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jueves, 15 de octubre de 2020

LA ESCRITORA QUE FUE EXPULSADA DE CANARIAS: ELIZABETH MURRAY

José Melchor Hernández Castilla

Elizabeth Heaphy de Murray (Londres, c. 1815-San Remo, 8 de diciembre de 1882), conocida como Elizabeth Murray, fue una pintora inglesa, hija del también pintor Thomas Heaphy, fundador de la Royal Society of British Artists. Desde joven mostró habilidades e interés por la pintura, arte que desarrolló durante su vida. Fue una de las pintoras que cultivó el retrato en Canarias, junto a su coetáneo Alfred Diston entre otros. Participó en numerosas exposiciones realizadas por la Real Academia Canaria de Bellas Artes. También cultivó el paisajismo de las diferentes vistas que le ofrecía Canarias, principalmente la isla donde residía, Tenerife. Murray orientó a Solita, la hija de Diston, en su formación artística durante su estancia en la isla.

Llegó a Tenerife el 23 de agosto de 1850 a bordo del barco de vapor de guerra Hibernia. De la misma manera que en Tánger, sus observaciones empezaron nada más desembarcar. Recorrió toda la isla, anotando sus observaciones para la redacción de su obra “Sixteen Years of an Artist's Life in Morocco, Spain, and the Canary Islands”, y pintando tanto paisajes como escenas cotidianas. En su obra, menciona muy poco a su marido, sobre quien dice en algunas ocasiones que se encuentra muy ocupado, razón por la que ella se quedaba largas temporadas en el campo. La actuación del cónsul Murray fue muy efectiva, tanto en los asuntos británicos como en los problemas canarios, ya que en momentos de dificultad económica aportaba toda su ayuda. El primer lugar que visitó Elizabeth Murray fue La Matanza de Acentejo, donde se alojó durante un tiempo en una casa particular, desde donde pudo observar el Teide, señalando que «quizá no haya otro lugar en la isla donde una vista tan favorable pueda ser obtenida de esta gran masa». Visitó otros lugares, como La Orotava y Puerto de la Cruz, donde también se alojó durante algún tiempo. También visitó Gran Canaria en compañía de un grupo de ingleses, donde dijo sobre la ciudad de Las Palmas que era una ciudad triste y falta de interés ―«is rather gloomy and uninteresting city»―; aunque, sus habitantes eran amables y agradables. Durante uno de sus viajes a Londres fundó The Society of Female Artists, una sociedad de mujeres artistas. Unos años antes de su creación, fue nombrada miembro del Instituto de Acuarelistas de Londres.

En 1859, publicó en Londres “Sixteen Years of an Artist's Life in Morocco, Spain, and the Canary Islands”. En su obra, describe la sociedad canaria del momento y matiza algunas cuestiones en lo que respecta a su obra artística y la representación de dicha sociedad. Fue muy importante el aporte que realiza Alfred Diston, quien elabora “Notes furnished Mrs. Murray for her intended work on these islands” como apoyo para Murray. Su descripción fue muy significativa desde el punto de vista histórico y cultural, tanto en lo que respecta a las fiestas, costumbres y el folclore de las islas, como a datos relativos a la demografía y descripción de las ciudades. Sin embargo, la sociedad desaprobó la obra de Murray debido a las críticas que esta hacía de la sociedad canaria, «encorcetada y pueblerina»; por sus referencias a los funcionarios españoles, a quienes describe como individuos negligentes y sin honradez; y por sus comentarios sobre la decadencia que padecía Tenerife.  La decadencia de la popularidad de la familia Murray, como consecuencia de la publicación de esta obra, se ha barajado como posible razón por la que el cónsul Murray solicitase un traslado de lugar, ya que pocos meses después partieron al nuevo destino que le asignaron. El 3 de marzo de 1860, el cónsul británico es asignado a los estados de Maine y de Nuevo Hampshire, estableciendo su residencia en la ciudad de Portland (García Pérez, José Luis; en Murray, Elisabeth, 1859, 2004. “Recuerdos de Tenerife en Sixteen of an artist´s life in Marocco, Spain and Canary Islands”. Ediciones Idea. Canarias).

Si por casualidad un extranjero llegase en el transcurso de una de estas frecuentes fiestas, se imaginaría que había llegado a uno de los lugares más divertidos de la tierra. Una es el 23 de junio. Es el día de San Juan y anualmente todos los habitantes se reúnen para honrar al Bautista; lo hacen por diferentes motivos: algunos por el aspecto religioso, mucho por la ignorancia de la superstición y, probablemente, el mayor número de ellos, con la sana intención de divertirse. Alguien que haya visto La Orotava cuando está triste y sombría se quedará asombrado por el aspecto que presenta la víspera del día de San Juan. Sus calles, que previamente habían estado desiertas, se llenan, y el ambiente silencioso resuena ahora con el estruendo de alegres voces. Los campesinos con sus llamativos trajes, se apresuran hacia la población llevando ramas de plataneras y de otros árboles, con muchos cestos llenos de las más exquisitas flores, todas frescas y fragantes; se usan para regalar a los empleados y familiares que lleven por nombre Juan o Juana, así como también para ofrecerles al santo en cuyo honor se celebra la fiesta. Según la noche avanza y la oscuridad se intensifica sobre la tierra, la escena se hace casi mágica. Todo el campo aparece sembrado de alegres luces que se reflejan en la oscura bóveda celestial. Algunas personas llevan antorchas encendidas, y por todas partes surgen casi al unísono, las llamaradas de muchas hogueras que señalan la morada de las personas que llevan el mismo nombre del santo. No se puede imaginar una vista tan hermosa e interesante en una noche tan oscura como ésta. Las hogueras se encuentran a diferente distancia del espectador: la más cercana, con un vivo resplandor rojizo, mientras que la más lejana, como el parpadeo de una luciérnaga en la hierba, comienza a extinguirse. Todo puede observarse hasta que la llama, poco a poco, se va apagando. La leña se quema y la sombra de la noche vuelve a ennegrecer la escena. La gente se retira luego a sus hogares, pero no precisamente a descansar, porque les espera una noche de labor. Pasan gran parte de la misma confeccionando los ramos y las flores con los que harán arcos y otros adornos para colgar en las puertas de los habitantes donde duerma un Juan, una Juana o cualquier Juanita. La confección de estos modelos florales y su misma distribución en diferentes lugares de la casa producen un elegante efecto. También se ve todo tipo de regalos, como frutas y pasteles, y, a veces, pichones y conejos vivos atados; les acompañan unos versos en honor de los mencionados Juanes, Juanas y Juanitas…

Hay ciertas supersticiones del día de San Juan referidas en especial a la adivinación, muy propias de las clases bajas y en parte de la media. En esta ocasión, por ejemplo, todas las mujeres solteras, si así lo desean, y la mayoría de ellas lo quiere, pueden averiguar con infalible certeza (al menos así lo creen) quién va a ser su futuro marido y qué felicidad le espera en este nuevo estado en el que van a entrar. La manera de obtener esa información es la siguiente: tan pronto la llama de la primera hoguera se aprecia, la aspirante a la bendición de la vida matrimonial se coloca en una ventana y escucha atentamente con la esperanza de oír pronunciar a algunas de las personas que pasan, un nombre cristiano. Si lo oye, siempre que su paciencia se vea recompensada, ése será el nombre de su futuro marido. Un segundo acto de adivinación en la víspera de San Juan, es el que sigue: se procura buscar un huevo fresco, se rompe y su contenido se pone en un vaso lleno de agua pura. Se deja expuesto al rocío durante la noche. Tan pronto como el día de San Juan llega, la dama se levanta y presurosa va a ver el aspecto que presenta el huevo. Mientras hace eso, recitas los siguientes versos: “San Juan Bendito, por ser día tu día, di que sirva, la fortuna mía”. Como contestación a la petición expresada en estas líneas, San Juan coagula el huevo en una forma que muestra el negocio o a la profesión de su futuro esposo; y no es nada difícil interpretar, con un poco de ingeniosidad, una forma que pueda estar de acuerdo con los deseos o las esperanzas de la adivinadora…

En el día de San Juan también se realizan algunas curaciones en las que creen a ciegas los habitantes de la Isla. Algunas son de una extraña y dudosa naturaleza. En el caso de los niños que sufren de hernia, se procede de la siguiente manera: la ceremonia se ejecuta por un hombre llamado Juan y por tres mujeres, llamadas respectivamente Isabel, Ana y Juana. En primer lugar, el hombre toma una larga vara de mimbre verde y la abre a lo largo aunque no del todo; la mantiene luego por un extremo, mientras Juana, desde una rueca, hila un hilo de lino. Isabel y Ana se pasan al niño, completamente desnudo, tres veces una a la otra, a través de la abertura de la vara de mimbre. Mientras hacen esto, hay que continuar rezando ciertas oraciones, sin las que el hechizo no sería efectivo. Por entonces, ya el pequeño ha pasado un número conveniente de veces de mano en mano, mientras Juana ha terminado de hilar, y cogiendo a continuación el junco de manos del hombre, va luego liando cuidadosamente en él el hilo de lino. Lo importante es pegar los bordes de la vara de tal forma que estén unidos y parezca que nunca ha estado separados. Si esto sale bien y la vara de mimbre crece como se desea, seguro que el pequeño paciente superará la enfermedad y verá disfrutar de una perfecta salud antes del próximo día de San Juan. Pero, si después de una prueba de doce meses, el resultado esperado no se consigue, el caso se considera desahuciado y el niño debe resignarse a éste su destino inevitable. Las clases bajas en las Islas Canarias, y especialmente los campesinos, creen que no se puede dudar nunca de la verdad de estas indicaciones. Su fe en el mimbre es irresistible. Por muy absurdo que esto parezca a la gente culta, todos lo que han residido en las Canarias y ha sido testigos de estas ceremonias del día de San Juan, puedan dar testimonio de la sincera convicción con que tales ridículos ritos se ejecutan y a su vez la ansiedad con que se espera el resultado de las ceremonias” (García Pérez, José Luis; Murray, Elisabeth, 1859, 2004. “Recuerdos de Tenerife en Sixteen of an artist´s life in Marocco, Spain and Canary Islands”. Ediciones Idea. Canarias).

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