Hans Kamella
Estos apuntes he escrito para perseverar los recuerdos a
los años de guerra y posguerra. También
deben enseñar a nuestros hijos y nietos que suerte tienen ellos vivir en los
tiempos actuales, sin guerra y sin privaciones. Sin embargo, estas líneas están
dedicadas a mi madre, que siempre ha logrado pasar estos tiempos difíciles lo
mejor que posible. Gracias.
En la madrugada del día 21 de octubre de 1.940 nací en el
hospital católico Burggrafenstr.1 en Berlin-Tiergarten. La Burggrafenstrasse
está situada cerca del parque “Tiergarten, con el barrio diplomático, y el
Parque Zoológico. En realidad, una tranquila zona residencial de lujo, pero en
esta noche era todo diferente. Uno de los primeros grandes bombardeos sobre
Berlín se llevó a cabo esa noche. Durante mi nacimiento se fue la luz y mis
primeras horas de vida fueron iluminadas por velas, acompañados por el staccato
de los cañones antiaéreos y del ruido infernal de las explosiones de las bombas
alrededor del hospital. Ciertamente
ningún comienzo esperanzador de la vida. Mi padre podía solo con gran
dificultad llegar al hospital, debido al caos en las calles. El “Führer “había
salido esta misma mañana para reunirse con General Franco en Hendaye.
Mis padres tenían en esta época una tienda de comestibles
en la Gotzkowskystr.10, Moabit. Mi padre había abierto este negocio el día 30
de septiembre de 1.939 (Comienzo de la guerra). El día 13 de abril de 1.941 fue
bautizado en la iglesia del Redentor en la orilla vikingo del rio Spree con
agua del rio Spree. Mis primeros dos años fueron bastante normales a pesar de
las restricciones de tiempo de guerra. Los cumpleaños tuvieron que ser
celebrados en una habitación oscura. Que no podía penetrar luz al exterior con
el fin impedir la orientación a los bombarderos enemigos. Para hacer la tarta
de cumpleaños mis padres tenían tener mucha fantasía por la carecía de muchos
ingredientes. Incluso mi abuela tenía ciertos problemas con la economía de
guerra. Desde que era conocida como una “Planta Carnívora”, que a menudo tenía que
sacrificar parte de su cartilla de racionamiento para comprarme un par de
salchichas.
Todo eso cambio durante el año, cuando los cuando los
bombardeos eran cada vez más violentos y más frecuentes. Ahora se alternaban
los ingleses y los americanos para volar y bombardear día y noche. En junio una
bomba de fosforo alcanzo nuestra casa. Nosotros podríamos escapar del infierno
de llamas, pero todas nos pertenencias en la vivienda y en el negocio se
quemaron. Todavía puedo recordar como corríamos por la calle ardiendo hasta la
orilla del rio. En esta tormenta de fuego era casi imposible de respirar.
Encima el olor a seres humanos quemados. El infierno no puede ser peor. Más
adelante describí mis impresiones a mi madre y ella confirmo estas impresiones.
Mi padre fue convocado a la “Wehrmacht”. No volvería a ver el hasta la Navidad
de 1948.
Mi madre y yo fueron evacuados al pueblo donde nació mi
padre, Murow en la Alta-Silesia. Murow tenía una importante industria de
vidrio. Mi abuelo trabajaba allá como maestro soplador de vidrio hasta su
muerte temprana en la primera guerra mundial. Al principio vivíamos en la casa
de unos parientes, Fam.Wochnik, hasta que mi madre podría alquilar una vivienda
en la casa del director de la fábrica de vidrio, Sr. Zimpelmann, La familia
Zimpelmann tenía dos niños que eran un poco mayores que yo, así que al menos
tenía unos compañeros de juego. También mi tío abuelo Paul se ocupó de mí.
Siempre estaba para bromas, me llevo de pesca y de construir barquitos de papel
en la Budkowitzer Bache. Mi madre encontró trabajo en un aserradero del Sr.
Jaroschowitz. Al lado del aserradero estaba una finca rural, un verdadero
paraíso para nosotros los niños. En el otoño se cocinaban en todas las casas
jarabe de azúcar. Sobre todo, el pueblo volaba una nube de dulce fragancia. Se
comía jarabe en cada oportunidad hasta que este salió uno de las orejas. Luego
fuimos al bosque a recoger setas y bayas. La guerra estaba muy lejos y
disfrutamos de la vida en esta maravillosa naturaleza. Este idillo termino el
día 24 de enero de 1.945 abruptamente.
Mi madre acababa poner la mesa de desayuno cuando recibimos
la noticia del avance del ejército soviético. Tuvimos que dejar todo atrás,
solo una bolsa con el más necesario podíamos llevar, e ir corriendo a la serrería.
En el aserradero ya estaban listos para salir algunos carros tirados por
caballos. Más de la mitad del pueblo se habían reunido para salir en dirección
Oeste. Era un día frio de invierno con 25 Grados bajo cero y mucha nieve. A
pesar de estas condiciones meteorológicas adversas tenía que caminar para no
morir del frio. Yo solo tenía zapatos de lona, y para protegerme del frio tenía
mis pies envueltos en papel de periódico y trapos. El resto de mi ropa era
igualmente pobre. Luego estaba el hambre constante, no había comida caliente.
Hemos sido testigos de cómo madres lanzaron sus bebes congelados fuera del
carro.
En los pueblos donde pasábamos no nos dieron la bienvenida
con los brazos abiertos, ni nos dieron comida o ninguna otra ayuda. Nos
consideraron como traidores porque las autoridades locales todavía creían en el
mundo perfecto y en la victoria final. No podría haber un colapso del frente
oriental.
Dos días después de nuestro paso tuvieron que huir también
o fueron expulsados más tarde. Después de varios días de marcha nos encontramos
un caballo muerto en la carretera. Los hombres cortaron el cadáver hinchado
enseguida y asaron la carne en aceite de motor que habían encontrado en alguna
parte. No hay una cena en un restaurante de cinco estrellas que puede saber
mejor.
Al final de esta parte de la Odisea llegamos a Glatz en las
montañas gigantes (Riesengebirge). Mi madre decidió separarse del grupo e
intentar llegar a Berlín. El resto del grupo siguió a Dresden donde la mayor
parte de la gente murió en el bombardeo asesino. El jefe del grupo, Sr.
Jaroschowitz fue baleado antes por un polaco, que había llevado por lastima. En
Glatz nos llevó un campesino con su trineo tirado por caballos a su casa. Fue
como en un sueño, sentar debajo de una manta caliente y pasear por el mágico
paisaje de las montañas nevadas. Una vez en la casa, la mujer de la casa frio
huevos y bacón en una sartén gigante en una cocina acogedora, caliente. Este
sentimiento de seguridad que hemos tenido allí, después de días de privación,
no se puede describir con palabras. Pero si, había que seguir. Mi madre
consiguió entrar en un tren militar con destino Berlina. Como hizo eso es
inexplicable para mí, pero madres se desarrollan en estas situaciones
excepcionales fuerzas y capacidades que ya rayan en lo sobrenatural. Creo mi
generación debe un agradecimiento especial a sus madres. Este tren militar
transportaba altos oficiales alemanes a Berlina. Lo que permaneció en mi
memoria. en cada compartimento que abrimos sentaba solamente un oficial quien
nos prohibió con voz áspera entrar. (Kommandostimme). Finalmente terminábamos
en el coche cocina pelando papas. Cerca de Breslau teníamos una larga parada
por el fuerte bombardeo de la ciudad. Para mí, como niño lucio todo como unos
gigantescos fuegos artificiales, las municiones de los cañones antiaéreos, los
aviones cazas y los “árboles de navidad”, las marcas que establecen los pilotos
de los bombarderos con el fin de focalizar la meta.
A mediados de febrero llegamos a nuestro destino Berlín.
Por desgracia, durante un bombardeo fuerte, así que tuvimos que refugiarnos en
el bunker del Zoo que estaba lleno hasta el tope. Solamente en una de las
torres de los cañones antiaéreos podíamos instalarnos. Los soldados jóvenes,
casi niños, con sus cañones no podían evitar que una “alfombra de bombas”
cayera después de la otra. En su mayoría eran bombas de fosforo cuales
convirtieren persones, que habían escapado de una sepultura en las casas
destruidas, en antorchas humanas. Después del cese de alarma íbamos a pie, unos
15 km, a través de la ciudad en ruinas a la vivienda de mis abuelos en Britz,
un suburbio al sur de Berlín. Allí, la destrucción no era tan fuerte y allí
podíamos por fin descansar. Todavía estábamos vivos. Pero también aquí había
continuamente alarma por ataques aéreos y casi al diario teníamos ir a un
bunker. Una maleta con ropa, comida y los documentos más importantes estaba
siempre a mano. El día 21 de abril escapamos de un ataque de la artillería
soviética solamente con mucha suerte. Mi madre y yo estábamos en las Galerías
Karstadt en el Hermannplatz, para “organizar “cosas necesarias antes que la
SS-División noruego “Nordland” ocupo el edificio. Un poco más tarde este
edificio se derrumbó en un ataque de la artillería soviética. Mucha gente murió
en este ataque. Mi madre intento, con una carretilla de mano, cargado con un
par de cosas, escapar de os rusos y llegar al rio Elbe donde estaban los
americanos. Este intento fracaso por un ataque con granadas. Tuvimos que
volver.
Mis abuelos vivían en la Lauterbergerstr. al lado del canal
de Teltow. Al otro lado del canal había una fábrica de carne, lleno con
conservas y carne. El día 26 de abril de 1.945 queríamos, juntos con muchos
vecinos, coger los más que posible de estas mercancías. La línea del frente se
había acercada un poco menos de un kilómetro. SS Soldados noruegos de la
“División Nordland” custodiaban el edificio y nos impidieron entrar en el
edificio. Luego nos obligaron a punta de pistola cruzar el canal. A
continuación, el edificio con toda la mercancía y el puente fueron destruidas.
Otra vez nada de comer. A partir de ahora vivíamos en el sótano, solamente de
vez en cuando podíamos salir a la calle. El panorama fue terrible. En cada una
de las farolas en nuestra calle, ocho, colgó un soldado alemán con un cartel en
el cuello “Soy un traidor”, fueron en la mayoría soldados niños ejecutados por
los fanáticos de las SS de la “División Nordland”. Cuando los rusos habían
cruzado el canal con un puente de madera y el primer ruso con un” Kalaschnikow
“entro en el sótano, buscando soldados alemanes, sabíamos que lo peor ha
quedado atrás. Cuando estaba permitido salir del sótano nos ofreció una imagen
terrible. La calle estaba sembrada de cadáveres en la escalera encontramos
soldados alemanes y soviéticos muertos, los cerebros colgaron en la pared. Para
entrar en la vivienda teníamos que pasar por encima de ellos. Fue espantoso.
La vivienda estaba muy dañada. Ni una ventana era intacta,
las paredes entre las habitaciones derrumbadas, pero teníamos un techo encima
de la cabeza. Los bombardeos y los combates en las calles ya eran historia.
Único los lanzacohetes “Stalinorgel” hicieron en los próximos días con sus
disparos hacia el Aeropuerto de Tempelhof un ruido espantoso. La ocupación soviética
comenzó. Tuvimos mucha suerte porque en nuestra casa se estableció la
comandancia soviética y el oficial superior hablo el alemán muy bien y no
tolero abusos de sus soldados.
Un día el oficial invito a todos los residentes a un
concierto de piano. El toco excelente el instrumento. Después del concierto el
conto a nosotros que toda su familia perdió su vida por soldados alemanes.
Nunca olvidare esta escena. Creo que teníamos unidades ucranianas en nuestra
zona. En la calle tenían sus carretas “Pinje”, carretas tirados por pequeños
caballos, custodiados por soldados femeninas. Ellos cocinaron en la calle para
sus camaradas. Pronto era amigo de las chicas y me dieron cada día comida, casi
siempre sopa con carne de caballo, me dejaron montar caballo y me enseñaron
ruso. Un poco de felicidad en el caos total. Nosotros jugamos con munición, en
tanques destruidos y trepamos en las ruinas de las casas. Un amigo mío de cinco
años perdió ambos brazos al jugar con cartuchos, una zona de juego muy
peligrosa. Una vez encontré una espada de un oficial alemán con diamantes, pero
no podía quedarme con él, porque la posesión fue castigada con la pena de
muerte.
Un poco más tarde me enferme de disentería o de tifus, no
había medicamentos y apenas médicos. Durante varios días me encontraba en un
estado de coma con poca esperanza de recuperación. Pero de alguna manera
escape. Probablemente el cielo y el infierno estaban cerrados por estar
repleto. Más tarde tuve todavía tuberculosis, mis pulmones lucían en los rayos
X como un colador. No era de extrañar por estas raciones de comida que
recibimos. Debido a la desnutrición grave con el más mínimo esfuerzo tenía
ataques de debilidad y me deje caer inconsciente por unos minutos. De mi padre
no teníamos noticias. No sabíamos si está vivo, en un campo de prisioneros de
guerra o está huyendo de un campo. Cuando los americanos tomaron posición el
día 4 de julio de 1945 en nuestra parte de Berlín, podía mi madre averiguar por
fin que mi padre era internado en un campo de prisioneros de guerra cerca de
Varsovia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario