Antonio-Pedro Tejera Reyes
Dedicado a l0s que presumen de ser buenos jugadores de dominó.
Decía Héctor Simoza Alarcón –El Tigre de Carayaca – en su
best seller, el libro CIENCIA Y ARTE EN EL DOMINO, que él disfrutaba más
pudiendo hacer una buena jugada que ganando una partida. Nosotros también.
Naturalmente partimos del concepto de que este llamado
juego ciencia, lo practicamos como un entretenimiento pasivo, aunque haya algún
ligero instante que “se nos crecen los cables” ante una mala jugada del
compañero, o alguna argucia rara de los contrincantes que solo quieren ganar a
costa de lo que sea. Las reclamaciones
airadas – a veces rozando el insulto – no entran en nuestra perspectiva del
juego del dominó. Tampoco las reiteradas reclamaciones por que no hemos seguido
unas reglas, totalmente obsoletas, como son en el dominó de los ignorantes de
otras cosas mejores, no pegarle a mi salida, respetar la piedra del compañero,
salir con el doble mayor acompañado, o sencillamente devolverme mi salida.
Van estas reflexiones para aclarar posturas de los malos
jugadores, o los que solo juegan por inercia con métodos obsoletos establecidos
que nada tienen que ver con la técnica científica que hay que emplear en este
juego, si es que se quiere progresar en él.
Cumpliendo la promesa hecha a un buen jugador, cuyas
maneras se han ido deterioran-do en el tiempo, por renunciar a la estrategia
del buen juego para incorporarse a la
rutina de repetir la del compañero, pegarle a la del contrario o matar la
salida, lo cual le ha llevado a jugar peor cada día y caer en el foso del jugador
rutinario que usa solo la fórmula de ganar como sea recurriendo a la “pillada”
de engañar al contrario, pensando con una sola piedra para jugar, y toda una
seria de artimañas que están en contra del buen juego del dominó.
Jugar al dominó debería ser un entretenimiento sano donde
el compañerismo debe a aflorar, que sirva como un culto a la amistad, la
comprensión y el buen trato.
Pasar un buen rato ante unas partidas con buenos amigos y
personas correctas en su proceder, tiene que formar parte de un juego que está
llamado a activar el cerebro, aparcar preocupaciones y permitirnos unos
momentos de ocio bien necesarios para la salud, en un mundo donde los problemas
diarios cada día avanzan más, produciendo serios deterioros en nuestra salud
mental.
El juego del dominó, nos fue recomendado un buen día por un
médico amigo, como una terapia aconsejable como recuperación de una deteriorada
salud mental producida por un exceso de trabajo. La actividad de la
concentración en las incidencias del juego, y la forma pasiva en que hay que
enfrentarlas, deben formar parte principal de la actitud que tenemos que
observar durante el desarrollo de las partidas. Los aspavientos, las
reclamaciones descompuestas, y las actitudes violentas, no van con un juego que
tiene sus bases en la ciencia del razonamiento, la compresión y las
matemáticas. Todo lo que sea contrario a esto, nosotros lo consideramos
desperdicio…
Generalmente, los malos jugadores son los que más reclaman,
presumen de ser los mejores y alardean cuando ganan a costa de lo que sea…
aunque el motivo es que el contrario se equivocó. Desperdicio amigos, desperdicio…
Para que nos vamos a enfadar. ¿Tiene esto alguna
explicación?
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