Teresa González
Eran pececillos navegando en mi cuerpo
que tierra fue de su adyacente jardín
Y una mañana fresca
de mayo, octubre y noviembre
elevó sus pupilas mi palmera
para verles crecer
Orgullosa acomodó
su melena en la tarde
deleitándose con el fruto
de su más grande amor
Es primavera en sus plumajes de oro,
felicidad es su vida junto a mi calor
Fuente de dicha son sus travesuras,
música para mis oídos es su voz
Juntos soñamos mirando a la luna
Juntos reímos desnudando el corazón
No hay instante sin fiesta
ni gritos-sonrisas
en mi cálido nido
donde no falta Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario