Hans Kamell
Yo conocí el Teide y Tenerife por unos cromos de una fábrica de
margarina en el año 1952. En esta época no podía ni pensar visitar la isla con
su volcán. Así tenía que esperar hasta el mes de mayo de 1961 para realizar mi
sueño. Necesite dos días para llegar a la isla. El viaje empezó en el histórico
Aeropuerto Tempelhof de Berlín. Un avión de la compañía americana Pan American,
un DC-4, partió a las 7.45 h para llevarme a Fráncfort donde aterrizo a las
8.45 h. Una hora más tarde, a las 9.45 h un avión Lockheed Super Constellation
de la compañía Lufthansa nos dejó en Madrid Barajas a las 14.15 h. Por la tarde
tenía tiempo para hacer un vistazo en Madrid. Por la tarde del día siguiente
salimos a las 16.15 h con un avión DC-6 de la KLM (Aviaco) para Tenerife,
aterrizando en Los Rodeos. A las 19.30 h. La isla me recibió con una lluvia
torrencial. Menos mal en el Puerto de la Cruz el tiempo estaba mejor. Después
de 9 años estaba cerca de este majestuoso volcán y yo estaba `preparado para
conquistar esta mítica montaña.
Equipado con unas buenas botas de montaña,
casi desconocido aquí, empecé la aventura. Un taxi me llevo primero a La
Orotava para buscar Pedro el guía y guardián del refugio, siguiendo hasta la
pista de Montaña Blanca. ¡Ida y vuelta por 400,00 Pesetas! Con una buena marcha
alcanzábamos en poco tiempo el refugio de AltaVista pasando por las estancias
de los alemanes y de los ingleses. Aquí podíamos ver un crepúsculo esplendido
que bañaba Las Cañadas con una luz rojiza mezclándose con la sombra del Teide. ¡Impresionante!
A las cinco de la mañana del
día siguiente subimos por el sendero hasta el cono. En el cráter, cubierto con
una capa de azufre y muchas fumarolas, esperábamos al lado de la Cruz y la
placa de la virgen a la salida del sol. El oscuro cielo de la noche empezaba
cambiarse. El sol empleo todos los colores del Arco Iris para pintar un cuadro maravilloso.
Las nubes negras cambiaron su aspecto minuto por minuto, teniendo pronto un
alegre tono rosado. Pero lo más impresionante fue la sombra del Teide que cubría
la isla colombina de La Gomera retirándose lentamente. Poco a poco aparecieron
las restantes islas y completaron este cuadro casi surrealista. Yo había subido
a muchas montañas en los Alpes, pero en ninguna de ellas he sentido tanta
emoción como encima de este guardián del Atlántico o pilar del mítico Atlantis.
Bajando visitábamos la, todavía intacta, Cueva de Hielo. Otra maravilla. En estas
vacaciones subí dos veces más al Teide. El Teide me había cautivado.
Hasta hoy he subido en total
cerca de 30 veces y cada vez estaba nuevamente entusiasma ciado. Mis frecuentes
excursiones a las Cañadas y al Teide tenían que relatar a los camareros del
hotel Monopol. Ellos no tenían ni idea de estos parajes maravillosos, ni del
pequeño paraíso que era la choza Julián, donde el perrito Buligan saludaba los
clientes, con su tranquilidad, buena cocina y una vista extraordinaria. En mis
caminatas por Las Cañadas conocí también Juan Évora, el cabrero de las Cañadas,
que vivía en su humilde cabaña cerca de Boc Tauce. Sus quesos tenían buena fama
y las guaguas que venían del Sur llevaban ellos a sus destinos en el valle. Todavía
no entiendo cómo se podían almacenar y transportar estos quesos frescos, no pasteurizadas,
sin neveras. Pero así fue y parece nunca tenían problemas, o Guayota era grande.
Cuando uno se acera a las
Cañadas por El Portillo, uno entra en el desierto de la piedra pómez. Parece
que las retamas son los únicos representantes del mundo vegetal. A la izquierda
se levanta las paredes lisas hasta una altura de 200 Metros, a la derecha
podemos contemplar gigantescas coladas de lava basáltica y roques coronados con
obsidiana que brillan en el sol. Estamos en el Camino de Chasna, antes el
camino más importante para conectar el Norte y el Sur de la isla. En la Cañada
de la Grieta podemos contemplar los restos de los cimientos de las “Casas del
Kaiser”, ellos albergaban entre 1910 y 1914 una expedición alemana que
investigaba en muchos campos de la ciencia. Un resultado de estas
investigaciones era la construcción del “Sanatorio” para curar enfermedades
pulmonares y de la piel. De aquí parte también el sendero que usaba el gran
naturalista prusiano Alexander von Humboldt en su ascensión al Teide en junio
1799. Subí en el Camino de Chasna hasta la degollada donde hay una fuente, de
agua de muy buena calidad, en un estrato de lava fono lítica. El Camino de
Chasna baja ahora hasta el Paisaje Lunar y Vilaflor, el sendero hasta el
Guajaro sube suavemente por la ladera. En la cima hay restos de un observatorio
antiguo. La vista desde aquí arriba es maravillosa e inolvidable.
Al final de mis vacaciones los camareros confeccionaron una pequeña
alfombra de flores encima de mi mesa: Un pájaro canario con botas subiendo al
Teide. ¡Un recuerdo inolvidable! Una de las razones para vivir y trabajar en
Tenerife fueron estas maravillosas experiencias. Yo creo Guayota me acepto.
El viaje de vuelto duro también dos días. En Los Podeos salimos a las
8.00 h con un Convenir Metropolitana se la compañía Avico vía Sevilla a Madrid
Barajas donde aterrizamos a las 14.30 h. Tiempo para ver en las fiestas de San
Isidro una corrida de Toros. El día siguiente a las 11.15 h salida con un Super
Consrrtellation de Iberia a Fráncfort donde aterrizamos a las 15.30 h. Con la
DC-4 de la Pan salimos a las 16.45 a Berlín donde llegamos a las 17.45.
Misión cumplida. Yo conquiste el Teide y Tenerife a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario