Teresa
González
Vos
te acordaste
de
aquellos días…
cuando
corrían
locos
nuestros sueños
por
aquellas calles cubiertas de piedras
y
plantaciones de corazones sangrados
que
siempre pero siempre, tomamos a la ligera.
¡Ah!,
que belleza de tardes aquellas
cuando
parecía que el girasol
se
desteñía
derramándose
con la brisa de octubre
por
todo el espacio
que
cabía en tu pupila adolescente.
¡Ah!
que amigo
para
recordarme
lo
que nunca olvidé…
si
grabados
quedaron
en la tuna
de
mi memoria
los
romances
de
Miguelangel
y
los regaños tiernos de mamá.
¡Que
plenilunio aquel!
que
regalaba polvo de oro
a
aquella calle de suspiros,
espantos
y cadejos.
¡Qué
memorias!
alimento
de mi nostalgia:
ladrona
fugitiva y eterna
que
recorre sigilosa
los
amados lugares
que
se quedaron con el inocente perfume de mis amores:
ecos
de mujer que hoy te canta
mi
pueblo de flores,
piedras
y cánticos de pajarillos.
Ahora,
cada
vez que la brisa de verano
se
escapa con mi embelesado corazón
a
recorrerte y a contemplarte
desde
mi sentida concepción
de
tu existencia…
mi
amado pueblo.
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