HABLAR
CON NUESTRO AMIGO Y CONOCIDO REALEJERO CANÓNIGO DON JOSÉ SIVERIO PÉREZ.
José Peraza
Hernández
Una reseña más, de la
Biográfica para la historia de esté realejero bien reconocido, por todos los
pasos que ha hechos en toda su vida, quien comenta que él ama generosamente a
su pueblo. Procedemos a conversar paso a paso.
¿Podríamos
comenzar pidiéndole que nos hable de su determinación de dedicarse a la vida
eclesiástica? …
Hijo de RAFAEL Siverio
Díaz (reconocido autodidacta y ávido lector,
creador de una envidiable biblioteca personal) y de CARMEN Pérez y Pérez Achard (ama de
casa, excelente bordadora, con notables conocimientos del dibujo y la pintura
al oleo), JOSE SIVERIO PEREZ, cuarto de seis hermanos, nació en el Realejo
Bajo, Los Realejos, el día 29 de noviembre de 1928, víspera del día de San
Andrés, en cuyo atardecer siempre ha festejado este pueblo la apertura de las
bodegas y la tradicional “corrida del
carro”, haciendo arrastrar, por grupos juveniles, ristras de cacharros por
las calles. Diríase que era aquella la mejor ocasión para abrir los ojos a este
mundo un personaje que con el tiempo demostraría un acendrado amor y respeto
entrañable por todas las tradiciones populares y el acervo histórico de esta su
villa natal. José Siverio hizo estudios de educación primaria en la escuela
unitaria de la Calle
del Medio, que regentaba el maestro Don Casiano Hernández; y con sólo esa
preparación escolar, lograría, por examen, el ingreso de Bachillerato en el
Instituto de Canarias en La Laguna. Y al mismo tiempo, aprendía solfeo y música
instrumental en la Academia
municipal de “La
Filarmónica ” con el maestro músico Don Enrique Olivera
González, director de la Banda local La Filarmónica. Cursó
los primeros años de Bachillerato en los colegios privados “Farrais”(de La Zamora y La Orotava ) e “Iriarte” de Puerto de la Cruz ; estudios que
interrumpió para ingresar en el Seminario Conciliar de La Laguna en octubre de 1942.
Cursó la carrera
eclesiástica entre los años 1942 y 1952, año éste en que recibió la Ordenación Sacerdotal
de manos del Obispo Don Domingo Pérez Cáceres, en la Catedral , el día 4 de
mayo, celebrando su Primera Misa en el templo parroquial de La Concepción del Realejo,
el día 14 de mayo, miércoles, en presencia de la devota Imagen de la Virgen del Carmen, alojada
entonces en dicha iglesia por el reciente incendio del ex convento de las monjas
agustinas. En la tarde de aquel día 14, se trasladó en procesión hasta las ruinas
del Santuario la Imagen
de Nuestra Señora del Carmen, y allí, sobre la visible emoción del numeroso
público congregado, se dio a conocer el telegrama oficial del gobierno al
Ayuntamiento, en que se garantizaba la reconstrucción del Santuario del Carmen a
cargo de la
Dirección General de Regiones Devastadas.
Es sabido que eso se
produce como respuesta a una vocación, o llamada de Dios.
Es el Señor el que
elige, como lo dice El mismo en el Evangelio: “soy Yo quien os ha elegido, no me elegísteis vosotros”.Y esa
llamada divina, verdadera vocación, no sucede ordinariamente a partir de un
hecho o gesto concreto; sino mediante variadas acciones o situaciones que desde
el principio van creando en la conciencia del “llamado” un cierto sentimiento
de atracción y simpatía hacia el Sacerdocio y lo que significa... Después,
estos u otros sentimientos similares, van madurando, y, con la ayuda del
director espiritual o el simple confesor habitual, incluso el tacto de la madre
del propio sujeto, cuajan el
convencimiento de que efectivamente es Dios quien lo quiere y llama; y ya sólo
falta responderle con un sí decidido
y sincero.
¿A
qué edad ingresó usted en el Seminario?
A punto de los catorce
años: fue el 30 de septiembre de 1942, a dos meses justos de mi cumpleaños. Pero
antes había hecho los primeros cursos del Bachillerato de entonces, y no
obstante, inicié los estudios eclesiásticos desde el principio, o sea, que
empecé con el examen de ingreso, aún cuando podía haber convalidado las
asignaturas de aquellos cursos de bachillerato
¿Recuerda
sus primeras experiencias sacerdotales?
Sí, por cierto;
sucedieron en el intervalo de diez días que mediaron entre la Ordenación
Sacerdotal (4 de mayo) y la primera Misa solemne (14 de mayo de 1952); en
sustitución transitoria del Párroco de mi parroquia nativa, (La Concepción , de estos
Realejos) un venerable anciano con sobrados achaques, tuve la oportunidad de
estrenar el ministerio sacerdotal en un bautizo y una boda. El bautismo me
sedujo, y marcó mis predilecciones desde entonces: siempre he tenido por
encantador y repleto de significado el acto del bautismo de un cristiano. Y
acerca de la boda, debo decir que no hace mucho tiempo, cuando los de mi
promoción celebrábamos el cincuentenario de nuestra Ordenación, vino a saludarme
en la calle una señora para recordarme que ella y su marido también celebraban
aquellos días sus bodas de oro matrimoniales, y que nunca habían olvidado que
la suya fue la primera boda que yo oficié recién ordenado sacerdote. Le
agradecí su buen recuerdo, porque yo, lamentablemente no la había asociado a
ella con aquella boda de 50 años atrás.
Precisamente,
con ocasión de las Bodas de Oro Sacerdotales, usted y compañeros de promoción,
fueron recibidos en audiencia por el Papa Juan Pablo II, y pudieron concelebrar
la Misa con él en su capilla privada del Vaticano:
¿Cómo
recuerda aquel acontecimiento?
Con mucha emoción; fue
algo muy íntimo y reconfortante. La celebración fue muy de mañana; a primera
hora nos presentamos en el Palacio Apostólico todos los ocho compañeros de
promoción (nos habíamos ordenado doce) encabezados por el Arzobispo de
Zaragoza, don Elías Yanes, número uno de nuestro curso. Nos revestimos con los
sagrados ornamentos y guiados por el secretario personal del Papa pasamos a la capilla
del Santo Padre en la que él finalizaba su oración matinal. Entonamos un
cántico de entrada en español y el Papa, ya revestido de sus ornamentos para la
misa, nos impartió la bendición a todos los concelebrantes e inició el sagrado
rito. En el altar, asistían al Santo Padre, a derecha e izquierda, nuestro
arzobispo Yanes y otro Monseñor. En los reclinatorios de la capilla asistían
muy devotamente varias personas, incluso participaba un recién ordenado
sacerdote de Gibraltar, que acudía a visitar al Papa acompañado de su madre...
Concluida la santa misa, el Santo Padre nos atendió en una sala pequeña cercana
a la capilla. Nos saludó a cada uno, a medida que nos presentaba don Elías y le
explicaba algo sobre nuestra dedicación personal a la Iglesia : el Papa nos
dirigía palabras de felicitación y estímulo para nuestra labor pastoral. Al
final permitió que le rodeáramos para las fotos de grupo. Fue un acto
inolvidable, que habíamos proyectado con preparación meticulosa y satisfizo
todas nuestras ilusiones. Nuestra promoción sacerdotal fue, y ha seguido
siendo, la más numerosa de cuantas ha habido en esta diócesis de Tenerife; por
eso la celebración del cincuentenario también se distinguió con especiales
conmemoraciones... Aquella mañana en Roma, cuando ya dejábamos atrás la
columnata de Bernini en la
Piazza San Pietro, para encaminarnos hacia Fiumicino, nos
sentíamos los seres más felices del mundo, con ganas de decírselo a toda la
gente de la calle,... pero nos conformamos con telefonear a nuestras familias de
las islas.
La
fuerza espiritual que demuestra poseer ¿se la da su fe en Cristo?
Naturalmente. Cristo es
el apoyo del cristiano; Él da confianza, seguridad y optimismo, y de ello
estamos plenamente convencidos todos los que nos reconocemos “sarmientos” de
esa “Vid” que Jesús encarna como Señor y Maestro. Los cristianos sabemos que la
vinculación con Jesucristo es la garantía de nuestro buen hacer; con Él lo
podemos todo; con Él tiene sentido todo en derredor y nos importa hacer bien lo
que hacemos.
-. Hay que decir que,
también se ha escrito mucho de él, tanto en prensa como en libros, por muchas
personas que lo apreciamos.
-. Igualmente quiero
darles las gracias, por su colaboración en ofrecerme su amistad como su
amabilidad, en colaborar en esta entrevista e información, cosa que le
agradezco muy afectuosamente. Información e historia que quedara para hoy, como
para futuras generaciones.
-. Espero que no se hay
quedado nada en el tintero.
Con los mejores deseos,
un saludo y mucha vida.
José Peraza Hernández
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