Antonio-Pedro Tejera Reyes
“Feliz aquel que enseña lo que sabe,
y aprende lo que enseña”. Cora Coralina
El imponente Gran Hotel Bolívar, en la ciudad de Lima, Perú, un referente
histórico, cargado de míticos recuerdos y románticas anécdotas del desarrollo
de la ciudad, una reliquia para su promoción turística.
EL
LUJO EN LA HOSTELERÍA
La
atención expectante de nuestros alumnos americanos cuando les contábamos
vivencias ocurridas, por ejemplo, en el hotel Meliá Princesa, de Madrid, en el
mismísimo Hotel Mencey de Santa Cruz de Tenerife o, para llevarlos a “su
territorio”, en el Caracas Hilton, en el Gran Hotel Bolívar, de Lima, el
suntuoso Washington Hilton, o del tristemente desaparecido imponente Hotel
Crillón, de Santiago de Chile, de todas las cuales tenemos hermosos recuerdos –
algunos materiales – eran un estímulo para seguir profundizando más y más en
trasmitirles a ellos esa mística que nos trasportaba en el recuerdo a unos
escenarios donde la imagen de la eficiencia del célebre Ormazabal – Hotel
Mencey, Santa Cruz de Tenerife – se prolongaba hasta los diligentes peruanos
que nos atendían en el Bolívar de Lima, o aquel salvadoreño del Washington
Hilton que nos consiguió una colección completa de los removedores de bebidas
de la famosa empresa hotelera, casi sin habérselos pedido y solo observando la
atención que le prestábamos al que nos había facilitado por remover el “tequila
margarita” que nos sirviera.
Detalles
que marcan una veteranía profesional hotelera que solo se puede conseguir con
la experiencia, el estudio, el conocimiento, y la práctica de una cultura de
paz que tiene que estar presente en toda la actividad turística.
Viene
todo esto a cuento, cuando en una primera página de un prestigioso diario de
proyección mundial en su versión digital, aparece con algo de irónica noticia
el hecho de los hoteles pasan a ser obsoletos a través de los años. Fácil es imaginarse la sonrisa
de aquellos hoteleros de los “viejos hoteles” que hoy son una referencia turística
mundial precisamente por sus años de existencia.
Majestuoso el moderno Hotel Washington Hilton, en la capital de los Estados
Unidos de América.
La
calidad, la excelencia, la cordialidad y el buen servicio, deben ser los
emblemas más importantes de la hostelería, para lo cual la veteranía ha servido
de escuela en los mejores establecimientos hoteleros del mundo, adaptando las
técnicas modernas a sus estructuras sin dejar de mantener sus más brillantes
señas de identidad, tanto en su arquitectura tradicional, como en su
mobiliario, vajillas, lencería, etc. etc. todo ello dentro de la tradicional
atención al cliente, que precisamente es el motivo de su existencia. No lo
olvidemos.
Corrían
los finales de los años setenta del pasado siglo, cuando en el diario EL SOL de
la ciudad de Maturín, Venezuela, nos atrevimos a publicar una serie de
artículos bajo este título de “El Hotel, esa casa de todos”. Era un poco como
sembrar en el desierto, pues en esa ciudad, en esos años, apenas había unos
hoteles que a los efectos de clasificación internacional difícilmente
alcanzaría la mínima categoría, pese a los esfuerzos de unos propietarios que
hacían de gerentes, recepcionistas, camareros y hasta de pinches de cocina si
hacía falta.
Sembramos.
Más tarde celebramos en esa ciudad un pequeño curso relacionado con el tema, y
alguno de estos propietarios de hoteles, observamos cómo había recogido ideas y
modelos de lo que habíamos publicado. No fue sembrar en el desierto.
Hechos
y realidades que se compaginan con un escenario donde todos quieren opinar
sobre el fenómeno turístico, como si su técnica y atención se tratase de un
conjunto de opiniones, cuando la realidad es que la profundización en el tema
alcanza cotas increíbles dentro del conocimiento que debe de aplicarse en
cualquiera de las funciones de nuestra actividad diaria, en relación a la
importancia que debería tener ante la recepción de la comunidad mundial, esa
que se mueve a impulsos del turismo, disponiendo de sus privilegios económicos
para satisfacción de las clases menos favorecidas. El turismo es riqueza para
la persona, para la familia, para la comunidad, para el mundo entero. OMT.
El Hotel Mencey, en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, todo un símbolo en
su desarrollo turístico de la historia moderna de la ciudad, sede de grandes
acontecimientos del turismo internacional como el primer Congreso Mundial de la
Federación Universal de Asociaciones de Agencias de Viajes, FUAAV, en al año
1967.
Ocurre
entonces, que un hotel – esa casa de todos – cuanto más viejo, más debe de
poseer los medios para cumplir sus funciones, entre ellos – ¡cómo no! – una
presencia prestigiosa, regia y alegre, que preste toda su satisfacción a la
clientela.
El
cuidado y el esmero que se preste en adaptar las técnicas modernas a sus
estructuras materiales y operativas, no deben afectar para nada la imagen
tradicional que motivó su construcción que, con el paso de los años, tiene que
convertirse en una reliquia, símbolo de ese desarrollo sostenible hoy tan en
boga, en muchos de los casos sin quienes lo mencionan sepan realmente de lo que
se trata.
Cumplir
años, en la vida de un hotel, tiene que ser un auténtico orgullo.
*
Del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo para la ONU.
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