Lorenzo de Ara
“También en esto Beck fue premonitorio: huyamos de
conceptos zombi, pues anclarse en un pasado idealizado es, en el fondo, una
prematura forma de morir”. Así termina su columna “La sociedad del riesgo”,
Máriam M-Bascuñán en El País (20 de mayo de 2017). Con anterioridad, la pluma
femenina deja escrito que “persistimos en aminorarlos cobijándonos bajo un
manto que ya no nos protege.”
Hay pueblos, tribus, que están obsesionados con el pasado.
Un pasado glorioso que yace muerto, convertido en polvo, que no regresará
jamás, pero al que se aferran para reclamar cosas, cosas, cosas. Claman
justicia pelando al pasado glamuroso. ¡Cuán estúpida equivocación!
Pongamos por caso el Puerto de la Cruz. Nuestra ciudad,
ciertamente, vivió una época de máximo esplendor. La Isla, me atrevería a decir
que Canarias también, se dio a conocer al mundo gracias a una pequeña urbe
cosmopolita, moderna, bañada por el Atlántico, aperturista y, claro,
hospitalaria.
El presente, instalado hace largo tiempo entre nosotros, es
bien distinto. El pasado glorioso no regresará jamás. Y a él no hay que apelar
insistentemente para reclamar mejoras de todo tipo.
El gran Pedro G. Cuartango, director del diario El Mundo,
en su columna del 20 de mayo de 2017, titulada “Elogio del obituario”, apunta
algo que los portuenses deberíamos tener muy presente: “Los obituarios son
importantes, sobre todo, para la gente que se muere.” Pero el Puerto de la Cruz
no está muerto, como algunos desearían, y son, por desgracia, vecinos de la
ciudad. Hablo de los líderes mesiánicos de cierta izquierda.
Lo que ocurre es que vivir del pasado es tanto un error
como una absoluta memez. La ciudad debe reinventarse. En política se ha dado el
primer paso. Sí, en política, un gobierno más inteligente que la oposición, y
más inteligente también que los pesimistas, ha comprendido que el positivismo
no es cosa de niños. Que la unidad no es cosa de chicas; que la estabilidad
política no es sumisión, vasallaje, menudencia, irrelevancia. Mientras los más
viejos o los jóvenes intoxicados por lo viejo recurren a ese glorioso pasado
para exigir todo y más para el Puerto de la Cruz, hay otros que (Gobierno
incluido) que exigen y consiguen la atención, el compromiso, y enseñan los
hechos desde el presente para así ganar el futuro.
Dijo en una ocasión Winston Churchill: “Un optimista ve una
oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda
oportunidad.”
PP-CC, trabajando, (más, mucho más), y pasando de absurdos
ejercicios de chovinismo en redes sociales, debería recordar siempre esta cita
del líder británico.
P.D. La primera fase del Parque San Francisco cuesta
441.000 euros. La obra comenzará a finales de junio. El Cabildo de Tenerife
mejora el sistema de saneamiento de Puerto de la Cruz a su paso por el Barranco
de Martiánez. Consorcio-Ayuntamiento-Cabildo están en clara y absoluta sintonía
(sin oposición dentro, (¿afortunadamente?). Rehabilitación y puesta en
funcionamiento del antiguo Hotel Taoro. En cuatro meses se recibirán ofertas.
Se avanza en la futura Estación de guaguas, no todo lo rápido que se desearía,
pero es que la maraña que impide tantas cosas data de 1981 (PSOE en plan
rodillo en la ciudad). Los empresarios hoteleros (no todos) se han puesto las
pilas y la planta alojativa se renueva y llega inversión. Las calles San Juan e
Iriarte, si no me equivoco, están en fase de proyecto de ejecución. ¿Y qué me
dicen ustedes que se contemple la eliminación del pulpo de Las Cabezas? Pues
esas “cositas” (y hay más) sirven para dar sepultura al pesimismo atávico,
aunque políticos que no están invitados se cuelen en fotos para el autobombo y
pose (psoe) afrancesada.
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