Lorenzo de Ara
No aprende. Es más, se empeña en no querer aprender. Cuando
un político se aferra al sectarismo, al odio visceral hacia el adversario,
(para él enemigo) no cabe un atisbo de cordura en el análisis de la realidad.
Todo queda desvirtuado por el odio, la sinrazón y animosidad.
Esta vez voy a ahorrarme todo nombre. No entraré a
describir al personaje, al que sinceramente aprecio y jamás he deseado que le
fueran mal las cosas. Es joven, acaba de llegar a la política como el que dice
y, todavía, si permanece en ella, le queda mucho por aprender. Sobre todo
controlar la soberbia del que gana pero pierde, o del que sencillamente pierde
porque no supo convencer para estar en el poder.
Despotricar es muy fácil. Emborronar la realidad también.
Coser y cantar destripar al adversario, incluso al que desde otra
administración por vez primera se involucra con el municipio y pasa del
fotomatón, anteponiendo su palabra y dejando muy claro que en esta ocasión los
hechos mandan y no hay más engaño, no hay cabida para más promesas incumplidas.
Ser terminó el postureo y alumbra el día de los hechos consumados.
Pero el opositor, lleno de odio porque huele como la hiena
mal herida que su futuro va a ir a peor, mal aconsejado quizá, o sencillamente
movido por todos los males que arrastran los mediocres, ha decidido arremeter
sin control hacia todos y hacia todo. No le importa el daño que pueda
ocasionar. En su deriva hacia el abismo del todo vale, es capaz de llevarse por
delante a su propio partido y a personas valiosas que le rodean.
El 7 es un bonito número, pero cuando el líder cree a pies
juntillas que el 1 es Dios, es que se avecina el caos.
Menos mal que la ciudad sobrevive a los pequeños dioses.
Menos mal que la ciudad siempre entierra a los muchos cadáveres que la política
va dejando por el camino. Menos mal que la ciudad, si está sana, si es crítica,
si no es conformista y rechaza la esclavitud de la mediocridad, siempre consigue
ver un nuevo amanecer.
P.D. Víctor Cabo, concejal del Partido Popular en el Puerto
de la Cruz habla con vehemencia de su trabajo. Se agradece que tenga muy claro
que la gestión es básica para consolidar un proyecto, pero que al mismo tiempo
no haya perdido el amor por la calle y por las personas que son mucho más que
votantes cada cuatro años. El camino por el que transcurre su trayectoria
política es que otros deben recorrer cuanto antes. Otros que hoy gobiernan,
claro.
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