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sábado, 6 de mayo de 2017

LA TRADICIÓN RELIGIOSA

Evaristo Fuentes Melián

Hace algunos años, en un artículo sobre la Semana Santa en el Valle de la Orotava, escribí que, coincidiendo con el final del franquismo, la Semana Santa fue perdiendo una parte importante de su fervor tradicional en nuestros pueblos, de tal modo que parecía que desaparecerían sin remedio las procesiones por falta entre otras cosas de costaleros que cargasen las imágenes. Pero luego –escribí también en su momento—hubo un resurgir de la tradición procesional que aún pervive renovada, y una cantera de jóvenes han recogido el relevo con la celebración anual solemne y renovada de la Semana Santa.

He leído últimamente algunos de los pregones de la Semana Santa de La Orotava; en uno de ellos hay un comentario similar, sobre esa etapa de la decadencia y posterior resurgir del fervor procesional. Es en el Pregón del año 2015, a cargo del amigo y casi compañero de curso en el colegio salesiano orotavense, Felipe Acosta Rodríguez, quien luego se ordenó sacerdote salesiano y llegó incluso a la categoría de Inspector.

Pero más recientemente, acabo de leer un artículo, desde un punto de vista totalmente opuesto, de un intelectual no creyente, como lo es el escritor Antonio Muñoz Molina (Periódico El País, Babelia, sábado 29.04.17). Tibio de corazón y escaso o exento de creencias en el más allá, copio ahora dos frases de Muñoz Molina:

“Cuanto más sagrada es una tradición, más innecesario y peligroso se vuelve el conocimiento”. Y esta otra: “El paso del tiempo ha servido para fortalecer prejuicios y para fomentar las adhesiones irracionales a lo unánime”.

En conclusión: he querido contrastar aquí  pareceres totalmente opuestos. Muñoz Molina lamenta, comprobándolo empíricamente, la realidad de un regreso al pasado con el aumento de creyentes y practicantes de las formas externas del  catolicismo y su liturgia.

Espectador

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