Evaristo
Fuentes Melián
En Canarias un mago es un campesino. Los
pueblos rurales canarios se pueden comparar con los andaluces. He estado un par de veces en Ronda, un bello
pueblo de la serranía andaluza, un pueblo del interior, palabra que aquí se usa
o al menos se usaba en Santa Cruz referido a la vertiente Norte de la isla (con
la del Sur no sé si pasaba lo mismo). Ronda debe rondar-valga la ‘redondancia’-
por los cuarenta mil vecinos. Y además,
acuden allí a comprar y vender, los habitantes de las montañas de alrededor,
una veintena de pequeños municipios con veinte mil habitantes en total. La
localidad adquiere así connotaciones de una pequeña capital con su alegre y
bullicioso movimiento urbano. Es similar y al mismo tiempo distinta a Icod, La
Orotava o La Laguna, donde la gente acude desde ‘Los Altos’ de sendos valles
cada día. Vienen con sus atuendos, su vestimenta, sus tocados, sus pañoletas,
sus sombreros… Recuerdo a una algo musculosa aunque atractiva mujer, que estuvo
durante muchos años bajando por mi calle
orotavense, la empinada calle del León, con una enorme cesta en su
cabeza llena de pan, cuyo peso lo amortiguaba con un paño enrollado en su testa
(testa, ¡cuidado!, con ‘ese’ intercalada).
El pan lo vendía por unidades a domicilio. Formaba parte, sin duda, de
la geografía humana del casco urbano de La Villa.
Pero
la todavía abundante periferia campesina isleña ha ido cambiando sus
tradicionales atuendos, vestidos y costumbres para devenir, por errado
mimetismo, en una modernidad muchas
veces impuesta por la publicidad.
Recuerdo
que en el año 1974 hubo una polémica en la prensa insular respecto a la típica
capa verde femenina, que se usó ya más de un siglo antes, en 1847, por dos
señoritas de la aristocracia, coincidiendo con la primera alfombra de flores de La
Orotava.
Sin
embargo, en la Romería de San Isidro, los verdaderos magos, los que ‘manejan’ a
las yuntas de las carretas, muchas veces no llevan el llamado traje típico al
completo. Pura incongruencia.
Espectador
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