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sábado, 11 de marzo de 2017

EMPEÑADO EN HACER EL RIDÍCULO

Lorenzo de Ara

No aprende. Es más, se empeña en no querer aprender. Cuando un político se aferra al sectarismo, al odio visceral hacia el adversario, (para él enemigo) no cabe un atisbo de cordura en el análisis de la realidad. Todo queda desvirtuado por el odio, la sinrazón y animosidad.

Esta vez voy a ahorrarme todo nombre. No entraré a describir al personaje, al que sinceramente aprecio y jamás he deseado que le fueran mal las cosas. Es joven, acaba de llegar a la política como el que dice y, todavía, si permanece en ella, le queda mucho por aprender. Sobre todo controlar la soberbia del que gana pero pierde, o del que sencillamente pierde porque no supo convencer para estar en el poder.

Despotricar es muy fácil. Emborronar la realidad también. Coser y cantar destripar al adversario, incluso al que desde otra administración por vez primera se involucra con el municipio y pasa del fotomatón, anteponiendo su palabra y dejando muy claro que en esta ocasión los hechos mandan y no hay más engaño, no hay cabida para más promesas incumplidas. Ser terminó el postureo y alumbra el día de los hechos consumados.

Pero el opositor, lleno de odio porque huele como la hiena mal herida que su futuro va a ir a peor, mal aconsejado quizá, o sencillamente movido por todos los males que arrastran los mediocres, ha decidido arremeter sin control hacia todos y hacia todo. No le importa el daño que pueda ocasionar. En su deriva hacia el abismo del todo vale, es capaz de llevarse por delante a su propio partido y a personas valiosas que le rodean.

El 7 es un bonito número, pero cuando el líder cree a pies juntillas que el 1 es Dios, es que se avecina el caos.

Menos mal que la ciudad sobrevive a los pequeños dioses. Menos mal que la ciudad siempre entierra a los muchos cadáveres que la política va dejando por el camino. Menos mal que la ciudad, si está sana, si es crítica, si no es conformista y rechaza la esclavitud de la mediocridad, siempre consigue ver un nuevo amanecer.

P.D. Víctor Cabo, concejal del Partido Popular en el Puerto de la Cruz habla con vehemencia de su trabajo. Se agradece que tenga muy claro que la gestión es básica para consolidar un proyecto, pero que al mismo tiempo no haya perdido el amor por la calle y por las personas que son mucho más que votantes cada cuatro años. El camino por el que transcurre su trayectoria política es que otros deben recorrer cuanto antes. Otros que hoy gobiernan, claro.

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