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sábado, 24 de octubre de 2015

HISPANIDAD


Jaime Coello Bravo

Cada vez que llega el doce de octubre se genera polémica sobre qué se conmemora, por qué y cómo. Este año las discusiones han  trascendido a los medios de comunicación nacionales porque personas muy conocidas, de las que me voy a ahorrar cualquier calificativo, como el actor Willy Toledo, el presentador  Frank “de la Jungla” o el futbolista Roberto Soldado se han dedicado hermosos “piropos” en el transcurso de agrias discusiones públicas acerca de este tema.  

El 12 de octubre se celebra el día de la Hispanidad y se celebra fundamentalmente, porque en esa fecha de 1492 Colón llegó a una isla de lo que después se llamó América. En el primer cuarto del siglo XX se comenzó a celebrar bajo la denominación de día de la “Raza”. Posteriormente se llamó de la “Hispanidad” hasta la toma del poder por  Franco que utilizó indistintamente los dos términos.

Esta efeméride, es muy contestada en sectores crecientes de la sociedad de los países iberoamericanos y del propio estado español porque en el fondo lo que se celebra es un hecho que propició que miles de indígenas, centro, sur y norteamericanos fueron esclavizados y masacrados o murieran por enfermedades importadas y que su forma de vida desapareciera para siempre. Entiendo que los que han sufrido un trauma así  y sus descendientes, no puedan pasar página ni hablar de que es algo terminado. Ese día quedó también servido, el genocidio de los pueblos subsaharianos, pues poco después de la llegada de Colón, Fray Bartolomé de las Casas consiguió que se aceptara su tesis de que los indios tenían alma. Pero en ese mismo momento defendió que los negros no, por lo que se abrió la veda para su utilización como mano de obra esclava en el Nuevo Mundo.

¿Por qué cada vez se habla del genocidio indígena sale alguien a defender al Imperio español y a España y compara lo ocurrido en América con otros genocidios? ¿Por qué se empeñan esos autoerigidos como protectores de la españolidad en hablar de las invasiones de la Península por celtas, íberos, cartagineses, romanos, visigodos y árabes como si fueran equiparables con los hechos que comenzaron en 1492? ¿Por qué siempre aparece alguien  culpando a los demás de los males propios? Así, surgen voces que dicen que la verdadera crueldad surgió en América cuando llegaron los ingleses. Con los venidos de España hubo un mestizaje, con los ingleses una masacre. La” pérfida Albión” tuvo la culpa de todo. De esta forma algunos tranquilizan sus conciencias e intentan acallar las opiniones más críticas.

Pero en mi opinión, no es tan sencillo. Por supuesto que no culpo a ningún Estado, ni a los españoles actuales de lo que pasó hace algo más de 500 años. Pero una cosa es que no seamos culpables y otra muy distinta sacar pecho y celebrar algo que para millones de personas sigue siendo doloroso.

Para complicar más la cosas, desde 1987 a alguna autoridad estatal española con muy pocas luces, se le ocurrió trasladar la conmemoración del día de las Fuerzas Armadas al 12 de octubre, con lo que se asocia el llamado de forma muy cínica “encuentro entre dos mundos”, con la marcha de un ejército que en su día fue de ocupación; es decir, en el fondo, aunque a veces cumpla otras funciones, algunas de ellas dignas de elogio,  con el desfile de  un instrumento de muerte que arrasó y saqueó América de punta a punta. En cuestión de sentimientos y este asunto lo es, los símbolos son muy importantes y este es a todas luces, muy desafortunado.

También el 12 de octubre, los  indígenas de Estados Unidos y Canadá celebran su día de las tribus porque el 12 de octubre de 1492 empezó la cuenta atrás para su destrucción. Primero fueron los españoles de entonces los que intentaron someterlos, luego los franceses, los ingleses y finalmente los estadounidenses que consiguieron  exterminarlos casi por completo.

¿Pero qué más da el origen de los genocidas? Porque desde la perspectiva actual lo que ocurrió fue un genocidio y desde la perspectiva de la época también, pues no fueron pocas las voces que se alzaron  en su momento contra la barbarie cometida por los conquistadores. Es verdad que ha habido otros genocidios como  el armenio a manos de los turcos, el de los judíos y gitanos a manos de los nazis y sus aliados, el de los congoleños a manos de los belgas, el de los aborígenes australianos a manos de los británicos y sus descendientes australianos… pero hay una gran diferencia con el iniciado el 12 de octubre de 1492: aunque todos se conmemoran, ninguno se celebra. Hay estados como Australia que incluso han pedido disculpas recientemente por el trato que dispensaron a sus habitantes primigenios; Alemania ha pedido perdón al pueblo judío en reiteradas ocasiones.

A nadie se le ocurre celebrar hoy en día el tráfico de esclavos y la esclavitud sufrida por los negros africanos. Entonces me pregunto por qué las autoridades de este Estado llamado España,  insisten en meterle el dedo en el ojo todos los años a millones de personas diciéndoles que lo que les pasó hay que entenderlo como una fiesta.

Habrá quien me diga, como he escuchado muchas veces, que los que critican son los descendientes de los conquistadores europeos que fueron allí a hacer fortuna a costa de los indígenas y que  los antepasados de los españoles actuales se quedaron aquí y no hicieron nada malo. Aunque tenga algo de verdad, se puede explicar por lo que llamo “el síndrome de los conquistadores” que consiste en que sus descendientes se avergüenzan de tal manera de los actos de sus ascendientes que se  identifican con las víctimas que sufrieron su violencia, hasta el punto que ellos mismos se consideran las  víctimas. Se trata de un mecanismo de defensa perfectamente comprensible y legítimo que han desarrollado para poder seguir adelante en aquellas tierras sin tener que pedir perdón y arrepentirse a cada paso que dan.    
  
Pero los descendientes reales de los indígenas sometidos, los pueblos nativos de América,  siguen sufriendo las consecuencias de la Conquista en muchos países, en forma de marginación en la vida pública, de falta de oportunidades económicas, de pérdida de tierras y de sus culturas ancestrales, de alcoholismo y del rechazo de la población criolla de origen europeo. En algunos casos, tienen que sufrir un nuevo episodio de una conquista interminable a manos de multinacionales españolas, estadounidenses, británicas…

¿Cómo pretendemos que se sientan? ¿Por qué no hacemos el pequeño esfuerzo de ponernos en sus zapatos? ¿Cómo les podemos pedir que pasen página si su sufrimiento está muy lejos de terminar? ¿Cómo pedirles que no se enfaden porque celebremos el día que comenzó su explotación y aniquilamiento?  ¿Cómo nos sentiríamos nosotros si fuéramos ahora ocupados por un pueblo extraño que se quedara con nuestras mejores tierras, que nos esclavizara, que tomara a las mujeres por la fuerza y aniquilara a los que se opusieran y además celebrara el día que llegaron? Creo que la respuesta de obvia.   

Es verdad que pasado el tiempo, la conquista de lo que después de llamó América, también produjo efectos interesantes y positivos en la forma de un idioma común, una cultura similar en muchos aspectos y grandes  literatos y artistas a ambos lados del Atlántico ¿Por qué no celebramos entonces juntos a Cervantes, a García Marquez, a Borges y a Cortázar? ¿Por qué no a Picasso, Frida Kahlo, Dalí o Diego Rivera? Celebremos de verdad la diversidad y riqueza cultural de la comunidad de pueblos que forman Latinoamérica en una fecha que escojamos entre todos, con la que todos y todas nos identifiquemos y en la que nos sintamos cómodos  y digamos adiós a fórmulas caducas basadas en la imposición, en la violencia y en una raza que nunca existió.

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