Lorenzo
de Ara
Los
que menos saben, de toda la vida, son en todo momento los que más quieren
opinar. ¿Opinar? Ni hablar. Ellos sentencian. Pontifican. No hay más verdad que
la verdad del menda lerenda.
En
mi trayectoria profesional, siempre hundida en el fracaso continuo, he conocido
a innumerables fantoches que saben más que el resto de la humanidad. Ellos,
solo ellos, tienen la solución para todos los problemas. Ellos tienen, creo, un
librito mágico donde según la página que abran, encuentran la solución para,
por ejemplo, el paro, la precariedad laboral, la corrupción, la contaminación,
la pobreza, la violencia del hombre contra la mujer, hasta hallan el remedio
para que la sociedad no tenga que soportar por más tiempo al jubileta que da la
vara porque no tiene otra cosa que hacer, que estar en muchos lugares para
decir estupideces y repetir como un loro las constantes diatribas del locuaz
espantapájaros.
Los
hay también que escriben enrevesadamente y no están jubilados. Un servidor se
cansó de oír la voz de un hombrecillo así, el cual hablaba exclusivamente para
que seres de otro universo paralelo le escucharan y se asombraran de que en
este planeta existiera un ser inteligente y ponderado en sus acciones.
Luego
están los que se presentan a las elecciones bajo unas siglas políticas
prometiendo el todo, pero el todo absoluto. Le dicen al pueblo que ellos traen
en la cartera millones de euros, que, en dos días, a lo sumo tres, convertirán
en realidad los grandes proyectos, los pequeños proyectos, los microscópicos
proyectos, e incluso las ensoñaciones de un pobre diablo que sólo pide un
trabajo donde ganar dinero suficiente para mantener a su familia con dignidad.
Hacia este tipo de gentuza profeso un probado
asco. Intento combatirlo con hipocresía y la necesaria sobredosis de cobardía,
la cual se ha convertido en el santo y seña del firmante.
Pero
hay días que no puedo con ellos. Sobre todo, cuando están en mi pueblo.
Aprovechan todos ellos las redes sociales para desahogarse. En ese vertedero oficial de desechos humanos
predican la verdad que les hará grandes. Chorradas y mentiras. De todos los
asuntos dan su opinión. Carecen de información, pero eso es lo de menos. A todo dicen que no. El no por bandera. ¿Por
qué? Porque ellos, jubiletas, fracasados de la política, gente de fuera que
nunca será de aquí, ellos, sin leer, sin buscar información veraz, siempre
están con la puta monserga.
Con
ellos todos viviríamos mejor. Siempre y cuando asumiéramos que habría que poner
en práctica lo que dicen.
Yo
no les hago ni puñetero caso, aunque reconozco que soy culpable, porque sigo
sin armarme de valor para mandarlos a tomar por culo.
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