Evaristo Fuentes Melián
La UNICEF se cuestiona las propuestas para cambiar la medida de progreso. Es menester cambiar poder militar y económico por niveles de salud, nutrición y educación. Hay dos formas de ver y atacar el problema. Que se estén llevando a la práctica, es harina de otro costal.
Se debe plantear el tema desde estas dos perspectivas:
Primera Opción.- Dar por sentado que hay alimentos suficientes para toda la Humanidad, y por tanto no es necesario el control en la disminución de la natalidad, si verdaderamente los organismos internacionales se ocupasen de repartir bienes básicos y alimentar debidamente a los ‘desheredados’ del Tercer Mundo.
Segunda Opción.- No hay alimentos suficientes, no es posible por tanto alimentar a toda la población del Planeta, que va en aumento imparable y desmesurado; por lo tanto es necesario un control, a nivel mundial, de la natalidad.
Una serie de circunstancias, que se agravan con el llamado 'Nuevo Orden Mundial', complican el problema y hacen inviable en la práctica la Primera Opción. Los centros decisorios del mundo occidental, con los Estados Unidos de América al frente, están adquiriendo un enorme poder sobre el resto de la población mundial, capitalizando hasta las guerras de una manera cerebral, calculada solamente desde el punto de vista de la rentabilidad de la industria del armamento. Es eso que se ha dado en llamar 'capitalismo salvaje' o, con eufemismos y camuflajes semánticos suaves, se puede denominar 'política de libre mercado'.
Se inventan demonios (en su momento, Saddam Hussein) para justificar guerras como la del petróleo, o se ayuda a los golpistas (Yeltsin), cuando en el fondo de todo ello no hay sino un beneficioso interés comercial de control del desarrollo del consumo, en crisis política y social permanente.
Por el contrario, la Segunda Opción, auspiciada por un organismo que muy bien podría ser la propia UNICEF para control de la población y reparto de alimentos, medicinas y bienes de primera necesidad en zonas y países subdesarrollados, traería consigo la disminución simultánea de los elevados índices de mortandad infantil, enfermedades y miseria en general.
El egoísmo ciego de las grandes multinacionales, ayudadas moralmente por doctrinas religiosas cuestionables contra el control de la natalidad, echa por tierra todo programa de desarrollo armónico.
Pero no hay otra solución. Las pateras, mientras tanto, seguirán cruzando todos los estrechos y mares hacia el Norte, en busca desaforada de alimentos, huyendo de una inestabilidad miserable permanente.
ESPECTADOR
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