Antonio Pastor
Alguien
escribió, si la honradez no existiera, deberíamos inventarla como la mejor
manera de hacernos ricos. Pues parece ser el único modo, en política, de
alcanzar un éxito duradero. ¿Será por ello que dudamos tanto de los políticos
perdedores, ansiosos de conocer las ideas, reformas y frescura de los
reformadores o triunfadores?
Codiciamos sus
éxitos por la gran felicidad que nos embriaga, que no es otra que la felicidad
del logro, del logro compartido con sus ciudadanos. Este es el gran deseo de
muchos pero sólo será el premio para los elegidos por el pueblo. Un pueblo que
pide cambios. Cambios de imagen, de partidos, de programa y de poltrona
política.
Y aunque a
simple vista parece sencillo y realmente lo es, el grupo a elegir consigue alcanzar el sabor de
gobernar pues, presenta su novedoso
programa convencido de que, lo que están transmitiendo es lo más cercano a la Verdad. No la clase de verdad que tanto se
ha prostituido políticamente, un día sí y el otro también. Y es que el único significado de la verdad es “La
honradez”.
Y la manera de
describir esta clase de verdad tal vez la expuso Shakespeare, mejor que nadie,
cuando en Hamlet, Polonio dice: Y esto sobre todo. Sé verdadero contigo mismo,
y debes de seguir como la noche al día,
que tú no podrás ser falso con ningún hombre.
Hablaba de la
verdad interior, la verdad que está dentro de nosotros en un mundo donde es muy
corriente hacer referencia a los avances de las nuevas tecnologías, la
autopista de la información y comunicación. A pesar de los vertiginosos avances
existentes, rara vez podremos alcanzar nuestros logros, si no somos capaces de
conquistar nuestro espacio interior.
Ser verdaderos
con nosotros mismos significa tener la responsabilidad de hacer el mejor uso de
lo que tenemos. ¿Y qué es lo que tenemos? Nuestra mente, habilidades y talentos
individuales. Nuestro poder de elección. Y además, aunque inmersos en el
estrés, nuestro tiempo para elegir. Y de lo que estamos seguros es que no
elegiremos a los manipuladores ni más acaparadores del poder.
Estas son
nuestras posesiones, una enorme cantidad de riqueza, que se encuentra dentro de
cada uno de nosotros, y que determinará el valor de las retribuciones. Como
dueños de cualquier clase de riqueza debemos, como individuos, decidir cómo
queremos usarla. Podemos derrocharla hasta extinguirla. Gastarla a tontas y a
locas sin ningún propósito o significado. O podemos invertirla inteligentemente
y recibir retribuciones abundantes. Una retribución que, con nuestro voto,
elegiría al dueño de nuestro destino, y
el cambio para nuestros seres queridos, durante la próxima legislatura.
La opción es
nuestra. Y aquí es donde entra la honradez y la integridad recordando la ley del universo, la “Ley de
causa y efecto”. Porque la causa hará un efecto igual, si hacemos buen uso de
nuestras mentes, habilidades y talentos, al efecto que se reflejará en nuestras
vidas exteriores.
Este es, el
gran fundamento sobre el que se construye una gran carrera política, una
verdadera comunidad o un gran país. La verdad y la honradez son palabras para
su éxito.
Así es que el
político destinado a ser grandioso, no
siempre se puede encontrar ni señalar en la calle, ni tampoco se sabrá si
obtendrá el voto de sus compañeros y vecinos, pero ella es la persona que
dirigirá sus destinos con éxito. En estos momentos observamos que algunos actúan,
debido a la celeridad de las elecciones, en contra de dicha Ley como si
trataran de derribar un edificio con una pluma, o intentar vaciar el océano con
una cucharilla, olvidando que los ciudadanos somos conocedores de lo acontecido
en esta última legislatura, tanto en el partido del gobierno como en la
oposición.
Consciente de
lo importante que van a ser estas elecciones para todos, seguro que haremos un
uso respetuoso de nuestra decisión, eligiendo a las personas adecuadas. Ellas
entienden que el futuro de los ciudadanos es como un campo fértil donde podrán,
con su honradez, sembrar la semilla de la verdad para los próximos cuatro años
de legislatura. Por eso esta vez ¡Votaremos!
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