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sábado, 31 de octubre de 2015

CIENTO CINCO AÑOS DEL NAUFRAGIO DEL TITLIS EN PUNTA BRAVA

Agustín Armas Hernández
Estos últimos años, han naufragado muchos barcos, grandes y pequeños. Unas veces  suceden por fallos humanos y otros por los  huracanes que se forman, en la actualidad, con tanta frecuencia en todo el mundo. Yo no sé por qué razón siempre que sucede alguna desgracia de este tipo, como la  de estos días en el Cantábrico, Costa de Galicia, me recuerdan, aunque no hubieran víctimas,  los actos de heroísmo de los socorristas en el fa­moso naufragio ya lejano, entre los peñascos de Punta Brava, Puerto de la Cruz

Hasta primeros años del siglo XX La Brava (actual Punta Brava), dormía el sueño de los tiempos. No era más que una lengua volcánica-rocosa que se introduce provocativa, desafiante en el Mar Océano del norte tinerfeño, rincón aislado, distante de la costa de un pueblito, también rebautizado, antes «Puerto de Orota­va» hoy Puerto de la Cruz. Grandes masas rocosas semisumergidas unas y aflorando a la superficie otras han sido motivo de alarma y preocupación para todos los marinos y capita­nes del barco que con fre­cuencia solían visitar el muelle portuense en aque­llos años, para cargar los ri­cos frutos del fértil valle de La Orotava


No eran infundados estos temores. Pues en la ma­drugada del 11 de diciem­bre de 1910, un grito desga­rrador hirió el espacio eté­reo ¿Qué pasa? se pregunta­ban los desvelados y soño­lientos portuenses, como in­tuyendo que algún fatídico acontecimiento ocurría en ese preciso momento. Eran las cinco matinales de la citada fecha, un fuerte temporal de viento y mar gruesa batía la costa. Se tra­taba de un barco, un gran barco, el «TITLIS». Las rocas del «veril de la brava» rasgaron su vientre, hasta las mismas entrañas. Un agricultor de la zona, alarmado por el rugir de la sirena del buque agonizan­te, después de acercarse al lugar y ver lo ocurrido, co­rre hacia el Puerto de la Cruz y avisa a las autorida­des locales. Seis personas se dan prisa en llegar al lugar; eran Sebastián Castro Mo­rales (el que más tarde di­rigiría las operaciones de salvamento). Francisco Álvarez García, Gregorio Montes de Oca García, Isi­dro Ramos, Pedro Mesa Ló­pez y mi propio progenitor, Ángel Armas Álvarez.


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Manos a la obra» gritó don Sebastián, dando ánimo a sus compañeros, mientras se acercaban al carguero siniestrado. Más... uno de ellos al cual conocí muchos años después del incidente, viendo, que barco y tripulación se hundían por momentos, arrebatado de valentía,­ coge una soga -preparada previamente- y se lanza de risco en risco hasta llegar­ cerca de la proa, donde es­taba concentrada la deses­perada tripulación. El TITLIS era un vapor noruego de acero, aparejado de gole­ta, que fue construido en los astilleros Neyland (Oslo) en 1904.Tenía un tonelaje bruto de 1.407 toneladas, una es­lora de 231 pies 35 de man­ga y 20 de calado; venía al mando del capitán Kristian Andersen, con una tripula­ción de 18 hombres, de los cuales 4 desaparecieron, arrebatados por las olas, cuando agarrados de la susodicha cuerda intentaban llegar a .tierra firme. Después de este catastró­fico acontecimiento que conmovió el corazón de to­dos los portuenses, concretamente el día 15 del mismo mes, el comité de turismo de la localidad organizó una función benéfica,- según folleto de la época- en ayuda de los marinos supervivien­tes y familias de las vícti­mas, gran éxito tuvo dicha acción, que se celebró en el cinematógrafo del ex convento de monjas. 

Reinaba en Noruega en aquellos años el rey Haakon VII y, de acuerdo con su go­bierno decidió galardonar con medallas y pergaminos alusivos la gesta de estos valientes e intrépidos soco­rristas portuenses. Sin su in­tervención, hubieran pereci­do todos los tripulantes del buque. Durmieron durante mu­chos años los restos del na­vío en las profundidades. Pero llegaron tiempos nue­vos y sofisticadas técnicas tanto para escudriñar las entrañas de la tierra como las profundidades marinas. Pues bien, el año 1980, los alumnos del colegio Monte­ssori de Santa Cruz de Tene­rife realizaron una serie de actividades en el Puerto de la Cruz que -con la colabo­ración de la Escuela de Bu­ceo de Tenerife y otros ciu­dadanos portuenses- cul­minó extrayendo del lecho marino la hélice del TITLIS. 

En un acuerdo muy inte­ligente, el 25 de junio de 1980, dicha hélice fue dona­da al populoso barrio de Punta Brava y quedó en un sencillo pedestal para que todos, tanto lugareños como foráneos, recuerden no sola­mente a los fallecidos en el naufragio, sino también a los valientes portuenses que arriesgaron su vida por el prójimo. Al acto de entrega de la hélice, ahora ubicada en la plaza de Manuel Balleste­ro, (en la actualidad está frente a la Iglesia de Santa Rita) asistieron además de cónsul de Noruega, señor Limberg, representación del Cuerpo Consular Acreditado en Tenerife, jefe de la Policía Nacional, párroco del barrio, alumnos del colegio Montessori con su director, familiares de los que inter­vinieron en el rescate de los náufragos y mucha más gente. El barrio portuense de Punta Brava empezó a cre­cer y tomar auge en la déca­da de los años 50, cuando la corporación municipal con su ilustre alcalde don Isido­ro Luz Cárpenter decide donar solares de aquella zona rocosa a personas necesita­das del lugar. Hoy, sin duda, es Punta Brava el barrio más bonito y populoso de la ciudad turística. Una gran avenida que lleva el nombre del recorda­do Paco Afonso -el que fue­ra alcalde de la ciudad y gobernador de Tenerife- une el barrio con el centro de la ciudad. Algunos me dicen que a ver si llego a ser tan heroico como mi recordado padre. Si el Señor me concede una ocasión, que también me dé fuerzas para no degenerar de mis antepasados. Lo mismo deseo para los descendientes  de los demás socorristas.

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