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sábado, 31 de octubre de 2015

EL DÍA DE LOS FINADOS EN LA OBRA DE JUAN BETHENCOURT ALFONSO

Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL
La obra del doctor Juan Bethencourt Alfonso (1847-1913) marca un punto fundamental en el inicio de los estudios folklóricos, etnográficos y antropológicos en Canarias.  La recuperación de su figura es el resultado de la incansable labor desarrollada por el profesor de Historia de América de la ULL, Manuel A. Fariña González, quien se ha encargado de estudiar su obra, siendo notable muestra de ello la publicación de La Historia del Pueblo Guanche o Costumbres populares canarias de nacimiento, matrimonio y muerte.
De esa última obra, extraemos toda una serie de datos en relación a las celebraciones desarrolladas en el contexto del Día de Difuntos. En ese sentido, en el sur de la isla de Tenerife “antes de ese día encendían luces sobre los sepulcros, tantas cuantos eran los seres queridos muertos, y además ponían trigo, carneros, etc. El cura recogía las ofrendas a medida que cantaba los responsos”. No faltaban las oraciones durante la noche. Además, colocaban dentro de una bandeja con aceite mechas, dedicando cada una de ellas a un finado, siendo curioso que algunas personas afirmaran conocer “el estado de las almas de los muertos por las particularidades que ofrecen las luces”, explicando el significado de aquellas que se apagaran, pues se entendía el descanso del alma de la persona; frente a la mecha que permanecía muy brillante, siendo entonces necesario recurrir a muchas oraciones. La iluminación con luces era una práctica habitual en muchos hogares e incluso en la Iglesia. Una práctica registrada en lugares como Güímar, pero con la particularidad de que la llama que se apagaba era por no necesitar de más luz; mientras que la luz que fuera más intensa indicaba que el alma se encontraba muy próxima de entrar al cielo. Muy similar sería la situación que ese día se desarrollaba en el núcleo de Los Realejos, siendo característico que cada mujer procedía a encender en la Iglesia tantas velas como individuos de su familia tuviera fallecidos. Es importante destacar la particularidad festiva de ese día en el núcleo realejero, pues durante la noche “acostumbraban los monaguillos y demás empleados de la Iglesia hacer una cena, con todas las castañas, frutas y demás regalos que han podido reunir en los días anteriores, pidiendo de casa en casa”. A continuación, tras finalizar la cena, “le quitan a San Miguel el diablo que tiene a los pies, le atan una cuerda al cuello y le arrastran con piedad salvaje por toda la Iglesia”.
En Arona, las mujeres serían nuevamente las responsables de encender velas durante la noche en los recintos religiosos el Día de Difuntos, llevado todas ellas grandes cantidades de frutas o huevos envueltas en paños que depositaban sobre los sepulcros; así como carneros, barriles de vino, entre otros alimentos. “De cuando en cuando, las mujeres levantaban la mano con un saco o bulto que era la señal para que el sacristán o monaguillos que andaban husmeando, fuera por la ofrenda, que metían en la sacristía y volvían luego a devolver el paño”.
Por su parte, en la isla de Fuerteventura, existía la tradición de poner ese mismo día sobre los sepulcros fanegas de trigo, carneros vivos, garrafones de vino e incluso cestas de pan, junto a dulces y otros productos “para los ministros de la Iglesia”. Para tal isla, señala que en la localidad de Antigua, por parte del cura y el sacristán, se realizaban toda una serie de responsos sobre los sepulcros, un aspecto ejecutado hasta mediados del siglo XIX, pues, en el momento de recopilar los datos, Bethencourt Alfonso expone que salen por el mismo pueblo “con la cruz de la parroquia, el sacristán y monaguillos con agua bendita, dando «la paz de Dios», y recogiendo todo lo que le dan, como dinero, fruta pasada, almendras, etc”.
En definitiva, hemos destacado toda una serie de aspectos en diferentes lugares de Canarias sobre los actos desarrollados antes y durante el día de Todos los Santos en el siglo XIX recopilados a través de la obra de un canario que en sus diferentes investigaciones muestra una gran preocupación por el conocimiento de las Islas y sus habitantes.

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