Clara Lecuona
Varela
Reconozco que
debo algunas explicaciones.
Cuando
deportaron a las monjas, y fueron a morir donde no querían. Yo, en fin, no
había nacido.
A los Pedros
Pan que volaron antes que yo, mis padres me
querían demasiado, no eran histéricos o tontos.
Con perdón de
los suyos.
A ti, que
ahora mismo eres rociada con gas pimienta
por ser mujer,
hombre negro, indio o protestante.
Que le voy a
hacer si nací blanca y apacible.
A los muertos
de Auschwitz, a Ana Frank, a todos los tanquistas y el perro
A Laika la
cosmonauta involuntaria congelada.
A los muertos
de Hiroshima y Nagasaki.
A los niños de
Chernóbil.
A las Abuelas
de la plaza de Mayo y sus desaparecidos.
A los Pieles
rojas.
A los
Guanches.
A los Estados
cuando aún no eran Unidos.
A las brujas
de Salem.
A los
masacrados en prisiones militares británicas.
A los que
esperan en el pasillo de la muerte.
A mi país
cuando mi país
no era el remedo de una revista extranjera.
Lo único que
nos iguala es esta casa de cristal en donde habito.
Pensándolo
bien somos parecidos,
entonces a qué
pedir perdón
o dar
explicaciones.
Pensándolo
bien, conozco el mismo idioma corrosivo
que ustedes,
pero en lugar de callar:
Escribo.
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