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sábado, 6 de mayo de 2017

LA CRUZ EN LA CIUDAD TURÍSTICA

Agustín Armas Hernández

CUMPLE este año los 521 en que Don Alfonso Fernández de Lugo y sus huestes castellanas consumaron la conquista de Tenerife para la corona de SS.MM. los Reyes de Castilla. La última contienda que concretó dicha hazaña se llevó a efecto en el lugar que hoy lleva el nombre de Realejo Alto. Cuentan nuestros historiadores que, al verse el bravo Mencey Bentor, hijo de Bencomo, rodeado de las fuerzas castellanas decide: antes que entregarse, desriscarse por una ladera de Tigaiga. Siendo este heroico trance la rúbrica que confirmaba la derrota guanche y la conquista de la mayor de las 7 islas, completando también la de todas ellas. Tuvieron que pasar 2 años de cruentas luchas hasta conseguir que los bravos guanches se rindieran a las tropas castellanas. Nos transmiten que el invicto estratega Fernández de Lugo, no más concluida la conquista de Tenerife, miró desde lo alto del Valle de La Orotava distinguiendo en lontananza un lugar que se le antojó paradisíaco. Y... efectivamente, no falló; puesto que al llegar al mismo exclamó: ¡qué maravilla! El sitio no era otro que los llanos de Aurotápala, en el lugar exacto donde termina la tierra para contactar con el mar océano. Retraído y en otro plano de conciencia pensaba el ilustre personaje: ... «Aquí plantaré la Santa Cruz como símbolo cristiano y recuerdo perenne de la conquista». Y cogiendo la Cruz la instaló en una de las peñas más elevadas de aquel bonito lugar. Desde aquel momento nacía, y sin él darse cuenta, el que sería con el correr del tiempo el Puerto de la Cruz. En su divagar por la exuberante llanura, Fernández de Lugo pudo ver que existía un poblado aborigen, que vivía en cuevas y chozas hechas de piedras y ramajes de árboles. Por doquier emanaba agua de pequeñas fuentes, con mucho verdor y variedad de flores, y era tan lindo el lugar que el estratega castellano sólo decía ¡valía la pena, valía la pena! Pensaba sin duda en la conquista para la corona y en la evangelización de los guanches. Tuvieron que pasar todavía 108 años desde la conquista para que el Puerto de la Cruz se definiera como pueblo. Concretamente en 1603, cuando Antonio Franchi de Luzardo, regidor perpetuo de la isla, fue comisionado por el Cabildo de Tenerife para señalar sitio y construir plaza e iglesia, además del trazado de sus calles.


Se encuentra ya la ciudad portuense en las fiestas conmemorativas del 392 aniversario de su fundación. Con múltiples actos se ensalzará el histórico acontecimiento. Conferencias, conciertos musicales, exposiciones de pintura, teatro, juegos, etc., son algunos de ellos a destacar.  Mas, es el día 3 de mayo, exaltación de la Santa Cruz, cuando estos festejos toman el máximo esplendor tanto religiosos como popular. Comienzan los actos a las once de la mañana con la liturgia de la Santa Misa en honor del Santo Madero, seguida con la tradicional procesión por las calles de costumbre. Hermandades y autoridades civiles acompañan a la Cruz a lo largo del itinerario. Los portuenses expresan su fe no solamente asistiendo a los actos religiosos, sino además ofreciendo al Santo Madero fuegos artificiales. Tracas, voladores, cañones, etc. 


Los efectos se notan de forma estridente en el momento en que la Cruz enfila la calle Santo Domingo, hasta la misma Plaza del Charco. Ningún pueblo de la isla alberga en su interior tantas cruces como el Puerto de la Cruz. Se pueden ver en pequeñas ermitas y adosadas a las fachadas de las casas. No obstante, y debido a la transformación urbanística que ha sufrido la ciudad turística, han desaparecido algunas de ellas, que no se han vuelto a colocar en sus respectivos lugares después de terminadas las obras; ¿dónde está, por ejemplo, la que contenía la capilla de la playa Martínez?, (Esta se ha vuelto a reponer, hace algún tiempo, muy cerca de su ubicación anterior), menos mal, ¿o la que estaba adosada al caserón del costado sur de la Plaza del Charco?, ¿por qué no se indaga su paradero y visualizada se reponen como se hizo con la Cruz del Pino? Queremos que el patrimonio religioso portuense que data de siglos se mantenga completo para bien nuestro y de futuras generaciones. ¡Que así sea! —Como reparación a este agravio he compuesto estos humildes versos:


 Ya viene la Cruz del Puerto
 rodeada de Hermandades
 Y le acompañan, por cierto,
 ilustres autoridades.

 Por Santo Domingo enfila
 el bello Santo Madero
con los destellos del Sol
alumbrando va el sendero.

 Nos llega el olor a sal
 del cercano Puerto viejo,
que el Atlántico bravío
 ha impregnado en los aleros
 de las casas portuenses
 llenas de siglos enteros;
es como algo especial
que se asemeja al incienso,
 que se ofrece a la Cruz
entre alabanzas y rezos.

 Pronto la Cruz pasará
 por lo más noble del Puerto
 donde Fernández de Lugo,
 hace ahora mucho tiempo
 la clavara en sus entrañas
como símbolo y recuerdo de la
 conquista cristiana y para bien de
 este pueblo.

 ¡ay mi Puerto de la Cruz!
parece nos va diciendo
 ¡ay mi Puerto de la Cruz!
con tu caminar incierto...
Las tracas y voladores
 me sacan del pensamiento
 en el momento preciso

 que le pido por mi Puerto.

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