Agustín Armas Hernández
Actualmente, que tanto se discute y escribe sobre la
ecología y naturaleza; que nos alecciona los medios de comunicación, y se
celebran tantas conferencias, coloquios y festivales ecológicos, todo con el
mismo objetivo de preservar, el paisaje (dejando de lado los cuantiosos gastos)
cabe preguntarse: ¿basta todo ello para imbuirnos el amor y respeto por el
mundo ecológico? Es obvio que algo aprovecha. Reconozco los meritorios
esfuerzos de los movimientos ecologistas, pero es necesaria la colaboración de
todos para conseguir un éxito completo. Sabemos, sin embargo, que por algunos
medios de comunicación se está perturbando y deteriorando el amor y respeto al
prójimo y a la misma familia. Por un lado, cine ecológico, por otro
pornográfico o de cosas poco edificantes (aunque al parecer muy democráticas).
Pasaba yo
recientemente por el muelle pesquero de mi pueblo natal el Puerto de la Cruz,
allí me encontré con tres amigos de mi niñez, uno pariente mío. Viendo el mar
en calma tan desacostumbrada, les pregunté: ¿No van al mar esta noche? Pero,
«guapito», ¿cómo vamos a pescar si estamos hartos de salir y no cogemos nada?;
quise animarles, recordando las palabras de San Pedro: «Señor, en tu palabra
echaré las redes ¿no ves cómo está nuestro litoral? me respondieron. Tenéis
razón —repliqué—, siguen tirando al mar esa fértil tierra, traída de fincas y
derrumbes, para construir allí nuevas urbanizaciones. (Ahora, afortunadamente
no tanto) Tierra que, luego reducida en arena al ser arrastrada por las olas,
afecta negativamente a la fauna y flora marina. Quedan las rocas y bajíos de
tal modo pulidas que no hay musgos ni algas con que alimentarse Los moluscos,
peces y diversos crustáceos. Esperemos, dije a mis convecinos y canilleros,
amigos que la Virgen del Carmen iluminé a nuestros edites municipales para que
sepan poner remedio a estas y otras anomalías.
Que veamos pronto el esperado
muro de contención entre el muelle y el castillo de San Felipe y también el
nuevo muelle tan deseado ¿recordáis aquellos riscos y charcos donde nos
bañábamos en nuestra niñez? Pero olvidémonos ya de Los tiempos idos. Se lo
conté todo a mi amigo el teólogo y parapsicólogo, muy conocido en esta tierra.
Quien me replicó enseguida con expresiones tajantes: no te afligas demasiado,
tú que, siendo hijo de la luz, esperas la venida del reino de Dios a la tierra.
Pues según las jubilosas profecías, no sólo llegará la época de paz, amor y
justicia, sino también la renovación de la naturaleza, tanto en mares como en
continentes.
Volverán los mudos peces a las costas y muchas urbanizaciones y
chalets que fueron campo y paisaje agreste, volverán a ser campo y paisaje
agreste. Que no te corten diciendo: eso no lo veremos; pues todo está
inminente. Y si algunos no lo llegan a ver efectivamente, podrán sus almas
subir a los jardines celestes donde tendrán todo cuanto apetecen. Viendo yo su
fe viva y permanente, quedé consolado y suavicé las duras frases que proponía
estampar en este artículo.
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