Teresa González
Te veo sentada, inquieta,
frente al lienzo de flores,
y adivino el motivo del júbilo
en tu vista viajera
por esos valles perfumados
y de alegres pajarillos
que celebran tu debutante fantasía.
Esencia de rosa virgen
emerge de tu pecho,
tierno y sin mácula,
cual atesorado diamante
en el blanco corazón de la bellota.
Regresas,
con la mirada extasiada,
para contarme con tu balbuceo
el divino secreto de la inocencia
que todos quisiéramos recordar.
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