Teresa González
Negroscuro de pluma caída es su plumaje
que los dos granos de maicillo
brillar hace en su cabeza,
embriagándose en la basura del bar
con olor a ceviche y cerveza
sobre la redonda mesa frente al mar.
Una ola se destronca
en lengüetazo enfurecida,
arrancándole sicaria el alma
y enseguida vomitando
al borracho que pagara
la cuenta al cantinero.
No se inmutó el de la pluma caída
mas su prieto pico limpiaba
por la misión cumplida.
Un vuelo de cuervo
plagió el fútil pijuyo,
su pluma envejecida botando
donde comió desvelada la muerte.
Que columpiándose seguirá
en sus hechizantes y horizontales azules ojos
sobre su monótamente inmortal
insaciable ronquido.
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