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sábado, 27 de mayo de 2017

PASIÓN

José Sebastián Silvente

Muchas veces se comenta con cierta ironía que las auténticas películas de amor deben terminar siempre con la escena de la boda, o con esa otra escena del típico beso apasionado que parece augurar un futuro venturoso e inamovible. Y quizás eso es así porque… existe la sospecha de que lo que viene después, pasado un tiempo, no es ya tan cinematográfico ni tan lacrimosamente romántico. Cuando las mariposas que revolotean en el estómago del inicio de cualquier relación vuelan con el tiempo fuera de él, abandonándolo sin remisión, contribuyen a la rutina, tal vez a la comodidad y muy posiblemente al desgaste de la convivencia y en definitiva de la pasión y las relaciones sexuales en la pareja. Esas escenas se tornan, a menudo en escenas que cambian la vida a un estado agónico, desdibujando todo atisbo de romanticismo y le confieren un poso triste, solitario, deprimente… desdichado.

Pero… ¿Se puede pensar que con esto todo ha de darse por concluido? ¿Se puede hacer algo para evitarlo? ¿Se puede recuperar la pasión?   Veamos: Para empezar, hemos de tener claro qué es la pasión. Si entendemos por pasión el pálpito o la aceleración que nuestro corazón experimenta cuando vemos a nuestra pareja o el hormigueo que sentimos en el estómago cuando estamos muy muy cerca, entonces lo normal es que esa situación dure días o semanas. Y más nos vale, porque si no acabaríamos todos, como mínimo, con cardiopatía. La pasión es otra cosa, la pasión es estar entusiasmado por alguien; es preferir a esa persona frente a cualquier otra, es mirar a ese alguien y sentirse afortunado, es querer estar siempre a su lado, y al contrario de lo que opinaba Ortega, eso debería durar para siempre. La pasión es esa intensa emoción que moviliza los sentimientos, los pensamientos y la conducta hacia el otro y nos impele a vivir el disfrute del y con el otro, dominando nuestra voluntad y perturbando nuestra razón y son muchos y muy variados los aspectos que entran a formar parte para que se mantenga viva esa situación de amor vehemente, especialmente manifestado en el deseo sexual.

Cuando, como ocurre desafortunadamente a veces, el paso del tiempo se lleva esa voluntad de estar juntos es porque de alguna forma hemos descuidado la relación, hemos dejado de invertir nuestro tiempo, nuestra energía y nuestros recursos en cuidarnos el uno al otro, lo que lleva a la rutina. Si a esta realidad le añadimos la existencia de desencuentros que hieren, ofenden y dañan sueños y proyectos, o problemas graves, no parece muy normal que una pareja que se pasa en esa situación día tras día tenga muchos encuentros apasionados en su intimidad.

Pero, ¿esto es determinante? Por fortuna, y yo estoy convencido de eso, hay una puerta abierta a la esperanza. Si los dos se unen en un intento de encontrarse de nuevo, libres de cargas, reproches, resentimientos y responsabilidades, con una actitud positiva, generosa y activa hacia el otro, pueden recuperar esa chispa que parecía perdida y que conduce a un posible reencuentro más motivador y, en muchas ocasiones, más pasional que lo que venían viviendo antes. Obviamente esto no es fácil y tal vez no se sientan tan atraídos como al principio de su relación, probablemente ya no “beban los vientos” el uno por el otro y la racionalización haga acto de presencia en muchos aspectos de la interacción, pero si se cuidan los detalles que agradan al otro, las caricias sentidas de verdad, la dedicación al placer por el propio placer por y para uno mismo, pero compartido con el otro, es muy probable que poco a poco la pasión, esa atracción por el otro, vaya siendo cada vez mayor y es por ello por lo que debemos luchar para evitar que se instalen el aburrimiento y la rutina, que la matan, así como matan la falta de planes y proyectos y fijan un enfoque plano de nuestra existencia juntos. “Acostumbrarse” a todo lo anterior, como ocurre en infinidad de parejas, puede ser fatal. Es craso error actuar por inercia, dando por hecho que la otra persona va a estar ahí siempre. Quizás esto ocurra así en algunos casos, pero… ¿a qué precio? ¿Nos hemos olvidado de preparar un escenario romántico para un encuentro íntimo…una cena a dos… susurrar palabras al oído que provoquen un estado sensual…vestirnos para la ocasión por fuera, pero también interiormente? ¿Es así como queremos que discurra nuestra vida en adelante? Estoy seguro de que es mucho menor el porcentaje de síes que de noes.

Por otra parte, es cierto que la llegada de los hijos supone un cambio radical en la relación de la pareja, pareciendo ser que decrece esa pasión de antes porque todo, o casi todo, se vuelca en el recién llegado. Pero como ocurre en otros aspectos de la relación, los cambios más radicales son temporales y si la pareja se cuida el uno al otro, si se mantienen las costumbres gratificantes entre ambos y, sobre todo, si no se entra en las interacciones conflictivas frecuentemente, la pareja puede sentirse viva y con una vida independiente de su papel de padres. Es muy fácil caer en dedicar al hijo todo el cuidado y es cierto que durante un tiempo es así, pero hay que esforzarse en tener muy presente que, si se olvidan del disfrute mutuo, al final sí que se pierden aspectos íntimos y muy potentes del vínculo de la relación, convirtiéndose ésta en una relación de papás en detrimento de una relación de amantes.

Siempre se habla de la falta de ganas de las mujeres cuando llega la rutina y poco de cuando es a nosotros los hombres a quienes no nos apetece. ¿Estamos a la par hombres y mujeres en apetencia sexual? Es cierto que se cae en los clichés de que parece que los hombres siempre tenemos ganas, pero no siempre es así. Hay factores que lo desmienten: el cansancio y el estrés, por ejemplo, juegan su papel.  Se dice que la mayoría de las veces el desinterés de la mujer sigue teniendo mucho que ver con el modo de vivir la sexualidad de ambos. No creo que ese extremo sea absolutamente cierto. El estereotipo que, sin embargo, parece que sí se cumple es el del hombre buscando únicamente la satisfacción sexual sin atender a los preliminares, tan importantes para la mujer. En mi experiencia como psicólogo he escuchado muy a menudo a muchos hombres que buscan sexo sin haber hecho ninguna preparación previa, descuidando la atención, el cariño y la ternura, de lo que muchas mujeres se han quejado. Lo cierto es que esta suma de factores suele llevar muchas veces a la pérdida de la pasión. No hay que olvidar tampoco que, desde el punto de vista hormonal y social, hombres y mujeres funcionamos de manera diferente y es cierto que las fluctuaciones de éstas, en el caso de las mujeres, son un factor a tener en cuenta, mientras que en los hombres no se produce casi ninguna variación. Pero salvando esta diferencia, en mi práctica clínica no he observado nunca que esta desigualdad en cuanto al deseo sexual se mantenga tan marcada como en la época de nuestros padres, hace algunos años. Hoy día han desaparecido muchos tabúes y la mujer quiere disfrutar de su sexualidad y percibe su deseo sexual con claridad, pero sigue reclamando una actividad sexual con una carga emocional clara, con un juego y con una dedicación que en muchos casos no es la que recibe de su pareja. Este hecho le lleva a irse abandonando en la actividad sexual, y termina perdiendo motivación y deseo. En definitiva, cada vez tiene menos ganas.

Por otra parte, hemos de señalar que a veces es el hombre quien cada vez tiene menos ganas. Pienso que esto se debe a que cuando sus expectativas no son las que culturalmente cabría esperar “por ser hombres” se sienten como inseguros, frustrados, deprimidos, inservibles… y esto comporta un problema, psicológico que, en la mayoría de los casos, es mayor de lo que es en realidad.

La pasión puede ser rescatada. Sin embargo, no hay fórmulas mágicas ya que, como corresponde a los dos miembros de la pareja, no tiene reglas claras y es imposible establecer un catálogo sobre cómo recuperarla. Son muchísimos los factores que inciden en ella. Si la pareja sometida a un montón de presiones, de manera excepcional, se afana en buscar momentos para estar solos, tranquilos, descansados y dedicados el uno al otro, pueden redescubrir esa pasión.

El secreto está en saber hacer que esa pasión brille cada día, como el sol, a pesar de tantas nubes negras.

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