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sábado, 10 de octubre de 2015

CERÁMICA CANARIA EN SANTO DOMINGO. LAS LOCERAS DE MOCA.


Manuel Hernández González

La cerámica canaria es una de las herencias más notables de la huella de la emigración canaria en Santo Domingo que ha pervivido hasta nuestros días. Sobre su pervivencia en el pueblo cibaeño de Moca, de hondas raíces isleñas, hablamos en nuestro libro Expansión fundacional y crecimiento en el norte dominicano (1680-1795). El Cibao y la bahía de Samaná (Ediciones Idea, Tenerife, 2007).      

El peso de los canarios dentro de los pobladores de Moca se hizo constar en el expediente de erección de Puerto Plata, que reseña su establecimiento en esa localidad del norte dominicano en estancias. Se puede apreciar también en la pervivencia de sus técnicas, como acontece en la cerámica. De todos esos centros alfareros de raíz isleña que se desarrollaron en el Santo Domingo colonial han subsistido sólo los de Higüerito y Bonagua, enclavados en la provincia Espaillat, entre Moca y Santiago, en  una comarca de notable influencia y arraigo de campesinos canarios en el siglo XVIII. Lyonnet en 1800 ya destacó la tradición en tales producciones de la comarca: “En toda la colonia se encuentra una tierra muy conveniente para la alfarería, pero principalmente del lado del Cotui y de La Vega. Los habitantes fabrican cazuelas tan delgadas como nuestros utensilios de cobre”. Como reseñan José del Castillo y Manuel García Arévalo, la loza elaborada tenía una finalidad eminentemente utilitaria y doméstica. Tal arraigo alcanzó que se difundió por todo el país. Se auxiliaban de instrumentos tales como la paleta o cuchara de higüero y un guijarro para alisar por frotación la superficie. Para producir los recipientes de mayor dimensión como la tinaja o los potes se emplea el montaje. Este consiste en agregar tiras o jirones de barrio que llaman bollos a una base denominada cimiento que es previamente modelada sobre una tablita de madera. Los bollos se van agregando al cimiento a medida de anillos superpuestos hasta lograr el tamaño deseado, mientras se aplanan con los dedos dándoles el espesor requerido. Luego se alisa le superficie y se completa la forma del recipiente paleteándose con la cuchara del higüero que es mojada constantemente mientras se use. La acción de alisar una tinaja exige capacidad y dinamismo, es notable la simetría que se guarda en todos los diseños y tamaños. Los recipientes elaborados por una o varias alfareras de la zona una vez modelados, se retira la base se madera y se pone a secar a la sombra. Cuando se halla ya bastante seca se rasga la superficie con el filo de la cuchara de higüero para eliminar las  impurezas. Se le da forma oval al exterior de la base. Como último paso se le aplica el recipiente con las manos por toda la superficie una tintura obtenida al diluir en agua la arcilla acrosa denominada guaguarey. Se logra así una solución de color mamey, con la cual se lustra vigorosamente todo el recipiente con el pulidor.


Los recipientes son introducidos en hornos en forma de cúpula hechos de tierra, que semejan los primitivos hornos de pan y poseen una capacidad promedio de hasta 15 tinajas, que es la pieza más voluminosa fabricada. Después de humedecidas las piezas de alfarería son puestas a enfriar para ser introducidas en serones de guano acunadas con hojas de plátano y transportadas a los lugares de venta. El horneo es la única actividad dentro del proceso de elaboración en que puede intervenir el hombre, ya que la alfarería es un trabajo exclusivamente femenino. La tipología de los útiles elaborados es el burén para tostar al fuego la yuca rayada para la elaboración del casabe, las ollas, los platos, las cazuelas, las potizas con asa o sin ella y la tinaja.  Aunque los autores desconocen su origen y lo califican por un lado en cuanto al horno de hispánico y en cuanto al trabajo de las mujeres de herencia indígena, no cabe duda que la técnica es genuinamente de procedencia canaria como se puede apreciar. Se emplea hasta el mismo término, el bollo. El proceso de elaboración es idéntico. Los recipientes empleados son los mismos de Canarias, con la excepción del burén, empleado en la cocción de la yuca, pero lógicamente era debido a que no era cultivada en Canarias. Sin embargo, los campesinos canarios se adaptaron a ella y a su cultivo y alimentación que en Venezuela no hubo ningún campesino canario que entre sus utillajes no tuviese un rayador de yuca para elaborar casabe.

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