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lunes, 14 de agosto de 2017

ESTILO JUAN MARSÉ

Evaristo Fuentes Melián

Juan Marsé tiene un libro de pequeñas dimensiones, titulado ‘Señoras y señores’, recopilación de personajes y personas que por su dedicación y popularidad son conocidos universalmente. Juan Marsé los pone en la picota de sus veleidades tipográficas y les incrusta cualidades personales, ocultas o bien visibles, con una literatura a veces mordaz, a veces simplemente cachonda.

He aquí que yo me planto y me planteo la posibilidad de intentar modestamente imitar el estilo de Juan Marsé, para analizar y  retratar a una hipotética persona incógnita, que es en realidad una especie de mosaico de personas relacionadas de alguna manera conmigo, y que paso a continuación a describir; ruego a mis lectores que no intenten, por favor,  relacionarlas con nadie en particular, pues la descripción la he camuflado de modo que puede ser nadie o….muchos de los entes humanos o humanoides con los que me he tropezado en  mi ya larga existencia. Más que inspirarme en Marsé lo que hago en un 90% de las veces es sencillamente plagiarlo.

Helo aquí:

Hay tipos que tienen la cara y la voz que se merecen: cara de seminarista, voz de confesionario. Distingue a esta figura un trascendentalismo vocal y soso falsamente desmadejado, una humildad frailuna. Es una figura no muy alta, de ínfulas malheridas, el atuendo sencillo y cómodo. Se mueve silenciosamente como una gata preñada, y bisbisea susurrando trémulos bemoles. Técnicamente hablando, es una combinación de rasgos faciales, voz inaudible y actitudes imprecisas.

Su estilo, tanto físico como verbal, es engolado, eclesiástico, pretencioso y pelma, pegajoso y lacrimoso. Su voz, considerada en sí misma como una de las formas de aburrimiento, es una voz de beata capaz de matar de tedio al más pintado. Suena como un tembleque de sacristía en la garganta, pero con una solemne idea de sí mismo. Dios lo coja confesado a la hora de su muerte. Amén.

Espectador

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