de marzo de 1923, disponible en el portal Jable de la ULPGC, ofrece interesantes datos respecto a un bello ejemplar de palmera (Phoenix canariensis), que la tradición remontaba a la época de la conquista tinerfeña, al igual que el Drago que tantos viajeros describieron en el jardín de la ilustre casa de Franchy, “y que derribó el famoso temporal de 1867”.

Según el artículo, “eran los dos ejemplares arbóreos más notables de la flora indígena, que tanto admiraban cuantos acudían a aquel hermoso lugar atraídos por la fama de los mismos”. El marco de un terrible temporal terminaría por partir la palmera, “que había desafiado recios vendaval, y hasta el rayo se le acercó a su flamante cimera”, encontrando en aquel temporal su trágico fin. El peso de los años también se reflejaba de forma lógica en su comba, aunque la imagen de su copa, “erguida y retadora siempre, semejaba la altiva cabeza de un anciano que la adversidad jamás pudo abatir”.

Como recuerdo de aquel magnífico ejemplar, quedaría en aquellos momentos el tronco del gigante, “mudo, triste y solitario, parece que recita un poema donde una raza muerta dejó su espíritu, sus grandes virtudes, el amor intenso, profundo, a la tierra de sus cariñas y grandes devociones”.

Leoncio Rodríguez, en la obra anteriormente citada, llegaría también a manifestar las características de un hermoso ejemplar “que cayó abatido por un huracán en el año 1918. Tenía una altura de veintinueve metros y había resistido hasta entonces los más furiosos temporales sin perder su bello y gallardo perfil”.

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