Javier Lima
Estévez. Historiador
Tal y como
redactamos la semana pasada, la historia de Los Realejos se asocia a numerosos
individuos con trayectorias destacadas en diversos perfiles. Silvestre Machado
y Barrios representa la huella de otro ser representativo. Nació en el Realejo
Alto el 9 de enero de 1818. Tras haber recibido las cuatro órdenes menores y el
subdiaconado los días 20 y 21 de julio de 1844 en el oratorio del Palacio
episcopal, llegaría a acceder al diaconado en la parroquia del Puerto de la
Cruz, el 19 de enero de 1845, ordenándose, un año después, presbítero en la
iglesia del monasterio de Santa Clara en La Laguna. En la antigua Universidad
de San Fernando de La Laguna, cursó Machado y Barrios Derecho Civil y Canónico,
así como Sagrada Teología. Largas horas de estudio y una intensa preparación,
culminarían, con posterioridad, en la obtención del título de Licenciado en la
facultad el 28 de abril de 1846.
La juventud y temprana inteligencia que
demostraba el sacerdote realejero representaron, sin lugar a dudas, unas
cualidades que no serían ignoradas por sus contemporáneos. Un nuevo camino se
abrió en la vida de Machado y Barrios, pues el mismo se trasladaría a Las
Palmas de Gran Canaria en 1847, siendo nombrado por el Obispo Codina,
vicerrector y catedrático de aquel Seminario. Por el Cabildo de Tenerife, sería
nombrado Cura Vicario de la parroquia del Sagrario Catedral.
A todo ello se une su condición como
primer Magistral de la Iglesia de Tenerife desde 1855 hasta 1877. Durante tal
periodo de tiempo, destacaría su importante papel como orador sagrado,
reuniendo excepcionales cualidades que demostraba en cada una de sus
intervenciones, «pues en Machado se reunían la elevación del concepto con la
pureza de la palabra y con la más estética y delicada acción, no hay para que decir
que llenó de un modo digno y completo los deberes de su cargo», tal y como
llegaría a reflejar Ramón Gil Roldán en una crónica de la época.
Nuestro biografiado también desempeñó el
cargo de profesor del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza y catedrático
de la Escuela Normal de maestros. Su llegada al Instituto Provincial de Segunda
Enseñanza de Canarias se produjo el 10 de mayo de 1871, extendiendo su cargo
hasta el 22 de noviembre de tal año, por orden del Rector del Distrito
Universitario. El 7 de enero de 1872, volvería a retomar el cargo hasta el 7 de
julio siguiente, momento en el que cesó en virtud de Real Orden, según refleja
Gil Roldán.
Machado y Barrios sería llamado a la
Corte para predicar en la Real Capilla durante la Semana Santa de ese año, un
nombramiento que le sería confirmado tras la Restauración por parte del Rey
Alfonso XII a través del Real Decreto de 10 de diciembre de 1875. Diputado del
Ilustre Colegio de Abogados de la Laguna entre 1872-1875, llegaría a ser
Miembro de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País de Tenerife y La
Palma, así como director de la primera de ellas en 1878, figurando hoy en día
su nombre en la placa que se ubica en el patio central de la institución
cultural lagunera.
Murió pobre, pues en vida gastó lo que
tuvo para facilitar y mejorar la vida de todos aquellos que no disponían de
recursos con los que salir adelante. Tal ser, desgraciadamente, constituye uno
de tantos nombres que ha desaparecido de la memoria colectiva y que convendría tener
presente por cuanto hizo a lo largo de su vida este insigne realejero.
Otro de los realejeros a destacar sería
Félix Pérez de Barrios. Fue abogado de los Reales Consejos de Su Majestad
Fernando VII, miembro de la Junta Suprema de Canarias durante la Guerra de la
Independencia (1808-1813) así como Hermano Mayor de la Venerable Hermandad de
Ntra. Sra. del Carmen (1809) y de la Muy Venerable e Ilustre Esclavitud
Sacramental de La Concepción (1813), además de Administrador, en 1817, de la
rica Hacienda de Los Príncipes de Realejo Bajo, fundación del I Adelantado de
Canarias Alonso Fernández de Lugo, tal y como señalan diversos investigadores.
En el año 1787, ingresó en la Real
Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, cuando aún la sociedad estaba
iniciando su andadura con cierta complejidad. Sin embargo, «suplió su escasez
de medios y comenzó a desarrollar una actividad considerable en pro del
adelanto del país, en todos los sectores que le estaban designados por sus
estatutos», según refleja en sus investigaciones Antonio Luque Hernández.
Personajes y trayectorias realejeras que
continuaremos en próximas entregas.
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