Isidoro
Sánchez García. Foto/ M. Méndez
Durante mi
estancia de estudiante en la ETSIMO de Madrid (1959-1965) tuve la oportunidad
de asistir a muchos partidos en el Chamartín y en el Metropolitano, donde
jugaban Real Madrid y Atlético de Madrid, respectivamente, siempre en domingo y
no como hoy. Por eso cuando descansaba de jugar en la liga universitaria como
defensa central y capitán del equipo del Colegio Mayor, llamaba a algunos
paisanos de la Villa de La Orotava que estudiaban o hacían el servicio militar
en la capital española, para acercarnos al viejo Chamartín o al Metropolitano.
Eran los años gloriosos de Di Stefano en el Madrid y de Miguel en el Atlético.
Siempre me ha
gustado el fútbol, además de otras disciplinas deportivas como el baloncesto y
la natación, pero sin embargo no me acordaba de ningún match de derbys, ni de
clásicos significativos, hasta que llegó el año de 1974, cuando ya era
ingeniero de montes del Icona, y pude disfrutar en el Bernabeu de un clásico
Madrid-Barcelona el domingo 17 de febrero de 1974. Fue un partidazo de
envergadura donde el equipo catalán vapuleó al equipo merengue madrileño. Ganó
por 0-5 con goles marcados por Marcial, Cruyff, Asensi, Juan Carlos y Sotil. En
mi vida había visto una “cuerada” de tal envergadura. Los goles se sucedían de
una manera matemática, cada dieciocho minutos aproximadamente. El pobre
cancerbero madridista García Remón no daba avío a sacar el balón de la red. Me
llamó la atención la manera de jugar del equipo catalán, con Cruyf de director
de orquesta.
Se sucedían las jugadas y los goles individuales incluida una
falta sacada por el holandés que fue rematada de manera fulminante por Sotil de
cabeza. Fue todo un baile y así se lo comenté al ingeniero forestal, Paco Mena,
que me acompañó al flamante estadio madrileño, y más tarde al recordado amigo
realejero Santiago Palmero, fanático del Madrid, a quien le regalé la entrada
del partido a mi regreso a Tenerife, como recuerdo de la goleada. Algo parecido
me sucedió recientemente, el sábado, 23 de diciembre, al mediodía, cuando contemplaba
en casa, con unos amigos aficionados al Real Madrid, el clásico de la liga
Santander. Habían transcurrido cuarenta y tres años de aquella hecatombe
madridista que le costó al navarro Zoco, que jugaba en las filas del Real
Madrid, la retirada del fútbol profesional.
Los tres goles
del Barca en la segunda parte del último clásico, en el que participaron
Suárez, Messi, de penalty, y Aleix Vidal al final, cayeron como un jarro de
agua fría en el equipo madridista. Entonces pude constatar la importancia de
contar con verdaderas estrellas futbolísticas que colaboren en la estructura de
los equipos, casos de Cruyff en 1974 y de Messi en 2017. También me acordé de
lo que comentó mi hermano Francisco, fichado por Luis Molowny en el Real Madrid
a mitad de los años de 1960, cuando su hijo Borja le entrevistó antes de
marcharse para el otro mundo: “El Barcelona es todo un equipazo y el argentino
Messi el mejor jugador de la historia del fútbol”. Toda esta narración la traigo a colación
porque me lo pidió una amiga y vecina a la que le gusta el fútbol en todos los sentidos,
aunque recientemente ha apostado por los Sports. Me refiero a Milagros Luis
Brito que es aficionada al C.D. Tenerife y a la U.D Las Palmas, al igual que al
equipo femenino del Granadilla.
¡Feliz Año
Nuevo!
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