Evaristo Fuentes Melián
Cuando aún no había llegado la Televisión a las Islas
Canarias—lo cual en muchos aspectos del verdadero esparcimiento lúdico y
onírico (jugar y soñar) es de agradecer—un emigrante de la diáspora venezolana
llamado Juan Valiente, nacido en Los Silos, fue tan altruista, o más, que
Gámper, Bernabéu, Calderón o Sánchez Pizjuán, todos juntos. Menos enrollado y
menos aspirante a hacer negocio con el futbol, Juan Valiente se comprometió en
una empresa de todo encomio: construir un estupendo estadio entre el casco
urbano y la costa de su municipio de nacimiento y para su equipo: el Juventud
Silense.
Juan Valiente fue todo un caballero, aunque su equipo no
militaba en la Primera División Nacional, sino por entonces (temporada 1959/60)
modestamente en la Segunda Regional de Tenerife. Y tuvo el Juventud Silense que
enfrentarse al CD Puerto Cruz, su rival más fuerte, y terminó perdiendo ante el
equipo de El Peñón portuense. Una lástima, pues el Juventud Silense también
merecía el ascenso a la máxima categoría regional posible.
Recuerdo que yo entonces era muy joven, un muchacho
inquieto y ‘desinquieto’, y estuvimos un grupo de amigos buscando las entradas
para El Peñón durante todo el día anterior al partido, antes de que se
agotaran. El resultado fue 2-0 para el CD Puerto Cruz, un Domingo de Carnaval
(perdón, Fiestas de Invierno) 28 de febrero de 1960. Fue año bisiesto, y el día
29, lunes de Carnaval, estuvimos en
grupo tocando guitarras y cantando por los predios y bodegas de todo el Valle
del Taoro…
Los equipos de Primera División beben los vientos por
intentar entrar en el paraíso dorado: la Champions o la Liga Europa, donde solamente por entrar reciben muchos millones, esta vez en euros. Se ven a
cada momento casos llevados a los Tribunales, por millones escamoteados al
Fisco, pero ahí sigue la ruleta de esta fortuna (para ellos) en que se
enfrentan poderosos contra poderosos.
No sé qué habrá sido de Juan Valiente en persona, que era o
es el nombre del prócer altruista y benefactor que se desprendió de su dinero
ganado en Venezuela, sin esperar remuneración pecuniaria ninguna.
Evidentemente, no aspiraba a forrarse. Invirtió en un deporte y para un equipo,
el Juventud Silense, solo por afición y amor a unos colores.
¡Vivan Juan Valiente y su estadio! Hace unos días por la
mañana hice un par de fotos al pasar casualmente por allí, la Isla Baja, zona
que sigue viviendo mayormente de su agricultura en el noroeste de Tenerife.
ESPECTADOR
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