Agustín Armas Hernández
CUMPLE este año los 521 en que Don Alfonso Fernández de
Lugo y sus huestes castellanas consumaron la conquista de Tenerife para la
corona de SS.MM. los Reyes de Castilla. La última contienda que concretó dicha
hazaña se llevó a efecto en el lugar que hoy lleva el nombre de Realejo Alto.
Cuentan nuestros historiadores que, al verse el bravo Mencey Bentor, hijo de
Bencomo, rodeado de las fuerzas castellanas decide: antes que entregarse,
desriscarse por una ladera de Tigaiga. Siendo este heroico trance la rúbrica
que confirmaba la derrota guanche y la conquista de la mayor de las 7 islas,
completando también la de todas ellas. Tuvieron que pasar 2 años de cruentas
luchas hasta conseguir que los bravos guanches se rindieran a las tropas
castellanas. Nos transmiten que el invicto estratega Fernández de Lugo, no más
concluida la conquista de Tenerife, miró desde lo alto del Valle de La Orotava
distinguiendo en lontananza un lugar que se le antojó paradisíaco. Y...
efectivamente, no falló; puesto que al llegar al mismo exclamó: ¡qué maravilla!
El sitio no era otro que los llanos de Aurotápala, en el lugar exacto donde
termina la tierra para contactar con el mar océano. Retraído y en otro plano de
conciencia pensaba el ilustre personaje: ... «Aquí plantaré la Santa Cruz como
símbolo cristiano y recuerdo perenne de la conquista». Y cogiendo la Cruz la
instaló en una de las peñas más elevadas de aquel bonito lugar. Desde aquel
momento nacía, y sin él darse cuenta, el que sería con el correr del tiempo el
Puerto de la Cruz. En su divagar por la exuberante llanura, Fernández de Lugo
pudo ver que existía un poblado aborigen, que vivía en cuevas y chozas hechas
de piedras y ramajes de árboles. Por doquier emanaba agua de pequeñas fuentes,
con mucho verdor y variedad de flores, y era tan lindo el lugar que el
estratega castellano sólo decía ¡valía la pena, valía la pena! Pensaba sin duda
en la conquista para la corona y en la evangelización de los guanches. Tuvieron
que pasar todavía 108 años desde la conquista para que el Puerto de la Cruz se
definiera como pueblo. Concretamente en 1603, cuando Antonio Franchi de
Luzardo, regidor perpetuo de la isla, fue comisionado por el Cabildo de
Tenerife para señalar sitio y construir plaza e iglesia, además del trazado de
sus calles.
Se encuentra ya la ciudad portuense en las fiestas
conmemorativas del 392 aniversario de su fundación. Con múltiples actos se
ensalzará el histórico acontecimiento. Conferencias, conciertos musicales,
exposiciones de pintura, teatro, juegos, etc., son algunos de ellos a
destacar. Mas, es el día 3 de mayo,
exaltación de la Santa Cruz, cuando estos festejos toman el máximo esplendor
tanto religiosos como popular. Comienzan los actos a las once de la mañana con
la liturgia de la Santa Misa en honor del Santo Madero, seguida con la
tradicional procesión por las calles de costumbre. Hermandades y autoridades civiles
acompañan a la Cruz a lo largo del itinerario. Los portuenses expresan su fe no
solamente asistiendo a los actos religiosos, sino además ofreciendo al Santo
Madero fuegos artificiales. Tracas, voladores, cañones, etc.
Los efectos se
notan de forma estridente en el momento en que la Cruz enfila la calle Santo
Domingo, hasta la misma Plaza del Charco. Ningún pueblo de la isla alberga en
su interior tantas cruces como el Puerto de la Cruz. Se pueden ver en pequeñas
ermitas y adosadas a las fachadas de las casas. No obstante, y debido a la
transformación urbanística que ha sufrido la ciudad turística, han desaparecido
algunas de ellas, que no se han vuelto a colocar en sus respectivos lugares
después de terminadas las obras; ¿dónde está, por ejemplo, la que contenía la
capilla de la playa Martínez?, (Esta se ha vuelto a reponer, hace algún tiempo,
muy cerca de su ubicación anterior), menos mal, ¿o la que estaba adosada al
caserón del costado sur de la Plaza del Charco?, ¿por qué no se indaga su
paradero y visualizada se reponen como se hizo con la Cruz del Pino? Queremos
que el patrimonio religioso portuense que data de siglos se mantenga completo
para bien nuestro y de futuras generaciones. ¡Que así sea! —Como reparación a
este agravio he compuesto estos humildes versos:
Ya viene la Cruz del
Puerto
rodeada de
Hermandades
Y le acompañan, por
cierto,
ilustres
autoridades.
Por Santo Domingo
enfila
el bello Santo
Madero
con los destellos del Sol
alumbrando va el sendero.
Nos llega el olor a
sal
del cercano Puerto
viejo,
que el Atlántico bravío
ha impregnado en los
aleros
de las casas
portuenses
llenas de siglos
enteros;
es como algo especial
que se asemeja al incienso,
que se ofrece a la
Cruz
entre alabanzas y rezos.
Pronto la Cruz
pasará
por lo más noble del
Puerto
donde Fernández de
Lugo,
hace ahora mucho
tiempo
la clavara en sus
entrañas
como símbolo y recuerdo de la
conquista cristiana
y para bien de
este pueblo.
¡ay mi Puerto de la
Cruz!
parece nos va diciendo
¡ay mi Puerto de la
Cruz!
con tu caminar incierto...
Las tracas y voladores
me sacan del
pensamiento
en el momento
preciso
que le pido por mi
Puerto.
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