Plataforma
Ciudadana "Maresía"
La naturaleza
tiene a veces unas costumbres que a ciertos promotores de reformas urbanas, les
resultan bastante incómodas y es por eso que han hecho todo lo posible para
minimizarlas, ignorarlas y hasta ridiculizar al osado que levanta la mano para
hacer alguna tímida advertencia. Una de ellas es que esta, con cierta
periodicidad (¿anual quizás?), en virtud de su conocida sabiduría nos obsequia
con unos bellos temporales invernales, olas de 4 a 6 metros que arremeten
contra la costa. Nada que deba causar excesivas molestias al ciudadano de a
pie, siempre que existan unas infraestructuras urbanas planificadas de acuerdo
a unos presupuestos bien empleados y ejecutadas por un equipo humano
inteligente y bien preparado.
Pero mucho me
temo que eso de los presupuestos y el equipo humano… como que no. Me explico:
nos encontramos por un lado con la dichosa cultura del pelotazo y por otro muy
bien combinado con ella, al amiguismo, los nombramientos a dedo, etc.
Y así nos va
en este país. También en nuestra isla, pero es que el problema es tan
generalizado que podríamos extrapolar la crítica situación en que nos ha puesto
este infame proyecto de reforma del Paseo de San Telmo, a cualquier otro lugar
de la costa atlántica española. El caso
es que gracias a unos políticos y promotores que sabemos perfectamente, se
benefician directa o indirectamente de las subvenciones europeas, estatales e
insulares (no hace falta recordar de dónde proceden en última instancia esos
fondos); y gracias también a unos técnicos vendidos al mejor postor, lo que
parecería un ejemplo de virtud urbanística, se convierte en una pesadilla
invernal asidua.
A mediados del
pasado octubre una tal María Luisa Cerrillos (pues sí, la redactora del Plan
Especial de Protección del Casco Histórico del Puerto de la Cruz), consideraba
una insensatez la propuesta de
mantener los actuales muros del paseo de San Telmo, que calificaba como “una auténtica frontera de obstáculos urbanos
entre el paseo y el mar”. Frase esta última, repetida hasta la saciedad por
los interesados promotores, como lo harían ciertas aves parlanchinas del Loro
Parque.
Hay que ver lo
que lleva a un ser humano corriente a declarar por pura avaricia, codicia,
ambición de poder (aunque este sea relativamente de poco alcance). La evidencia
se nos presenta diáfana estos días; la protección natural que representa el
muro ante el inmenso poder que exhibe la romántica maresía en cuanto deja de
serlo a causa de las tormentas invernales, no la puede ofrecer una roñosa
barandilla de acero oxidable. Y tengamos claro un dato bien documentado:
el acero inoxidable en realidad no lo es, técnicamente sólo es resistente a la
corrosión (en algunos casos mucho, si hablamos de unas calidades extremas que
por sus elevados precios nunca se permitiría comprar esta gente). Sólo son
verdaderamente inoxidables el oro, el platino y algún otro metal precioso, pero
nada más.
Debo añadir
más a esta reflexión: es una pena que la población sea tan manipulable gracias
a su pésima memoria. Los promotores muy conscientes de ello han sabido
aprovechar los meses de bonanza climática para justificar su pelotazo económico
con este proyecto, pregonando a diestro y siniestro su manoseado “hay que abrir el Puerto al mar”.
Y es durante
los pasados días donde la sabia naturaleza refresca las memorias de la
población conformista y apática. Los efectos se han hecho sentir en toda la
costa norte de la isla: carretera cortada en Garachico (un clásico), casas
desalojadas en Punta Brava, restaurante Tambo dañado, inundación del lago
Martiánez… y en San Telmo el bar de la zona de baños destrozado, con
desperfectos en mobiliario urbano (y ya veremos con qué dinero va a repararlos
un Ayuntamiento carente de presupuesto para mantenimiento). Los lugares más
afectados han sido precisamente aquellos que gozan de la conocida barandilla de
acero, qué casualidad! ¿No?
Tenemos el
testimonio de centenares de fotos y decenas de videos, sin contar con testigos
presenciales (con buena memoria) año tras año. ¿Para qué decir más? Las
imágenes hablan por sí solas.
Lo triste para
mí, es que el ciudadano medio continúe en su apatía y el miedo a alzar la voz
encarándose a la Cerrillos de turno para increparla mientras le exhibe
cualquiera de esas fotos: “¿Quieres abrir el puerto al mar? Toma mar y métete
tu proyecto por donde la espalda pierde su nombre”.
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