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sábado, 5 de agosto de 2017

ÁLVAREZ RIXO Y LAS BIOGRAFÍAS

Javier Lima Estévez. Graduado en Historia por la ULL

Dentro de la amplia producción del cronista y político portuense, José Agustín Álvarez Rixo (1796-1883), destacamos la presencia de numerosos relatos biográficos en los que, aglutinando su investigación desde diversas fuentes, lograría reflejar aportes de notable interés para conocer la trayectoria de numerosos hombres y mujeres durante los siglos XVIII-XIX en Canarias. En esa línea, Manuel Hernández González, Profesor Titular de Historia de América de la Universidad de La Laguna, sería el encargado de realizar el amplio estudio crítico de Noticias biográficas de algunos isleños canarios, publicado por Ediciones Idea y el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias en 2008.

Tal obra se inicia con algunos apuntes respecto a Gregoria Rixo y Chaves, madre del destacado portuense, de quien llegaría a anotar que la misma se encargaba de todos los asuntos relacionados con su educación e incluso “los mandamientos de la religión, luego a leer hasta decorar, a ser caritativos y dóciles. Me contaba algunas veces que de seis meses me dio la primera nalgada porque mirándole a la cara después de haber mamado le trincaba el pecho, sólo por ruindad sin quererlo soltar”. Rixo no dudaría en reflejar los motivos que llevaron a sus padres a trasladarse a Lanzarote, así como su periodo de formación en Gran Canaria y su correspondencia habitual durante ese periodo de tiempo con su madre, la cual siempre le ofrecía diversos consejos.

Otra de las personalidades objeto de su atención sería fray Antonio “El Gomero”.  Álvarez Rixo, inicia la descripción sobre tal persona a partir de la situación experimentada por unos tinerfeños en la isla de Fuerteventura, concretamente en la plaza parroquial de La Oliva. La casualidad le llevaría a obtener datos respecto a tal perfil biográfico, pues, al parecer, tal fraile dominico desarrollaría una importante labor para la recaudación de limosnas destinadas a la construcción de una ermita en el lugar conocido como La Montaña, en el municipio de Los Realejos. El sacerdote de La Oliva recordaría los innumerables esfuerzos del lego dominico por realizar tal obra en una montaña formada por “arena, cascajo y piedra muerta, todo muy deleznable, por lo que fue preciso profundizar y anchar mucho los cimientos”.

Álvarez Rixo, también detendría su atención en torno a las biografías de Juan de Miranda, Juan Núñez de la Peña, Luis Encina y Perla (obispo de Arequipa), así como Sor Santa Clara Pasley. Sobre esta última apuntaría el contexto familiar en el que se crió y algunos aspectos de su trayectoria, siendo monja en el convento catalino de La Orotava.

Por otra parte, tal y como señala el propio Manuel Hernández González, tiene un alto valor el amplio capítulo dedicado al comerciante portugués, Francisco Caballero Sarmiento.

También enumera diversos detalles respecto a uno de sus maestros, Graciliano Afonso, recogiendo en su descripción biográfica algunas anécdotas y asegurando que “digan de él cuanto quieran sus detractores, poseía algunas virtudes en grado superior a muchos otros hombres falsos amigos o cobardes hipócritas”.

Respecto a Manuel Díaz, Beneficiado Rector de la Iglesia del Salvador en Santa Cruz de La Palma, también enunciaría sus “benéficas ideas y notables habilidades” que demostraría a lo largo de su vida.
En su relación, también aparece Lorenzo Pastor de Castro y su interés y estilo en el ámbito de la pintura, desglosando asimismo aspectos biográficos de Diego de Barry Cambreleng, Matías Páez y Domingo Betancourt. 

Por otra parte, cita algunas noticias referentes a Bernardo Cólogan Fallon, así como determinados rasgos de su carácter, actividades e incluso producción bibliográfica. 

En cuanto a la isla de Lanzarote reflejaría las biografías de Francisco Guerra Bethencourt y José Feo y Armas, cerrando tales páginas con una aportación en torno a la poetisa María Joaquina Viera y Clavijo, describiendo que la vida y obra de tal mujer se distinguió por la idea del “amor que esta distinguida compatriota profesaba a su patria”.

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