Desde
San Sebastián de Guipúzcoa a Tenerife, pasando por los aires de Valladolid,
Salamanca, Lisboa, Faro, mar Atlántico, al este de Madeira, al oeste de
Casablanca, y aterrizando por la cabecera Oeste (Tacoronte) del siempre
cuestionable aeropuerto Tenerife Norte, llegué a mi terruño amado después de
estar una semana en la 61ª edición del Festival de Cine de San Sebastián. En
resumen: me despezuñé y me di un baño de ‘currrtura’.
San
Sebastián, la ciudad donostiarra, ha
sido nombrada ciudad europea de la Cultura ‘pal’ año 2016. Mientras tanto, algunas
zonas de Santa Cruz de Tenerife seguirán
‘goliendo’ a la refinería porque no hay modo de arrancarla de ese sitio, debido
a sus puestos de trabajo, aunque también produce algunas enfermedades
respiratorias, cosa que no he visto publicado nunca por ser un tema tabú.
Y
vamos con mis preguntas del buzón de insurgencias, pues insurgente soy al hacer
estas sugerencias y comparaciones siempre odiosas y además llenas de una cierta
mala ‘milk’:
¿Por
qué las autopistas del País Vasco están perfectas,
con un ‘piche’ en perfecto estado de revista, y las calles peatonales de Sanse
(por San Sebastián) tienen adoquines prefabricados
de pizarra que no se rompen? ¿A quién, a qué ‘arquiteto’ o ‘iginiero’ se le
ocurrió poner en una vía para vehículos a motor, un tipo de adoquín poco
consistente, como el de la calle Zamora del Puerto de la Cruz, que al cabo de poco
tiempo está deteriorado y lleno de baches y ondulaciones?
¿Por
qué una residencia o pensión en Sanse cuesta más cara que un hotel de lujo en la costa de Adeje --
según veo anuncios en la prensa -- con estas
ofertas de temporada baja de turismo, del que dependemos total y absolutamente?
¿Por qué pude comerme un par de plátanos exquisitos, comprados en una frutería
de Sanse, mientras que aquí no suelen dejar
sino lo que los exportadores llaman “el repudio”? ¿Por qué el agua de Sanse se puede beber directamente del
chorro (grifo, en la Península), mientras que la de aquí no hay quien se la
trague? ¿Por qué se come y se bebe en el
País Vasco en cantidad similar a Canarias, pero en calidad infinitamente superior?
¿Por
qué los jóvenes y las señoras mayores van en bicicleta y hasta en patinete sin
peligro por las calles de Sanse? ¿Y por
qué nosotros, ciudadanos canarios, y por
tanto de segunda, caminamos atontados y sin darnos cuenta, por encima del
carril bici de las calles de Sanse, cayendo en algo similar al viejo chiste de la cateta de la sierra de
Madrid que bajó a la capital y no atinaba a cruzar la calle por el paso de
peatones, y el guardia urbano le puso una multa de cinco pesetas “por cateta”,
y ella le entregó al guardia diez pesetas, cinco por ‘ca’ (cada) teta?
¿Por qué en el País Vasco no hay casos
concretos delictivos tan flagrantes y flamantes como el de Las Teresitas, Tindaya
y otros etcéteras más largos que los de aquella célebre obra teatral de Pemán titulada
“Los tres etcéteras de don Simón”? Aquí,
en Canarias, cuatro ‘gorrrfos’ intentaron engañar miserablemente al artista Eduardo Chillida con lo de la
montaña Tindaya; Chillida se murió quizá del disgusto al ver el negociete que
se pretendía montar a su costa, y unos cuantos
años más tarde todavía hay en este terruño isleño, políticos de alto copete que
se empeñan en reavivar y elucubrar con tal
proyecto…
En
fin. Ya he llenado por hoy el buzón de insurgencias, otro día seguiré con estas
inquietantes preguntas. Gracias compañeros, ¡agur!, que en el País Vasco
quiere decir ¡hasta luego!, y en el idioma canario del campesino (como dijo el
insuperable Nijota en su obra “El amor en bicicleta”): ¡Hasta más ver, que son
señas de ‘gorrver’!
Espectador
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