Entrevista informal con Lucio Albirosa, la voz nueva de la
queja antigua esparcida entre versos rotos de la sociedad latinoamericana en
todo su conjunto y espacio.
Especial para Diario del Valle (Tenerife, España)
Los ricoteros de Argentina entienden al pie de la letra
cuanto significa estar ahí cuando el fuego crezca. Latinoamérica es una crisis
de leña seca y cualquier poema al hueso puede convertirse hoy en fósforo
encendido. La casa del poeta es una pared sosteniendo pinturas, estanterías
repletas de libros, fotos estrelladas en amistad perdurable, diplomas, discos y
un dispendio de silencios. El piso alberga retazos de obras sin estreno,
guiones cotidianos sin director, diarios negros con mentiras coloridas y
algunos versos enredados entre tabaco y ácido perfume. Afuera, el frío de
Mendoza acaricia las calles de Maipú; adentro, la estufa invita a soltar las
denuncias que arden en la carne y verán la luz apenas caiga a pedazos la luna
rota de los nadie.
Suena una melodía mezclando violines, quenas, bombos y
pianos. -¿Te gusta? Es alguien que viene a contarnos un sueño, dice
-refiriéndose a Jacinto Piedra.
Por fin llega el café a la mesa y con él las
manifestaciones sin corrección. “Denuncia en llamas” es el título del décimo
libro de una pluma con estilo genuino, que – intencionalmente-, antes de ver la
luz, ya logró adjudicarse una doble mención internacional en el 55° Concurso
Internacional de Poesía y Narrativa convocado por el Instituto Cultural Latinoamericano.
-“Ahí está el trabajo, yo no soy crítico. Escucho sugerencias, análisis e insultos.
Creo haber pecado literariamente con la fe rota hace tiempo, acepto sentencias
por lo escrito, si puede haber alguna…“-
dice, prende un cigarrillo negro y calla de nuevo.
Desde los sectores más amplios de la pobreza de La Perla
hasta las favelas de Rio o las villas emergentes a un costado de la
Panamericana de Bs As, la identificación con los poemas de Albirosa, por parte
de los lectores, es la misma.
“La niña de panamericana siente odio
tras la ceguera del precio por turno
entregado al asco consumismo de cuerpos;
la noche mastica cirujas, cartoneros
y algún que otro abandonado a suerte de estrellas,
el rapto de inocencias es costumbrismo
o cerrazón sin observancia.
Caminar es un peligroso ejercicio
en esta esfera universal de llagas abiertas.”
Celebrado hasta el hartazgo entre las chapas del pobrerío y
rechazado desde siempre por la elite que denigra pobres y hasta gobierna
países, no necesita mucho vértigo académico para expresar demasiado, se ha
devorado en lecturas a los mejores autores del género social, de allí en más:
siempre la exactitud es el acento y coherencia a lo escrito por este poeta del
barro.
“El sitio que habita
la vida es éste
donde vives, te viven y te llevan;
este lugar donde el lenguaje
ese movimiento pasajero
de generaciones sin edad
que no esperan futuros
por falta del presente propicio;
aquí sobrevivimos a revolución y poesía”.
No pide nada el poeta, solo canta su denuncia en medio de
un fuego que lame las espaldas de los desahuciados que no solo no llegan a los
pisos altos de los edificios. Entonces, denuncia en llamas, revolución y
poesía. No esperes nada, aquí se vive en transformación permanente, de la
manada estoica y dulce que no deja escapar a una presa porque si la detectan la
prenden fuego los verdugos.
Situado poeta, situada poesía. *
“El pibe de la esquina viste marcas extranjeras,
no leyó el Martín
Fierro en la primaria,
no escuchó jamás a Atahualpa Yupanqui.
Le impusieron un idioma obligatorio
y sus problemas se
cancelaron por completo
al presionar un gatillo
de Smith & Wesson nueve milímetros”
-dice, en otro tramo del poema largo denunciante.
La noche aparece tras los vidrios, el poeta no emite
palabras a ningún oído, lo dice todo entre los versos y apunta a las
in-conciencias, al corazón mismo de la inhumanidad.
“…Todos quieren subir, todos avanzan,
se pisan, se mastican, se devoran.
se matan con o sin razón.
A veces aquí la vida poco importa
y la furia también es guerra ávida.
Entre tanta carne despedazada y pólvora
la paz espera su turno indefinido de tratamiento.”
El poeta mira lo escrito una y otra vez, junta rezagos
versificados de dolores y risas, los agrupa con textos de Galeano y Benedetti,
mira su reloj. Es hora de llevar mercadería y voluntad a un comedor infantil,
ahora mismo (son las 20:00 hs). Mañana, luego de la rutina laboral, irá a leer
cuentos al hospital de niños junto a los payasos sembradores de alegría (Ale y
Gustavo del Hospital Fleming).
- Solo soy esto, no me pidas más, llévate una copia del
trabajo para no equivocarte al criticar – dice.
Un abrazo ha enterrado la tarde donde escasas palabras y
muchas letras rebalsaron la vida y sus cantares de miseria bajo la alfombra del
progreso profesado a un costado de lo ¿invisible?.
Como un canto general, o un poema sin fin, Lucio recorre la
denuncia inflamada. Lo social y los pibes, los gabinetes caligaris para la
redada y los disparos, de uno y de otro lado. Entre las balas, Lucio escribe su
denuncia en llamas y otras manifestaciones, que vienen a conjurar heridas
saladas. Las cicatrices pueden verse. No hay más tiempo para la palabra futuro.
*
Marcelo Padilla*
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