Agustín
Armas Hernández
A
DIOS NO SE LE ENCUENTRA CAMINANDO SINO AMANDO
Leía
Agustín por segunda vez la Biblia pues la primera le pasó lo que a muchos
mortales: que, al no tener el espíritu de Dios, no vio ni entendió nada. Hasta
tal punto fue así, que llega a comentar entre sus amistades y amigos, que lo
leído —las Sagradas Escrituras— era un lenguaje para ignorantes. ¡Pero amigos!
ahí estaba San Ambrosio deslumbrándole con sus sermones y homilías, además de
la constante Santa Mónica (madre de San Agustín) que, con plegarias y lágrimas,
hicieron posible, que el hasta entonces inquieto agnóstico se transformara de
tal manera, que llegó a ser el más célebre santo doctor de la Iglesia Católica
universal. Al leer por segunda vez —como
decía yo al principio— la Sagradas Escrituras expresó con gran admiración —
¡Aquí está la verdad de la vida! —. Pues bien, San Agustín se convirtió hace ya
XVI siglos, y algunos años más esto es, en 1.631, el 386 D.C. y se bautizó el
24 de abril del 387. Pasó por el mundo dejando huella — espiritual se entiende—
de un valor incalculable. Inspirador —por medio de sus libros— de tantos y
tantos teólogos y misioneros, que arriesgando sus vidas extienden día tras día
por todo el orbe la palabra del Divino Hacedor. ¿Y de algunas personas qué?
¿Qué va a ser de los humanos que pasan por este valle de lágrimas sin inmutarse
ni meterse en algún que otro berenjenal; ¿de quienes sólo se levantan por la
mañana a trabajar, comer, y otra vez a la cama? Es obvio que ellos los
anteriormente aludidos y también los que hacen algo más positivo tendrán su
lugar después de finiquitada esta vida.
¡No
dijo Jesús: «en la casa de mi Padre hay muchas moradas, voy a preparar la vuestra»
?, la de sus apóstoles. Por lo tanto, cada uno tendrá la morada que merece
después de esta vida. Una breve introducción inspiradora sobre la conversión de
San Agustín para meternos en el meollo de nuestra cuestión. ¿Fueron suficientes
para la conversión del santo las lágrimas de Santa Mónica su madre, y los
sermones de San Ambrosio?, no, queridos colegas «como dirían o dicen los
jóvenes avanzados de hoy en día». El inquieto Agustín necesitó, todavía de la
intervención directa de Dios.
«Toma, toma y lee», le decía aquella voz
angélica, indicándole concretamente lo que tenía que leer. Abrió la Biblia,
leyó a San Pablo y prorrumpió en un mar de lágrimas. Según la leyenda un niño
en la playa —mientras paseaba nuestro santo por la misma— y después de abrir un
hoyo en la arena cogía con una concha agua del mar y la vertía en el hoyo, así
una y otra vez. Agustín que le observaba a distancia un poco intrigado se
acerca y le pregunta, niño ¿qué estás haciendo? se vuelve este, y con una
fuerte y penetrante mirada en los ojos, le contesta señalando al mar: «quiero
meter toda esa agua en este hoyo», contesta Agustín: «esto es imposible», el
ángel replica: «mucho más difícil es que tu llegues a entender el misterio de
la Santísima Trinidad».
Pues... despiertos o durmientes habitantes de este
globo, llamado Tierra: San Agustín buscaba la luz y la consiguió. Sin embargo,
la mayoría de los hombres están en tinieblas y no se molestas —aunque sufran—,
en buscar la luz. Cientos de años antes de la aparición del santo que nos ocupa
y por mediación de Moisés, se nos dieron unas leyes, los mandamientos de la
Ley, de Dios. Reglas por las cuales los hombres tenemos que regirnos, aquí
abajo, ¿y también arriba? • A San Agustín se le representa con un libro y con
un corazón en la mano, pues sobresalió por su sabiduría y amor. El doble amor a
Dios y al Prójimo: Un amigo teólogo y parapsicólogo me dice que San Agustín,
nacido el 13 de noviembre de 354 está „marcado por Escorpio y también por
Libra, su signo dominante: de ahí su profundidad (Escorpio) y su carácter
amoroso y su dominio de la palabra (Libra). Dudó mucho (Libra) antes de
convertirse; y después, penetró en los misterios cristianos (Escorpio). Por mi
nombre de pila y estar unido a la Fraternidad Agustiniana, cumplo aquí mi deber
con este gran doctor y buscador de la verdad.
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