José Sebastián Silvente
Tuve ocasión de ver una entrevista que le hicieron a Irene
Villa, por la conmemoración del “Día de las Víctimas del Terrorismo” en el
atentado yihadista sufrido en España, en el año 2004, y que costó la vida a 192
personas, amén de otro gran número de heridos, así como por el comunicado de
ETA de entregar las armas y disolverse de manera definitiva.
Irene Villa es una gran persona en todos los aspectos,
víctima del terrorismo de ETA, y que con su actitud y coraje ha salido
victoriosa de este drama que hemos padecido en nuestro país durante bastantes
años.
Tenía 12 años. Se salvó gracias a la intervención de los
médicos. Pero quedaría inválida para el resto de su vida. Perdió un brazo y una
de sus extremidades inferiores. Su madre, que iba con ella, también sobrevivió.
Irene decía que la primera vez que se reunió con ella, semanas después del
atentado, ésta entró en la habitación del hospital, cerró la puerta y le dijo:
“Tenemos dos opciones: Anclarnos en lo que nos ha sucedido y amargarnos el
resto de nuestra vida, o bien perdonar, mirar adelante y vivir plenamente de
acuerdo a nuestras capacidades”.
Veintiséis años después, Irene es una mujer con un
currículo impresionante: tres carreras (psicología, humanidades y comunicación
audiovisual); autora de varios libros y articulista; deportista de élite, ha
practicado el esquí profesional, el submarinismo, la esgrima, entre muchos
otros deportes; es creadora de una fundación que lleva su nombre y que busca
ayudar a todo tipo de disminuidos físicos y psíquicos. Casada y madre de tres
hijos. Sus logros no están al alcance de cualquiera, incluso en plena
integridad física.
Lo que realmente me impactó fue una de las respuestas que
dio a la periodista, cuando ésta le preguntó que si realmente había perdonado a
los terroristas. Irene contestó que, por supuesto, el perdón era absoluto. Y
explicó que perdonar significaba “Romper el vínculo con quien te ha hecho daño”
Esa, a mi juicio, es una respuesta trascendental; una palabra de la que se
derivan diferentes conclusiones y lecturas que pueden ayudarnos en muchos
ámbitos. Recuerdo que a lo largo de mi carrera como psicólogo leí un libro
bastante interesante que hacía referencia al perdón y que igualmente me
impactó: “Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman.
Y es que mientras hay rencor y dolor, estás ligado a quien
te lo provocó y además ha logrado su objetivo: hacerte daño, y que ese daño
permanezca. Por el contrario, si perdonas, te liberas de esa persona para
siempre. El vínculo desaparece y eres totalmente libre. Perdonar no
necesariamente significa reconciliarse con la persona que te ha hecho daño,
hacerse su amigo o establecer una relación. No, en absoluto, perdonar no
entraña ninguna relación. Este aspecto es muy importante. Perdonar significa
apaciguar la ira interior que queda tras el daño y por tanto, eliminar la sed
de venganza. Perdonar no es olvidar los hechos, ni negar la realidad; no es
humillarse ante el otro; es aceptar y reequilibrar los sentimientos en el polo
opuesto de quien te ha hecho daño. Tan fácil y a la vez tan difícil. Alguien
dijo que “Aquel que se venga de sus enemigos accede a un minuto de ira, pero a
toda una vida de dolor; mientras que quien perdona se beneficia de todo un
mundo de paz interior” Perdonar es por tanto apagar, para siempre, la ira
interior. Es a partir de tal liberación que uno puede enfrentarse a su futuro
con total independencia y libertad. Si quien ha sufrido la ofensa o el ataque
se queda anclado en el odio difícilmente va a tener la paz de espíritu, la concentración
y la disposición a realizar cualquier proyecto de futuro. A esa persona le
estaría consumiendo la amargura y ansia de venganza y no conseguiría nada.
Todos los logros de alguien a quien se ha infligido un gran dolor son la
demostración de su perdón.
Lo mismo podemos aplicarlo a nosotros mismos. Haciendo una
analogía, si no nos perdonamos a nosotros mismos, tampoco nos desembarazamos
del vínculo con los hechos o errores cometidos, sean cuales sean y
reincidiremos en ellos. No podemos manejar nuestra propia vida si no nos
perdonamos cualquier cosa que haga que la angustia no se extinga. ¿Cuántos
abusan y se aprovechan de tantos desde la rabia, la ira, el sometimiento y la
negatividad? Son víctimas de su incapacidad para perdonar y perdonarse a sí mismos
y a quienes en su entorno seguramente les hicieron daño en el pasado. Actúan
con maldad, utilizando la presión sistemática y la amenaza como modos de
imponer su “fuerza” son personas llenas de ira; gente que desconoce la palabra
perdón. Acumulan demasiado pesar, venganzas pendientes, ansia de dolor ajeno.
En cambio, los grandes líderes son gente que sabe liberarse de culpas y
agravios. El liderazgo solo es posible, respecto a los demás y a la propia
vida, cuando uno puede mirar hacia el futuro con la experiencia pero sin la ira
del pasado.
En resumen, sólo mediante el perdón se accede al proyecto
vital, a la libertad y a la autorrealización. No es necesario sufrir un
atentado terrorista, un maltrato o un grandísimo daño para poner en práctica
esta actitud. Todos sufrimos, de alguna manera, pequeños “atentados”
cotidianos. Aprendiendo a perdonarlos contribuimos a un mundo mejor. Esta es,
de hecho, la función de esa hermosa palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario