Evaristo
Fuentes Melián
Acabo de ver, una vez más, repetido en mi
grabadora, el impresionante partido Barça-PSG de la Champions 2017. Recuerden
el tanteo: ida 4-0 en contra / vuelta en el Nou Camp 6-1 a favor.
Recuerden también que en campo propio Neymar
fue el alma mater, el revulsivo moral en sus actitudes dentro de cancha: animó
más que nadie a sus compañeros y marcó dos goles--uno de falta directa y otro
de penalti-- ambos con una parsimonia y sangre fría fuera de lo común.
Pero ahora, hace unos días, el PSG nos ha
devuelto la pelota, se ha vengado del Barça raptándonos, escamoteándonos cual
conejo de chistera, por arte de birlibirloque, a Neymar, por la friolera y
paradójicamente calentorra cantidad de 222 millones de euros de curso legal,
que vienen a ser (agarro la calculadora) nada más ni nada menos que 36 mil 852
millones de pesetas.
No somos nadie, la felicidad de ver subir
al marcador aquel 6-1 en el minuto y segundo 4,48, de un total de 5 minutos de
descuento, a cargo de Sergi Roberto, un canterano nacido en el 92, el año de la
Olimpiada, en Reus (Tarragona), se ha trocado ahora en tristeza infinita.
En
fin.
Las lágrimas de emoción y alegría por aquel
6-1, se transforman en lágrimas de dolor al ver que el Barça no puede con el
Madrid y pierde sin Neymar 1-3 en el Nou Camp.
Repito, no somos nadie, barçistas, y ahora
menos que nadie en ausencia de un chico de 25 primaveras exultantes y alocadas,
llamado Neymar.
Espectador
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