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viernes, 29 de marzo de 2019

HERÁLDICA SOBRE LA HISTORIA DE: La Orden de los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores


José Peraza Hernández

Los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores, también conocidos como "amigonianos", en recuerdo de su fundador, es una Congregación creada por Monseñor José María Amigó y Ferrer.

Nació este fundador en Masamagrell (Valencia), el 17 de octubre de 1.854, en un hogar de rancio abolengo cristiano, donde se crió en unión de sus hermanos Emilio, Julio, Genoveva, Josefa y Rosa. Contando diecisiete años, murieron sus padres y José María y sus hermanos fueron recogidos por un sacerdote que se encargó de su educación.

A esa edad, en la que otros muchachos entienden tan sólo de las cosas mundanas, se despertó un acusado interés por los problemas sociales, un interés que lo acompañó durante toda su vida. Convenció a algunos amigos para que lo acompañaran a la Escuela de Cristo y siguiendo las directrices que allí se impartían dedicó todo su tiempo libre a atender a los enfermos en los hospitales, a catequizar y alfabetizar a gentes de las barracas y a visitar y ayudar, en la medida de sus posibilidades, a los presos en la cárcel. Data de esta época su admiración y amistad con Gregorio Gea, fundador del Patronato Obrero de Valencia y gran impulsor de diversos programas católico-sociales que se fueron desarrollando en esta ciudad a partir del último cuarto de siglo XIX.

Movido por un intenso deseo de entregarse a Dios y a la ayuda del prójimo, José María decidió hacerse religioso. Este fue el motivo por el que tomó la decisión de trasladarse a Francia e ingresar en los Capuchinos.

Al tomar el hábito, y siguiendo la costumbre de la época, cambió su nombre de pila por el de Fray Luis de Masamagrell.

Pasados tres años de su estancia en Bayona, decidió regresar a España con los primeros religiosos que volvían al suelo patrio tras la desamortización de Mendizábal. El primer lugar donde desarrolló su actividad evangelizadora fue Antequera, para pasar después a Montehano, en la provincia de Santander. Ambos lugares fueron testigos de la labor del joven capuchino. Fue precisamente en el último pueblo mencionado donde fue ordenado sacerdote (año 1.879).


Como sacerdote, una de sus ocupaciones era visitar regularmente la cárcel de Santoña, poniéndose en estrecho contacto con los presos. Y fue ante el espectáculo que contempló en aquel penal donde niños y jóvenes compartían celdas con los mayores, viviendo en espantosa promiscuidad, siendo los más débiles objeto de toda clase de humillaciones por los más fuertes, lo que despertó, en el padre Amigó no el deseo, sino la necesidad, de hacer algo por ellos. E hizo todo cuanto estuvo en su mano en su ansia de dulcificar y hacer más llevadera la existencia a aquellas gentes, muchas de las cuales eran más dignas de lástima que de condena.

De Montehano fue traslado a Valencia, en el año 1.881, ciudad de la que había salido casi ocho años atrás. Desde el convento de la Magdalena, en Masamagrell, reemprende sus tareas apostólicas y toda la comarca valenciana conoce muy pronto la labor del capuchino.

Su preocupación principal continuó siendo las clases más necesitadas y marginadas, entre las que se contaban las visitas a la cárcel. Precisamente el penal de San Miguel de los Reyes constituye uno de los sitios a los que dedicó más atención. Comprendió que los presos estaban necesitando ayuda y con un grupo de jóvenes, formados en las Escuelas de Cristo, emprendió una labor social con los presos. Contando treinta años, funda, en el Santuario de Montiel (Benaguacil), a las hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, a las que destina, de acuerdo con su constante preocupación social a cuidar a los enfermos más desamparados e hijos de familias necesitadas.

Cuatro años más tarde funda, también en Valencia, a los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores para que se preocupen de educar cristianamente y reinsertar en la sociedad a los jóvenes marginados.

Los Terciarios Capuchinos con su trabajo educativo, elaboraron a principios de siglo un método educativo para la recuperación de los menores con problemas de conducta y participaron activamente en la elaboración de la primera Ley Tutelar de Menores de España y en la implantación de los Tribunales Tutelares.

A los cincuenta y dos años de edad, monseñor Amigó fue nombrado obispo de Solsona y más tarde de Segorbe. Su actividad no varió en lo más mínimo en su trato afable y sencillo y su apoyo en los movimientos católicos en favor de agricultores y obreros. Como obispo, monseñor Amigó continuó atendiendo a todas las congregaciones que había fundado y que se iban extendiendo por todo el mundo, trabajando en un campo tan difícil como es el de la educación de los jóvenes. En el año 1.934, próximo a cumplir los ochenta años, su salud se quebrantó de forma alarmante. Trasladado a Godella, a la casa de Terciarios Capuchinos, moría plácidamente el día 1 de octubre. Tres días más tarde era enterrado en Masamagrell en la Iglesia de las Terciarias Capuchinas.

Hoy, siguiendo las directrices que marcó su Fundador, los Terciarios Capuchinos dirigen su misión principalmente a aquellos niños y jóvenes que, por mil razones, han tropezado en la vida o no han encontrado su camino, que la desgracia ha aventado y el vicio o la droga prostituido. Su acción educativa y terapéutica abarca la totalidad de la persona y la causa o circunstancias que hayan podido desencadenar las situaciones difíciles que ellos presentan, sean familiares, sociales, sicológicas, etc. Esta labor la llevan a efecto en centros de readaptación, de protección o preservación, de observación y diagnóstico, de acogida, en hogares o casas de familia, en escuelas profesionales o agrícolas, en comunidades terapéuticas, en consultorios sicopedagógicos, en residencias juveniles, en barrios marginados, etc.

El objetivo principal de los Terciarios es promover el desarrollo integral del menor, procurando su realización individual y su progresiva readaptación y reinserción en su medio sociofamiliar, ayudándole a adquirir madurez y autonomía. Abarcan cuantas actividades ayuden a liberar a los jóvenes de la problemática en la que se hallan inmersos, sea personal, social o familiar. Especial interés tienen las actividades deportivas, ocupacionales, culturales, de formación profesional, cívicas, humanas, catequéticas, etc.

Atentos al devenir de los tiempos, y a la diversidad de lugares y culturas, los Terciarios Capuchinos organizan y planifican su acción en un sistema coherente y progresivo cuyas características más notables son: conocimiento exhaustivo del menor; la atención en una terapia individualizada, gradual y dosificada, respetando el tiempo de todo proceso reeducativo en sus fundamentales y progresivas etapas, trabajando en pequeños grupos en ambiente agradable, abierto y familiar.

Los Capuchinos Terciarios desarrollan sus actividades en trece naciones de Europa y América.

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